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 domingo, 21 de agosto de 2005  
Revival. Decenas de burdeles florecen hoy en la ciudad
Un espíritu prostibulario que sigue con vida 85 años después
A diferencia de los pioneros de Pichincha, ahora las casas de citas están en el centro y se publicitan en Internet

El ritual era conocido. Las mujeres subían a una calesita enfundadas en trajes de tul y giraban delante de los ojos libidinosos de sus potenciales clientes. La elección se hacía dentro del prostíbulo más famoso de Pichincha: el Madame Safó. Eran los días en que Rosario se posicionaba como "La Chicago argentina" y se convertía en una ciudad con una variada oferta sexual. Hoy, unos 85 años más tarde, el espíritu de burdeles, madames y cafishos recobra tal vigencia que el mote de "La Chicago" acaso vuelve a sobrevolar sus calles. Ya no está la enigmática Safó, por supuesto; en su lugar aparecen "Mary, Gold, Laurita y Pelusa", y a cambio de la vieja calesita ahora la elección de las chicas se puede hacer por Internet. ¿Los burdeles? Selectos reductos céntricos, muchos de ellos casas antiguas, en donde hay camas redondas, espectáculos sexuales y barras de tragos. Cambiaron las modalidades, pero el espíritu prostibulario sigue intacto.

Los avisos de chicas (y chicos) llenan cada domingo unas dos páginas de clasificados. Allí también aparecen los nombres de las sucesoras de aquella madame que cobró una extraordinaria fama en 1920. Nombres la mayoría de las veces inventados invitan a disfrutar de "doncellas, chicas vip, ardientes diablitas" y hasta "modelos Playboy".

Encontrarlas no resulta difícil. Tan solo hay que concertar la entrevista telefónica, conocer previamente alguna de las chicas por Internet y lanzarse a recorrer el barrio que esconde decenas de prostíbulos y ya se convirtió en la versión siglo XXI del viejo Pichincha: el casco céntrico.


Promociones y "sex concert"
Allí, muy cerca de las peatonales y hasta ocupando viejas casonas dentro de los bulevares, las chicas ejercen la profesión "más vieja del mundo", tal cual lo hicieron sus colegas francesas y polacas que poblaron míticos burdeles como el Petit Trianón y El Gato Negro.

Y como lo hacían algunas de ellas, ahora hay quienes eligen nombres franceses para darse "un toque de importancia". Muchas son estudiantes, jóvenes y con largas horas de gimnasio sobre sus espaldas. Perfeccionan coreografías y hasta admiten que logran "un importante ingreso mensual" abrazando esta profesión.

Si hasta algunas le otorgan a su actividad un valor que roza con la transgresión despojándose de los prejuicios y la carga negativa atribuida a la prostitución. Así, asumen su trabajo con una actitud relajada que las aparta de las reglas generales de la profesión: chicas pobres de Rosario, su región y, por sobre todo, del norte del país, capturadas por regentes que las distribuyen en burdeles de mala muerte, y, en su mayoría, obligadas a ejercer la prostitución, mientras acunan la esperanza de algún día abandonar esa vida.

La nueva movida prostibularia rosarina tiene un importante soporte en Internet. En rigor, es en el ciberespacio donde cada uno de los burdeles muestra su mercadería. No obstante, el cliente también puede elegir su compañía en vivo y en directo.

Los prostíbulos son en su mayoría viejas casonas que intentan pasar lo más desapercibidas posible para los ocasionales transeúntes: tan solo una puerta que no llame la atención de curiosos vecinos, un contestador automático y, en algunos casos, una cámara para chequear de antemano quien pretende ingresar.

Una vez adentro, la fisonomía cambia de acuerdo al nivel del burdel. Los más selectos tienen su propio espacio para "fiestas privadas", que cuenta con una cama redonda que sirve de escenario en el que se realizan diversos shows, una barra de tragos y hasta la posibilidad de degustar algunos copetines.

También están los que se especializan en clientes más jóvenes que apenas abandonaron la adolescencia. En estas casas los espacios están separados solamente por lonas. "En realidad forman como unos boxes que te dan un poco de privacidad, pero la verdad es que escuchás todo lo que está pasando al lado", contó un parroquiano con las reservas del caso.

Y como la cuestión está destinada a un público menos pudiente, en estos reductos existe la posibilidad de tomar alguna cerveza, charlar un rato y luego partir sin necesidad de desembolsar unos cuantos billetes para pagar los servicios de las chicas.

"Vamos generalmente a la salida del boliche. Hay unas mesitas para que puedas tomar algo, charlar con las chicas y después te vas, no hay drama", confió una de las fuentes consultadas.

La proliferación de burdeles es tan grande que hasta hubo uno que funcionó a metros de la ex sede de la Jefatura de Policía, en Moreno entre Santa Fe y San Lorenzo. Pero tal vez el crecimiento de su fama hizo que el sitio ya no fuera tan reservado, lo que lo obligó a abandonar el barrio.

En las primeras décadas del siglo XX la prostitución estaba legalizada, tenía su propio lugar en la ciudad y las mujeres eran sometidas a controles sanitarios. Hoy las reglas son distintas, la práctica es ilegal y hasta se mudó el lugar preferido en el cual se asientan los prostíbulos.

Es más, mientras a Pichincha lo invade una mezcla de nostalgia y recuerdos que rozan lo prohibido, el centro se muestra como el sitio en el que florecen los émulos del Madame Safó y el Petit Trianón. Todo bajo grandes luces, pero solapado por las sombras de lo oculto y lo discreto. En fin, cambiaron las modalidades, pero el espíritu prostibulario sigue intacto.
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