Año 49.067
 Nº CXXXIV
Rosario,
domingo  25 de
marzo de 2001
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Glamour es la promesa
Oscar 2001: La fiesta en la que no hay aburridos
Sin grandes filmes, las estrellas tendrán que lucirse

Fernando Toloza

La 73ª entrega de los Oscar, que se celebra hoy en el Auditorio Shrine de Los Angeles, tiene candidatos mediocres. Está internacionalizada pero para nada, ya que en este caso las cintas con elementos de otras nacionalidades no aportan más calidad. El rubro de mejor película tiene filmes hechos por tres directores no estadounidenses sobre dos producciones norteamericanas, para colmo rodadas por el mismo realizador. "Gladiador" fue filmada por el inglés Ridley Scott; "El tigre y el dragón" es obra de un taiwanés, y "Chocolate" fue filmada por el sueco Lasse Hallstrom. "Traffic" y "Erin Brockovich" pertenecen a Steven Soderbergh.
Pero por debajo de esa supuesta amplitud hay una enorme campaña de publicidad que el público no advierte. El auge de "El tigre y el dragón", una el película que decepcionó en su tierra natal, va de la mano de la agresiva difusión que se propuso su estudio. La razón de la enconada batalla en que se sumergen los estudios no es una sino que son treinta millones de razones. Cuando una película gana un Oscar, la taquilla se incrementa, como mínimo, en treinta millones de dólares.
"Gladiador" y "El tigre y dragón" se pasaron de vueltas con la publicidad y con su ansia de ganar. Hasta tal punto que la dinosáurica Academia estudia penalizar a los estudios Dreamworks y Sonny Clasics, acusados de querer ganar votos a cualquier precio. Dreamworks usó en su publicidad la estatuilla del Oscar. Eso está prohibido por los estatutos de la Academia, que sólo permiten que se utilice la imagen de la estatuilla una vez ganada. "El tigre y dragón" habría enviado DVD a los miembros del jurado, cuando lo habitual es que se manden videos.
Entonces no son sólo la belleza y el mensaje de una película lo que cuentan. Los intereses que nunca se rebelan y los gustos personales (odios y amores incluidos) de más de cinco mil integrantes de la Academia son quizá más importantes. Por eso el resultado de los premios casi nunca conforma, porque responde a algo que va más allá de si se trata de una buena película. Son razones impublicables, porque la seducción pasa porque todo el mundo crea que se premiará la calidad. Si el aspecto comercial estuviese en primer plano, ¿quién miraría la entrega de premios?, ¿quién iría a ver la película ganadora?
La belleza de las películas y de la gente de Hollywood son el gancho. Tanto glamour, tantos sueños hechos realidad, mantienen durante horas al público pegado al televisor. Es una suerte que eso suceda. La gente quiere emocionarse y para eso están las películas. En un mundo cada vez menos sensible, el Oscar conserva un aspecto de navegar contra la corriente, aunque se sospeche que en el fondo lo único que importa es el negocio.
En esta entrega las grandes películas brillan por su ausencia. Pero el cine siempre da revancha. Si faltan las buenas historias, hay al menos un puñado de impresionantes actuaciones, desde Benicio del Toro a Javier Bardem. Que estén nominados es una señal de esperanza. Significa que alguien reparó en que estos actores se habían jugado por sus papeles, y lo mismo con algunos momentos de "Traffic", donde el director demuestra que ser director es mucho más que sentarse en una silla y dar órdenes. O también que las películas del género en el cine siempre tienen un plus de vida póstuma. El peplum (las películas de romanos) parecía muerto y enterrado hasta que llegó Ridley Scott y creó una película que parecía imposible de hacer en el 2000, a décadas del cierre del género.
Hay películas que hacen volver a creer en el cine. En esta entrega de los Oscar esos filmes faltan, pero hay algunas que tienen unos pocos elementos que hacen pensar que ya llegarán nuevamente esos filmes para soñar y emocionarse.
Mientras tanto la preparación de la ceremonia de entrega de los Oscar cada año tiene más problemas. En la edición del año pasado se robaron las estatuillas. En esta se cayó la tribuna de prensa e hirió a cinco personas, una de ellas de gravedad. Evidentemente, la seguridad de la noche no está garantizada, pero no importa. El show debe seguir, pase lo que pase, y allí estarán todos los invitados, la televisión y la gente del otro lado de la pantalla, otra vez seducida por el brillo del glamour.



Detrás de los Oscar existe una oscura trama secreta.
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