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 domingo, 21 de agosto de 2005  
Cuando el sida asustaba a médicos y pacientes
Un libro de Jorge Galíndez relata las dificultades vividas para atender a los pacientes en los inicios de la epidemia

Cuando el sida irrumpió en Rosario era frecuente escuchar frases de los médicos como "si mis pacientes se enteran de que estoy tratando a una embarazada con VIH, probablemente me quede sin trabajo" o "yo te atiendo, pero calladito". Es que en esa época los profesionales estaban aterrorizados porque desconocían la enfermedad y muchos no querían arriesgarse a enfrentarla. Uno de los que se animó fue el ondontólogo Santos Coppi, quien revisaba las bocas de esos pacientes a la madrugada. Sus colegas lo habían bautizado "el loco del sida". Esta es una de las tantas historias que relata Jorge Galíndez en su libro "Ya no es tan grave. La historia de los médicos que enfrentamos al sida", que se presentó el viernes en la Bolsa de Comercio.

Galíndez es otro de los profesionales que asumió el riesgo gracias a la influencia de Oscar Fay, quien fue el primero en percibir la dimensión y el impacto que iba a tener la incipiente epidemia. En el libro, el autor le dedica un capítulo llamado "Mostrar caminos" donde le agradece por haber despertado en él la vocación por trabajar en la lucha contra la enfermedad.

Desde ese momento dedicó todos sus esfuerzos a estudiar y tratar la patología. Fue a capacitarse a la Universidad de Barcelona donde obtuvo un master en sida, y en el Hospital Eva Perón de Granadero Baigorria creó el consultorio para la atención integral de pacientes con VIH/Sida.

"Eran los tiempos de la palmoterapia. No había ningún tratamiento y lo único que podíamos hacer era decir: «Yo estoy con vos, pongo mi brazo en tu hombro, te palmeo, con todo el dolor del mundo te digo que no puedo hacer mucho, pero voy a estar con vos hasta el final»", recuerda Galíndez en su libro.

En ese entonces había médicos que se negaban a tratar la patología, aunque había otros que asumían el reto. Este es el caso de Coppi, el único dentista que los atendía y debía hacerlo en la clandestinidad.

Los pacientes estaban desesperados porque no sabían qué iba a pasar con sus vidas, y quienes la pasaban peor eran los niños. Es que antes muchas embarazadas con el virus tenían a sus hijos enfermos, los pequeños solían quedar huérfanos y debían ser criados por sus abuelos. "No fue ni es sencilla la tarea de los pediatras, más aún en los primeros tiempos en los que la muerte estaba rondando", cuenta Carmen Martearena, médica del Hospital de Niños Víctor J. Vilela.


Cambió la historia
Ese panorama desalentador comenzó a cambiar a partir la indicación de la primera droga utilizada para el sida: el AZT, que transitoriamente mejoraba la calidad de vida de los pacientes. Pero la historia de la enfermedad verdaderamente se modificó cuando los científicos demostraron que un cóctel de tres drogas lograba controlar el virus.

"Me emocioné mucho cuando escuché esa noticia en el marco del Congreso Mundial de Sida realizado en (la ciudad canadiense de) Vancouver durante el 96. Porque a partir del nuevo tratamiento podía comenzar a disminuir la mortalidad y teníamos al fin algo que ofrecerle a los pacientes", destaca Galíndez.

Hoy en los consultorios médicos hay optimismo y esperanza. La medicación llevó a que los pacientes puedan convivir con el virus y tengan una buena calidad de vida.

B.T.
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