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 domingo, 03 de abril de 2005  
Juan Pablo II evitó la guerra con Chile

El Papa Juan Pablo II le evitó a Argentina una guerra con Chile, preparó a la sociedad para la derrota ante Gran Bretaña y convocó a una multitud en la avenida 9 de Julio, en el marco de la Jornada Mundial sobre Juventud.

La extensa y profunda relación del Santo Padre con el pueblo argentino comenzó en 1978 y a menos de dos meses de asumir el trono de Pedro, cuando en diciembre envió al cardenal Antonio Samoré para evitar el enfrentamiento bélico con Chile.

Samoré sirvió de precario, pero definitivo, puente de diálogo entre los regímenes militares de ambos países, que velaban las armas para dirimir la soberanía sobre el Canal del Beagle y las islas australes Lennox, Picton y Nueva.

El propio Santo Padre puso en juego toda su figura espiritual y política para frenar los ánimos belicistas de Chile y Argentina, cuyo jerarcas de las dictaduras militares querían librar por las armas las diferencias que no lograban acercar con diplomacia.

El final del conflicto derivó en que hoy en día el apelativo de Samoré se conoce en la Argentina casi como un sinónimo del negociador que tiene facultad y respaldo para lograr un acuerdo entre posturas irreconciliables.

La segunda intervención de Juan Pablo II estuvo marcada por la contención a la desazón de la derrota ya presentida y hasta anunciada por el propio Juan Pablo II en la guerra de Malvinas, en junio de 1982.

El Santo Padre estuvo horas en Buenos Aires, el 11 de junio, habló con el dictador Lepoldo Fortunato Galtieri, a quien le recomendó frenar una batalla militar ya perdida.

Como parte de su visita, el Santo Padre ofició una misa en la catedral de Luján, a la que asistió una imponente multitud.

A sólo tres días de la visita, el 14 de junio de 1982, la Argentina anunciaba al mundo su rendición incondicional y el fin de las acciones bélicas, con una derrota que no sólo sirvió para que concluya la locura militarista en el país, sino también el advenimiento irrevocable de la democracia.

Casi cinco años después de su primera visita —y cuando ya los tiempos de Raúl Alfonsín habían dado por terminado el período más negro y sangriento de la historia argentina—, en 1987 el Papa estuvo en la Argentina para participar de la II Jornada Mundial sobre Juventud.

El periplo, que incluyó el recorrido por distintos países de Latinoamerica y culminó aquí, fue el corolario del acuerdo alcanzado con Chile y luego puesto a consideración de una consulta popular no vinculante, que se realizó en noviembre de 1984.

El resultado de esa consulta arrojó altos porcentajes de adhesión que sirvieron de presión para que el Congreso aprobara el tratado de Paz e Integración con el país trasandino. El punto culminante de aquella visita fue la masiva concentración en la avenida 9 de Julio de Buenos Aires, donde una multitud llegada de todo el país y de distintos puntos del globo escuchó las palabras del Santo Padre. La consigna fue “El Papa de la Paz”.

Los cálculos de la época señalaron que fueron más de un millón de almas las que se concentraron en torno al símbolo de Buenos Aires, el Obelisco, para escuchar y ver a quien hoy el mundo y la Argentina despiden en silencio y con angustia. (DyN)
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