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 domingo, 30 de septiembre de 2007  
Un cambio de actitud ante la incontrastable realidad

Sergio M. Naymark / La Capital

“Así la cosa no va. Los negros nos tienen cercados y a este pobre laburante lo volvieron a balear. Así no va”. La expresión de bronca contenida en boca de los vecinos que ayer al mediodía se acercaron a la puerta de la farmacia de Alem y Garay sirvió para conocer la sensación térmica de La Tablada. Los que llegaban repetían, como en un guión de película, una secuencia reiterada en muchas zonas ante los delitos. Claro, todos creían que el farmaceútico había sido asaltado y baleado dentro de su negocio. Incluso insultaban por lo bajo a los vigilantes que estaban de consigna frente al comercio. Pero cuando se enteraban de que el hecho no había sido un robo, se iban murmurando por lo bajo.

   Es que a la luz de los hechos, los vecinos de Llinares cambiaron su forma de referirse al farmacéutico. En junio, después del presunto asalto en el que lo balearon, unas 50 personas se concentraron frente a la farmacia. En ellas, según describió el redactor de La Capital que fue aquel día al lugar, primaba la necesidad de “hacer catarsis contra un enemigo que, más allá de su creciente y tangible impronta delictiva, no era otro que el miedo”.



El asalto. “Este era el sector tranquilo de Tablada, pero hoy no hay negocio que no haya sido asaltado”, contó una mujer. Otros enumeraban los últimos robos, intercambiaban información sobre arrebatos o directamente hablaban de “zona liberada” para el delito dando por sentado que a Llinares lo habían baleado en un intento de robo. Incluso fueron hasta la puerta de la seccional 16ª a presentar sus duras quejas.

   Durante aquella jornada, la esposa de Llinares no participó del reclamo vecinal. Quizás angustiada por la difícil situación que atravesaba su marido, pidió una y otra vez que no se concentraran frente a la farmacia y que no fuesen hasta la comisaría del barrio. Ahora, uno puede preguntarse si Clara prefirió evitar aquella movida a sabiendas de lo que ocultaba aquel ataque.

   Tres meses después de ese hecho, la voz de los vecinos no es la misma. Ya no reclaman por la inseguridad, ni se agolpan frente al comercio presuntamente asaltado. Ahora murmuran por lo bajo sobre las actividades que ocultaba la fachada de la cruz verde y esquivan la presencia de los medios.


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