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 domingo, 21 de agosto de 2005  
El cazador oculto: "La parodia de la guerra del rating"

Ricardo Luque / Escenario

Adrián Suar conoce el negocio como pocos. Y es por eso que no se la cree. Confía en sus instintos, y por qué no habría de hacerlo si es un animal de televisión, pero nada más. No tiene la bola de cristal y lo sabe. Pero lo más importante, sabe que nadie la tiene. O mejor, sabe que en la televisión es imposible saber a ciencia cierta lo que vendrá. Que no queda más que disfrutar el momento. Y eso es "Sin código", un recreo de la guerra del rating. Que da pelea, claro, pero con la mejor de las armas: el humor. Y más, tiene el valor del general en el campo de batalla. Llena de espíritu a la tropa. Y es así sencillamente porque su Gabriel Nielsen no es más que es una parodia de sí mismo. Tiene "demasiados escrúpulos" para ser productor de televisión, no se banca el "chusmerío barato" y, con una ternura de jardín de infante, se emociona hasta las lágrimas cuando escucha a Raphael cantar "Yo soy aquel". Y, como si no supiera qué es el miedo, muestra sus cartas. Porque la escena que abrió el ciclo no fue más que una declaración de principios. "A las divas como usted yo las cuido", enfatizó mirando a cámara con la certeza de que del otro lado de la pantalla lo estaban mirando. Y no mentía, tampoco actuaba, sus palabras no decían más que lo que, desde que saltó a la grandes ligas con "Poliladron", siempre hizo. Le devolvió a las grandes glorias olvidadas de la televisión el lugar que se merecen. Y demostró que el retiro al que las había obligado el imperio de la juventud que dominaba la pantalla hasta su desembarco como productor era injusto y, sobre todo, inútil. Porque, aunque usted no lo crea, las estrellas del ayer también facturan y a lo grande. Si no pasen y vean a Diego, que con su resurrección en "La noche del 10" no sólo puso a Canal 13 en el centro de la escena, como hacía tiempo no lo estaba, sino que, además, llenó sus arcas de gruesos billetes. ¿Hará lo mismo con Susana el año que viene? Falta mucho, mientras tanto se da el gusto de jugar el juego que mejor juega y que más le gusta. Se mira al espejo y, como en los cuentos de los hermanos Grimm, le pregunta: "¿Yo soy aquel?". La respuesta está cantada. Por el Niño, claro, que cada día canta mejor.
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