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 domingo, 21 de agosto de 2005  
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Mil nombres, un nombre
Gabriela Saidon es la autora de una biografía sobre Norma Arrostito, la única mujer que integró la conducción de Montoneros en sus inicios

Lisy Smiles / La Capital

"La Gaby", "Irma", "Norma", "La Viuda", una "asesina/o", "La Montonera" son sólo algunas de las maneras de nombrar a Norma Arrostito, pero también de hablarla. Porque justamente eso es lo que rastrea Gabriela Saidon en su libro "La Montonera", hacer hablar los silencios sobre la historia de la única mujer que formó parte del grupo que dio origen a Montoneros.

Arrostito cautiva a Saidon más que por sus palabras, por sus silencios. Silencios que, de acuerdo a las palabras vertidas por múltiples testimonios, la ubican en un alias o en otro. Y detrás de cada nombre se construye una historia. Entonces la autora -licenciada en letras, periodista y escritora- usa esas historias relatadas para armar una mujer y en esa construcción, ella también se permite hablar la historia de Arrostito.

El libro (editado por Sudamericana) abre con la reconstrucción del hecho fundacional de lo que luego sería Montoneros: el secuestro del teniente general Pedro Eugenio Aramburu. En ese capítulo, justamente titulado "Aramburu", Saidon incluso deja que Arrostito hable al reproducir sus testimonios publicados en "La Causa Peronista". Allí se muestra a la militante pura acción, detallando cómo se habían llevado a cabo en el plano real las tácticas ideadas por aquel grupo (el comando Juan José Valle) que se lanzó al terreno un 29 de mayo de 1970, a un año del Cordobazo y en el Día del Ejército.

El 1º de junio Aramburu es ejecutado luego de haber sido juzgado por un "tribunal" (comillas de la autora) por su responsabilidad en los fusilamientos de civiles en José León Suárez, en junio de 1956, y por el secuestro del cadáver de Evita, entre otras acusaciones. Pasaría más de un mes para que el rostro de Arrostito se viera en la tapa de los principales diarios como una de las buscadas por la muerte del militar. Y a los pocos días esa foto, junto a las de Fernando Abal Medina, Carlos Ramus y Carlos Capuano Martínez, tomaría forma de afiche para ser pegado en las paredes de las ciudades pidiendo por ella. Allí dicen que había recibido adiestramiento militar en Cuba, que era "una hábil maquilladora" y que usaba pelucas.

Así como ese comando, que "en términos generales no superaba la docena de integrantes", había realizado su acto fundacional, Saidon funda su libro en este primer capítulo donde permite entrever qué vendrá luego. Y así deja traslucir a "esa mujer" (en este caso Arrostito) pareja de Abal Medina, militante proveniente del Partido Comunista, hija de un matrimonio de clase media, que sintió "la fortaleza" de encarar la acción y no sólo palabras, pero también descubrió la profundidad de lo actuado, que la llevaría al límite: la muerte.

La presencia de Arrostito en ese grupo fundador de Montoneros interroga a Saidon sobre la prehistoria de ese momento. Entonces la autora describe el hogar dónde nació quien después sería "La Gaby" para su compañeros, cómo eran sus padres, dónde estudió y su primer matrimonio. Después volverá sobre los hechos cuando la describe como "La Viuda", tras la muerte de Fernando Abal Medina, su gran amor, y a través de testimonios, de búsquedas bibliográficas y de artículos de distintos medios cuenta el silencio de Arrostito cuando debió guardarse y comenzar a alejarse de la estructura de conducción.

Y es quizá una entrevista con Antonia Canizo cuando Saidon disfruta más de dejar que Arrostito se cuele en el libro como "La Amiga". Canizo fue eso, amiga muy cercana de Arrostito. Saidon publica, en forma completa y casi sin edición, una entrevista que le realiza a Canizo, donde se descubren nuevas voces sobre otra vez "esa mujer" (la Arrostito) como compañera, su salud, su relación con los hombres, su inserción en Montoneros, sus supuestos cruces con Galimberti y Firmenich.

Después vendrá Ezeiza, Cámpora, Perón, la Plaza de Mayo, las disputas, Isabel, López Rega y el límite se acerca. Pero Saidon lo desafía también desde el principio, quizá como Arrostito, cuando en la tapa del libro publica como ilustración la foto del supuesto lugar donde matan a la montonera. Supuesto no, fraguado.

Allí, Lomas de Zamora, 2 de diciembre de 1976, no matan a Arrostito como sí se publicó en los medios argentinos. Allí, se monta una escena, otra mujer fue fusilada y no "esa". Arrostito vivía por entonces en Barracas, el sur porteño, y "tenía pautada una cita con una tal «Mercedes» a las 11. Salió hacia ella y nunca más se la vio. Un grupo de tareas de la Marina la capturó y la llevó a la Esma", advierte la autora.

Ese siniestro montaje es reproducido por los medios y el 4 de diciembre del 76 los argentinos empiezan a leer en detalle y hasta por entregas cómo había muerto Arrostito (imperdible cómo Saidon desmenuza la cobertura de la revista Gente, por ejemplo). Mientras, en la Esma capucha y grilletes esperaban a "La Gaby", quien pasó a convertirse en trofeo de los represores para blandir ante las otras fuerzas e incluso ante los demás detenidos. La mostraban como un símbolo, "querían demostrar que si la tenían a ella, habíamos perdido", recuerdan ex detenidos.

A esa altura del libro, Saidon busca el final, y cuenta cómo fueron los días de "La Gaby" en ese "infierno". Para eso echa mano de testimonios de otros detenidos que cuentan hasta con versiones contrapuestas cómo se manejaba y manejaban a Arrostito en ese campo de concentración, la relación con los captores, su vuelco al misticismo y el final. Una inyección de pentotal entró en su cuerpo el 15 de enero de 1978, sujetada por un enfermero, bajo la atenta mirada de un médico y por orden del "Tigre" Acosta, según coinciden los testimonios.

Saidon opina que no sólo el secuestro y ejecución de Aramburu sellaron su muerte, sino que al fraguar su asesinato se ponía en marcha su agonía hasta que llegara nada más que la decisión de desaparecerla definitivamente. Y Arrostito pasó a integrar esa siniestra lista de 5 mil detenidos-desaparecidos de la Esma, porque su cuerpo nunca apareció. Se supone que fue una pasajera más de los vuelos de la muerte.

"No hay dos demonios, hay uno. El mal absoluto, sin filtros ni disimulos. El infierno está en esta tierra", escribe Saidon en un intento de hacer hablar a los sentimientos de Arrostito en su agónica detención. "Sabe, también, que ella no se va a salvar, que en cualquier momento la matarán... Sabe que no hay libertad para Gaby, "La Montonera. Lo sabe desde el infierno. Lo sabe cada amanecer", arriesga Saidon tras dedicar 171 páginas a desmenuzar la historia de vida de esa chica de clase media: Norma Arrostito, "La Montonera".
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Ellos. Arrostito, Firmenich y Abal Medina en el cartel de "buscados" (julio de 1970).

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