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 domingo, 30 de septiembre de 2007  
Pase de factura. Macabro hallazgo de un cadáver en un vehículo abandonado en 24 de Septiembre al 3500
Asesinan a un farmacéutico y dejan claros signos mafiosos
Fabián Llinares fue hallado en el baúl de su auto. Lo ahorcaron y le llenaron la boca con papel

Leo Graciarena y María Laura Cicerchia / La Capital

Primero fue el anuncio. Después, la ejecución. Fabián Llinares, el farmacéutico de 40 años que fuera baleado el 9 de junio pasado en su local de barrio Tablada, apareció estrangulado en el baúl de su auto. Un llamado anónimo alertó a la policía ayer por la mañana sobre la presencia del vehículo estacionado en el ingreso a una distribuidora de gaseosas ubicada en 24 de Septiembre al 3500. El cadáver no estaba maniatado pero presentaba “una profunda franja en el cuello” que indicaba con claridad que había sido asfixiado con una soga. Al profesional no le faltaba ningún objeto personal: tenía su reloj, su anillo de oro y sus documentos. Pero eso no fue todo. Junto al cuerpo había una bolsa de nailon con psicofármacos, varios gramos de cocaína de buena calidad y algo de marihuana. Y además la víctima tenía la boca llena de papel. Por todo esto, para los investigadores no quedan dudas de que se trató de un crimen mafioso ligado a la venta de estupefacientes.

   Con las primeras luces del alba y alertados por un llamado anónimo, policías de la seccional 18ª llegaron hasta 24 de Septiembre entre Cafferata y San Nicolás, en el barrio Alvear. Un Volkswagen Bora gris, patente FTJ 906, estaba estacionado a 30 grados, junto a una columna del alumbrado público. Tenía las luces encendidas y las llaves podían verse en el piso.

   Todo se precipitó cuando, pasadas las 6.30, uno de los policías que observaba la escena abrió el baúl del Bora. Boca abajo, con las manos hacia atrás y las piernas flexionadas, estaba el cuerpo del farmacéutico Fabián Llinares, quien tenía 40 años. Enseguida se rompió la calma mañanera del barrio, que empezó a llenarse de uniformados de todo rango. Y con el correr de las horas, la hipótesis de un asesinato con mensaje mafioso vinculado al submundo de la comercialización de estupefacientes fue ganándoles terreno a todas las demás.



No faltaba nada. Según confiaron pesquisas consultados, del auto no faltaba nada. En el baúl del vehículo, junto al cadáver, había una bolsa de nailon repleta de troqueles y blísters de psicofármacos, varios gramos de cocaína y un paquete con picadura de marihuana. Así, en cuestión de minutos, la cuadra se colmó de policías de todas la divisiones de la Unidad Regional II, entre ellas la cúpula de la Jefatura rosarina y los efectivos de la ex Drogas Peligrosas. También acudió el juez de Instrucción Jorge Eldo Juárez, quien conduce la investigación y que ya tenía bajo su órbita la pesquisa por el ataque a balazos que el profesional sufrió en junio pasado (ver aparte).

   Según pudo reconstruirse, Fabián Llinares trabajó el viernes en su farmacia de barrio Tablada hasta alrededor de las 19.30. Cerró, colocó las claves de la alarma del local y partió con rumbo incierto. Doce horas más tarde, a 35 cuadras del negocio, el hombre apareció muerto en el baúl de su auto. Y en esa fracción de tiempo está la clave que la policía tratará de dilucidar para saber quién lo mató y por qué.

   Durante ese lapso no hubo en las comisarías rosarinas ninguna denuncia por la averiguación de su paradero. Al respecto, la mujer del farmacéutico confió a los pesquisas que su marido solía ausentarse por varias horas y que incluso no se llevaba el celular, pero que a su regreso rehusaba dar explicaciones y decía que eran “cosas de trabajo”.



La hipótesis del ajuste. “El hecho anterior fue un aviso y ahora lo ajustaron del todo”, dijo una fuente del caso. Esa sospecha de los pesquisas fue confirmada por la misma esposa del farmacéutico, quien en una declaración filmada y en presencia de testigos indicó que a Llinares lo mandaron a matar. “No aclaramos quién fue todavía, pero nos parece que hay un rumbo definido”, añadió el vocero.

   La hipótesis de los investigadores es que se trató de un ajuste de cuentas vinculado a un reclamo de dinero por la venta de estupefacientes. Y que el anterior ataque a Llinares fue una advertencia.

   Al respecto, se supo que en el local se habrían detectado maniobras fraudulentas con recetas archivadas para la venta de psicofármacos. Además se presume que en el comercio también se fraccionaban y vendían drogas. Por todo esto intervinieron efectivos de Drogas y la Justicia Federal. “Esto tiene todos los matices de una venganza y se dice que esta persona tenía una deuda anterior, la misma que habrían ido a reclamarle en junio”, dijo un investigador.



Las señales. “Yo guardé el auto a la 1.30 y el Bora ya estaba estacionado”, comentó un vecino del barrio donde fue hallado el cuerpo del farmacéutico. Pero varias vecinas coincidieron en que “el auto ya estaba pasadas las 21” del viernes. Y los investigadores apuntaban que Llinares “fue asesinado en otro lugar y abandonado aquí”.

   “Lo mataron entre 8 y 10 horas antes de que fuera encontrado”, susurró al pasar un vocero. El o los homicidas no se llevaron ninguno de los objetos de valor que habitualmente utilizaba. Tampoco dejaron en el lugar el elemento con el que lo asfixiaron, según deja entrever el hematoma en forma de surco que quedó grabado en el cuello de la víctima.

   “Todo indica que lo asesinaron por asfixia mecánica con una soga utilizando una mecánica similar al torniquete”, dijo una fuente. Las marcas daban cuenta de una compresión persistente con un lazo que abarcó todo el cuello. La autopsia reveló que murió por asfixia por estrangulación y detectó un traumatismo en el pómulo izquierdo y otro en la nariz.

   No obstante, los investigadores descartaron que el farmacéutico fuera sometido a tormentos. Creen que se trató, directamente, de una ejecución. En tanto, el hallazgo de un bollo de papel higiénico en la boca de la víctima surgía como otra señal mafiosa. Le habían rellenado la cavidad bucal, “probablemente para que no gritara”.



En la farmacia. Mientras el cuerpo de Llinares era trasladado al Instituto Médico Legal para realizar la necropsia, el eje de la atención se trasladó a la puerta de Farma Sur, en la ochava noreste de Garay y Alem. Ahí, como en alguna de las asambleas populares que pidieron mayor seguridad hace tres meses (ver aparte), los vecinos se aglutinaron queriendo conocer qué había sucedido.

   “Venite para la farmacia que lo mataron a Fabián”, dijo con voz angustiada por celular una amiga de Clara, la esposa del comerciante asesinado, mientras no dejaba de fumar. “Anoche hablé con Clara por teléfono y estaba todo bien. No sé qué va a hacer ahora, sola, con el bebé de un año y medio”, relató y agregó: “Que yo sepa nunca recibió amenazas después de que lo balearon”. Pasado el mediodía, el juez Juárez salió de la farmacia, donde se secuestraron dos computadoras, y amablemente explicó que no iba a realizar declaraciones dado el secreto de sumario.
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El Volkswagen Bora del farmacéutico tenía las luces encendidas.

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