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 domingo, 25 de marzo de 2007  
Tema del domingo
La intolerancia encendida de Mr. Burns

La relación entre Buenos Aires y Washington oscila, permanentemente, entre gestos de acercamiento y rechazo. La actual posición del gobierno argentino está con claridad inclinada a fortalecer el Mercosur y los lazos con los países de toda la región. La de Estados Unidos se mantiene en un tono ideológico que machaca en dos cuestiones clave: más y no menos democracia, y apertura irrestricta de mercados.

Las visiones no son absolutamente antagónicas, tanto que los dos países han coincidido en lo que pomposamente se conoce como la política de seguridad hemisférica contra el terrorismo, en una acción común contra el narcotráfico, en la no proliferación nuclear en la región, en la pacificación en Haití y en la investigación judicial sobre el atentado a la Amia que, según el deseo de Washington y Tel Aviv, incrimina a Irán.

El número tres del Departamento de Estado, Nicholas Burns, se encendió este viernes en la capital estadounidense y en un hecho con pocos antecedentes, recriminó a la Argentina que el presidente venezolano Hugo Chávez hubiera sido el invitado especial de un acto en el estadio de Ferro, en Buenos Aires, en el momento en que George W. Bush aterrizaba en Montevideo. "Lamento que ese acto se haya celebrado en Buenos Aires el mismo día en que nuestro presidente estuvo en Montevideo. No creo que haya sido lo correcto", le dijo Burns a Bordón durante una reunión con periodistas, académicos y diplomáticos.

Sólo una visión francamente miope e intolerante de las relaciones internacionales permite que un funcionario como Burns haya dicho lo que dijo. Como pocos agentes públicos son tan orgánicos como los diplomáticos, está claro que no se trató de una "gaffe" sino de la expresión del enojo real que produjo en la Administración Bush que Chávez compitiera desde una tribuna facilitada por Buenos Aires.

La reacción del gobierno argentino no se hizo esperar y varios ministros le advirtieron a Burns lo obvio, que no podía entrometerse en los asuntos internos de la Argentina.

Lo importante de este incidente es que muestra que dos cosas no han cambiado mucho en la última década: la impenitente ignorancia de la diplomacia de Washington sobre los procesos políticos, económicos y sociales que se desarrollan en América latina, producto entre otras cosas de la poca importancia estratégica que le atribuye a la región; y los vaivenes de la política exterior argentina, que fluctuaron de las "relaciones carnales" con Estados Unidos, en los •90, a unas "relaciones carnales" con Venezuela en esta década, lo que demuestra que la política exterior de nuestro país jamás se planta sobre sus intereses de fondo (no es una política pública más allá de quien gobierne) sino que depende de la impronta de cada Administración.

Exactamente lo contrario de lo que sucede con las cancillerías brasileña y chilena, por citar a dos Casas con una larga tradición de coherencia y eficiencia, basada en los parámetros de los intereses de Brasil y Chile.

Se ha dicho que el presidente Néstor Kirchner era una suerte de "moderador" de la influencia de Chávez, al igual que su colega Luis Inacio Lula da Silva. Se afirma, incluso, que el reciente acuerdo entre Brasilia y Washington en el tema de los biocombustibles es un intento por morigerar la dependencia de Estados Unidos del petróleo venezolano.

En efecto, Bush está preocupado por el apoyo de Venezuela a Cuba y a otros países centro y sudamericanos, como Nicaragua y Bolivia. Y Chávez se siente cómodo como antagonista ideológico de Bush, quien lo ve como un Fidel Castro ricachón, que navega en petróleo, y que está decidido a ocupar el lugar de influencia que Estados Unidos detentó en el Hemisferio. Todas estas cuestiones parecen fuegos de artificio en un duelo en el que cada cual ocupa el lugar que le corresponde, pero sin salirse nunca del rol previsible que deben tener.

Por Julio Villalonga
Los enojos de Burns lucen exagerados y extemporáneos porque la moderada política exterior argentina, en línea en esto con la brasileña, nada tiene de antiimperialista. En los •70 se afirmaba que avanzaba el "antiimperialismo por América latina". Es probable que el canciller Jorge Taiana haya entonado estas cuartetas en alguna manifestación en contra de la guerra en Vietnam, por imaginar una escena. Hoy lo que avanza es apenas un embrión de acuerdo entre países con intereses, padecimientos y potencialidades similares. Nada más. Y nada menos. Parece que a Burns le han dicho que ni esto puede ser tolerado.
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