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 domingo, 03 de abril de 2005  
Educación: Sin excusas para la expresión

La crisis económica de 2000 golpeó y afectó drásticamente a la escuela. Esta debió adaptarse rápidamente a la nueva y lamentable realidad, convirtiéndose en comedor, ropero, espacio de contención, en lugar de encuentro y de recreación, sin abandonar su rol principal: enseñar a aprender.

Muchas veces amaneció sin tiza, los alumnos sin lápices ni cuadernos y los profesores de las disciplinas artísticas tuvieron que recurrir a nuevas o inusuales estrategias para el dictado de sus clases; es decir, como nunca antes, los enseñantes tuvieron que apelar a todas las herramientas de la creatividad para sostener aquellos 45 minutos de clase y seguir generando nuevos aprendizajes en sus alumnos.

Era habitual, entonces, observar a los maestros de las especialidades artísticas junto a sus alumnos recorriendo las calles, juntando cartones, gomaespuma, telas, tubos, papeles, plásticos, flores o tallos para fabricar pigmentos o juntando la resina expuesta de los árboles para transformarla en pegamento.

De toda esta labor de reciclaje semanal obligatorio nacían los instrumentos musicales más raros: las orquestas rítmicas con sonoridades y timbres desacostumbrados, inéditos, que ayudaban a expandir la percepción auditiva de niños.

Desde las artes visuales aparecían nuevos objetos: las máscaras más espectaculares, cuadros con texturas múltiples, grandes móviles con mixtura de materiales. Los niños aprendían a transformar aquellos materiales que encontraban en la calle y que guiados por el maestro, cobraban vida y se hacían obra de arte.

Pero la clase se desarrollaba igual, no había excusas para no hacerlo y niños y niñas aprendían sobre el sonido, acerca del color, la forma, la armonía, del ritmo, del movimiento.

Sin embargo, aunque se quisiera, no es posible aseverar que en todos los establecimientos haya sucedido lo mismo y las clases de educación musical y de educación plástico-visual se desarrollaran pensando en generar aprendizajes.

Muchas veces, la excusa más recurrente escuchada era: "es que en la escuela no tengo radiograbador, así que me es imposible dar la clase. Hago lo que puedo, pero con esos nenes no se puede hacer demasiado", o bien, "¡la escuela no tiene ni un pincel y estos pibes no traen nada! Yo no puedo trabajar así. Los dejo que dibujen lo que quieran y con lo que tengan, total..."

Tan mezquinas razones han hecho que el área se desvalorice y estas disciplinas tan significativas se transformaran en actividades repetitivas, aburridas, poco o nada creativas, donde el estereotipo ha echado raíces muy profunda y donde tampoco existe voluntad para cambiar o revertir la realidad imperante.

La crisis señalada exigió hurgar en la creatividad para que niños hicieran lo propio, obligando a los docentes a investigar, a explorar nuevos materiales, en los lugares más insólitos; y aquella realidad forzada hizo que se entendiera que cuando los docentes se proponen realizar y cumplir su tarea diaria de enseñar a aprender, no existen excusas válidas, ni crisis, que los pueda frenar.

El próximo paso, inmediato y urgente, es revalorizar la escuela, sus aprendizajes y, entre ellos, las disciplinas del área expresiva, que es donde el hombre, niños ponen a prueba todo su bagaje creativo, afectivo e intelectual; es decir, el área de educación artística es como la manija y la puerta a la vez de todos los demás conocimientos.

Daniel Tillería Pérez

Licenciado en gestión de la educación
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