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 domingo, 25 de marzo de 2007  
Así no puede seguir
Central sumó su cuarta caída al hilo y tocó fondo

Mauricio Tallone / La Capital

No era necesario el golpe de Estudiantes para darse cuenta del descalabro que es Central. El equipo así no puede seguir. Necesita imperiosamente un cambio, una determinación de alguien que le tire un poco de agua a esta situación incendiaria que atraviesa. Si la referencia es la de ayer, no parece que Daniel Riquelme sea el salvavidas para pilotear este mal momento. Es que su equipo ayer jugó demasiado abandonado a su suerte luego de la expulsión de Garcé, con jugadores a los que les quemaba la pelota y que veían como su rival los zamarreaba a gusto.

Tampoco es justo caerle con todo al Topo Riquelme como el único culpable. Está claro que este presente deplorable viene de arrastre (sumó la cuarta derrota al hilo, 2 con este técnico y 2 de Gorosito). No es su responsabilidad que a los dirigentes canallas los gobierne la indecisión justo en un momento en el que tienen que dar sin margen de error con el sucesor de Pipo.

Lo que sí debe hacerse cargo el DT interino es de que Central haya pasado sin intervalo de la imagen prometedora ante San Lorenzo a la muy venida a menos de ayer.

Por eso el buen partido que jugó Estudiantes no fue independiente de la desorientación de Central. Bastó que Piatti convirtiera la ventaja (43') con un remate que se desvió en Raldes y descolocó a Alvarez, para que Central mostrara su estado ruinoso. Allí empezó a desmantelarse todo el movimiento colectivo canalla, que tuvo a Ledesma sin concesiones con dos perros de presa como Pavone y Calderón. En ese rato, Calgaro también contribuyó al no dejar maniobrar a Verón (era su marca asignada) y desactivando algunos de los avances de Sosa, quien tuvo a maltraer todo el tiempo a Di María y Moreira.

Central siempre jugó corriendo serio riesgo de derrumbarse. Nunca se mostró reaccionario. Y se entregó a otro partido para profundizar su crisis cuando echaron a Garcé. Ahí Riquelme buscó soluciones con Braghieri y reacomodó la defensa, pasando el debutante a la izquierda, quedando Moreira-Ledesma como dupla central y bajando Andrés Díaz a la derecha. Pero el remiendo no resultó.

Al contrario, Estudiantes demostró que por algo es el campeón. Nunca perdió la batalla contra la paciencia y no se dejó apurar por el reloj. Simeone hasta tuvo tiempo para airear a su equipo y mandó a la cancha a Lugüercio primero, y luego a Maggiolo y Benítez. Es que el Cholo íntimamente sabía que Central era incapaz de complicarlo en serio, más allá de alguna corrida atolondrada del ingresado Belloso.

Fue tal la claudicación de Central que los dos goles de Lugüercio llegaron cuando el partido ya había entrado en la fase del aflojamiento físico.

Cuesta verlo así a Central. Resignado, con llamativa dejadez, incapaz de general una situación de riesgo y sin detener su caída. Necesita urgente pegar un volantazo, porque de lo contrario no sólo el equipo se irá a la banquina.
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Moreira se toma la cabeza. Zelaya tiene gesto adusto. Una postal del mal momento canalla.

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