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 domingo, 18 de diciembre de 2005  
[Nota de tapa]
Imagen y relato de una masacre
Fotografía, chatarra urbana, desechos y otros materiales se asocian en “Ezeiza - Paintant”, un mural de treinta metros que exhibe el Malba en Buenos Aires y donde el rosarino Fabián Marcaccio recrea un episodio clave del pasado reciente

Rodolfo Montes / La Capital

Un enorme mural domina la terraza del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba, Figueroa Alcorta 3415, Capital Federal). Son treinta metros por 2,5 de altura donde el rosarino Fabián Marcaccio trabajó durante un año y logró contar un historia conocida, pero nunca comprendida en su totalidad por los argentinos: la masacre de Ezeiza. El relato del artista radicado en Nueva York fue producto de una precisa investigación histórica, acudiendo a documentos y a entrevistas con testigos presenciales. Luego integró con audacia y maestría distintas técnicas: fotografías -reconstruyó situaciones con actores-, pintura, retoque y digitalización, reportes periodísticos, restos y fragmentos culturales de la industria publicitaria y el collage con desechos y chatarra urbana.

Al cabo, una gigantesca evocación revivificada de la trágica jornada del 20 de junio de 1973, una cacería que concretó la derecha peronista contra miles de jóvenes de izquierda que llegaron a Ezeiza con clima de picnic y estética militante, y se encontraron con las balas que partieron desde el mismo palco. A Perón nunca llegaron a verlo porque ni siquiera aterrizó en Ezeiza. La crisis final del peronismo ya no tendría retorno, y la cuenta regresiva del golpe del estado se ponía en marcha.

Entre las búsquedas previas, Marcaccio rescató investigaciones periodísticas como "Ezeiza" de Horacio Verbitsky y "La voluntad" de Martín Caparrós, y numerosas entrevistas a personas que estuvieron aquel 20 de junio, en la fallida jornada del regreso de Perón a la Argentina. La idea del artista no fue producir una reliquia, "mitificada, abetunada", sino presentarla como una actualización. El desastre de Ezeiza fue un desastre "de todos los argentinos, al que todos tenemos derecho", dice Fabián Marcaccio a Señales, desde su estudio en Manhattan, desde la otra punta del teléfono. "Es como el derecho a la felicidad. La primera idea que tuve fue presentármelo a mí", agrega.


MARCAS DE ÉPOCA
El mural se mira en paralelo al cuerpo y luego cae al suelo. Se trata de una idea pictórica, aunque también tiene un correlato con hechos, la gente en Ezeiza corrió por el pasto y luego fue cayendo al suelo. "Ezeiza" rescata con maestría las distintas marcas culturales de la época, como el mundo publicitario: allí puede verse el logo de un recordado shampoo, Toque final, curiosamente junto a la cara de José López Rega, un hombre clave en la ofensiva fascista contra la juventud radicalizada de izquierda.

Ante la pregunta de por qué "Ezeiza" ahora, Marcaccio contesta con otro interrogante: "¿por qué no?". Apropiarse de situaciones históricas "es una de las mejores cosas que el arte pude producir", define. Para el autor de "Ezeiza - painting" "todos los días se demuestra que no hubo fin de la historia, ni fin del arte, como llegaron a decir en la década pasada. Ante cada sentencia de fin, resulta que el finado da un coletazo".

Marcaccio vio en Ezeiza un núcleo de conocimiento, fuente epistemológica, "un pozo ideológico en el peronismo", donde por un lado crece una izquierda juvenil y va rumbo a Ezeiza, pero, a su vez, se encuentra con una "derecha que la estaba esperando, y la recibió a tiros desde arriba del palco". Entonces surge de la boca de un verborrágico y analítico Marcaccio el concepto de Ezeiza como núcleo de la "desrealización" argentina. Algo contrario a la realización que suelen construir otros procesos políticos y culturales, donde la sociedad se ordena, las clases sociales se ubican, se estabilización. Eso vale también para el arte, "cuando hay realización, surge, por ejemplo, el arte pop", ejemplifica.

En la "ola" final del mural, que se desengancha de la pared y cae al piso, como un recorrido que sin dudas terminó mal -y terminó en dictadura-, Marcaccio ofrece, casi como rezagos del relato, que se van acumulando, una publicidad de Ford Falcon: "Un fierro", decía, créase o no, el slogan del auto emblemático de la represión ilegal en la Argentina. En los tiempos de la primacía de la violencia de las armas, la sugerencia era comprarse "un fierro".


LA VERGÜENZA NACIONAL
Para mirar todo el mural de Marcaccio se necesitarían cuatro ojos. Se inscriben muchas situaciones juntas en distintos planos, y planteadas con diferentes técnicas. Por momentos es difícil elegir entre mirar el detalle o el conjunto, los elementos fotográficos del fondo del mural, o aquello que Marcaccio sumó en la superficie con estilo de collage berniano, elementos de descarte de una cultura de consumo, materiales que están ahí y transforman al mural en algo más que pura imagen desmaterializada. "Hay un tramo donde el único que mira a la cámara es un perro", avisa el artista.

El movimiento propio del cine que sugiere el mural queda dado por el movimiento del espectador, que camina, recorre la historia, mira hacia el cielo y hacia abajo, va descubriendo distintos puntos de vista de la obra.

El rosarino comenta del otro lado de la línea que el otoño de Nueva York ya va tomando color de invierno crudo, pero se consuela rápido. En enero volverá a pisar su ciudad natal, y esta vez en compañía de su primer hijo, recién nacido. Queda claro, Rosario no es cualquier lugar en el mundo. Será por eso que ciertas tradiciones artísticas de la ciudad lo acompañan siempre. Como el genial artista Lucio Fontana, "que hizo un agujero y pasó a través de la pintura. Ezeiza es un agujero retórico, tal vez equivalente al agujero de Fontana en la pintura". A su vez, dice, "quiero mantener viva la estética de la chatarra", pensando en otro referente, Antonio Berni.

En el largo recorrido de treinta metros de "Ezeiza - Painting" no hay referencias políticas partidarias porque "no hay vocación de reducir a Ezeiza a una mera lectura de elementos ideológicos, que los tiene, pero no lo colman". En todo caso, los hechos de Ezeiza "fueron una vergüenza nacional, ni más ni menos que otras vergüenzas de otros países". Y el desafío artístico estuvo marcado en "apropiarse de Ezeiza, mediante el mural, de un modo activo, apropiarse de nuestra historia".

La idea del "Ezeiza - painting" se armó en la cabeza del rosarino "como un dictado que fluyó, que me iba llegando desde algún lugar, que estaba inscripto en alguna parte de mi personalidad. Siempre quise hacer esta obra", remata el artista. Luego recuerda que el hecho de la recordada masacre "sucedió cuando yo era un niño, pero igual me impactó toda la combustión política de la época. Cuando surgió la posibilidad de hacer la obra funcionó directamente como un dictamen".


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Fabián Marcaccio en el proceso de montaje.

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