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 domingo, 18 de diciembre de 2005  
Fe Pública. Arturo Guaita y Rossanna Paccie, matriculados en espera
escribanos

(Viene de página 3)


"Es muy importante que los senadores traten este proyecto y que la ley salga pronto", dijo la legisladora, quien agregó que seguir cobrando a los profesionales una matrícula cuando no pueden trabajar ni como abogados ni como escribanos es "una burla".
"Tener escribanía ha sido un privilegio, y el concurso será una forma de terminar con ello. Luego comenzará la segunda pelea, la de garantizar la transparencia de esa dinámica de selección por aptitudes", dijo Aranda.

A los legisladores les queda aún una discusión pendiente: si el proyecto incluirá o no la figura del escribano adscripto, que fue derogada en los 90. Antes de esa decisión, el adscripto ocupaba el lugar del titular prácticamente por herencia. Con años de trabajo en su haber, se podía convertir en el titular de la escribanía. El Colegio de Escribanos pretende que la figura se reincorpore, pero que la adscripción sea concursada. Los diputados aún no cerraron la discusión.


Dos títulos para no trabajar
Tanto la Universidad Nacional de Rosario (UNR) como la Universidad Católica Argentina (UCA) forman escribanos, sin la garantía de que puedan algún día tener su propio Registro de Contratos Públicos. Es que los flamantes egresados quedan a la espera de registros vacantes, que se generan tras la muerte o jubilación de un profesional o la creación de nuevos registros, lo que implica un lapso superior al año que tienen para mantener la matriculación vigente por valor de 900 pesos. Un período que esta vez se prorrogó por decreto del Ejecutivo por 180 días más, venciendo en marzo próximo.

Así, la tarea de ejercer como escribano resulta cuanto menos ardua, azarosa y costosa. Primero hay que recibirse de abogado y luego cursar dos años el posgrado de especialización. Pero, a diferencia de otras profesiones, matricularse en el Colegio de Escribanos no es sinónimo de convertirse en notario. Hay que anotarse en una lista de espera que se renueva cada año y tramitar una información sumaria en la Justicia. Y si no hubo oportunidad de ocupar una vacante, el profesional cae de la lista, lo que implica que pierde el lugar de espera y lo obliga a repetir todos los trámites al año siguiente.

Lo peor de esto es que el profesional no puede ejercer como abogado; ya que anuló su matrícula porque su calidad de funcionario público es incompatible con el ejercicio de otra profesión. Y tampoco puede trabajar como titular de una escribanía tal como lo hacen hoy los 296 colegas de Rosario.

¿El resultado? Desazón, desocupación o la creación de profesionales con dos títulos, convertidos en mano de obra barata.
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