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 domingo, 03 de abril de 2005  
El cantante fue ovacionado en Central en un show imperdible
Diego Torres transmitió colores de esperanza en una noche para recordar
El intérprete regaló los mejores temas de su repertorio,dialogó con el público y hasta evocó la figura del Papa

Pedro Squillaci / La Capital

Y si Diego Torres lo pide, en Rosario deja de llover. El Gigante de Arroyito se vistió de gala en la noche del viernes cuando miles de espectadores se convocaron para disfrutar a uno de los exponentes más importantes de la música popular. Con su habitual toque latino y en un formato unplugged, el artista ofreció un show sin fisuras, con una puesta impecable, quince músicos y hasta cuatro bailarinas. La lluvia pasó de largo, Diego se quedó en el corazón de la gente.

Apenas eran las diez de la noche cuando las luces se apagaron y los alaridos, preferentemente femeninos, se mezclaban con los primeros acordes. Vestidas de negro, un grupo de mujeres le ponían una impronta de danza a lo que iba a venir. Diego Torres, de saco, pantalón de cuero y zapatillas oscuras se presentó con su "Buenas noches, Rosario" en un tono más mejicano que porteño. Y la secuela de éxitos no tardaron en llegar.

El buen clima de "Deja de pedir perdón" y el aire reggae de "Sé que ya no volverás" entonó a todos, pero fue con "Cantar hasta morir", el nuevo tema del último disco "MTV unplugged", donde la emoción tomó protagonismo.

"Penélope" despertó un "ahhh" generalizado y la cantaron de punta a punta las hijas y sus madres, que conocían la canción cuando la entonaba Serrat. De pronto, Diego se sentó al piano y quedó solo en el escenario en uno de los momentos más íntimos del show. Cada uno sentía que esa versión de "Dónde van" tenía una dedicación exclusiva. Así se vivió. No importaba el viento que amenazaba ni nada que se le parezca. Fue pura entrega y sentimiento.

El artista tenía muchas más sorpresas. Una nueva escenografía, con una pantalla circular, sirvió para mostrar en fotos con tonos cepia toda la tristeza de los inmigrantes de "Qué será". Y faltaba más.

Además de sus canciones frontales y sensibles, Diego atrapa por su don de la comunicación. Se mueve como pez en el agua arriba de un escenario, no le teme a las multitudes, y habla con cada uno como si fuera un amigo de años. Así como se le escapa una palabrota también puede poner en su lugar a quienes quieren verlo mover la colita. Y siempre cae bien.

"Que no se pierda" y "Tratar de estar mejor" pusieron a la gente de pie, una vez más. Torres demostró su versatilidad en la interpretación al transmitir sensibilidad y energía según los casos. Su voz siempre sonó afinada y la expresividad fue su mejor carta.

El set de Miguelius generó un momento distendido. Es que el DJ tuvo la suficiente ductilidad como para agregar música y humor a través de sonidos guturales realizados con su boca y las manos.

La banda sonó compacta a partir de una dirección musical sólida del tecladista Rolfi Calahorrano, y las sutilezas del guitarrista Luis Cardozo junto al crédito local Palmo Addario. Mención especial para el cuarteto de cuerdas dirigido por Lucho González, que siempre colocó los climas apropiados para cada tema.

Diego conmovió también al dedicar "Color esperanza" a María Antonella Trivisonno y reivindicó el gesto de la donación de órganos. También se tomó tiempo -mientras agradeció mil veces porque no llovía- para hablar sobre el final del show del Papa Juan Pablo II, y honró su humanidad como máximo pontífice, más allá de las creencias religiosas.

Como bis, después de dos horas y media de música, Diego se despachó con "Nostalgias", un tango clásico con el que sorprendió a todos. Habló hasta quedarse disfónico, agradeció una y mil veces, se mostró orgulloso de ofrecer un show distinto al que venía haciendo en la gira y se despidió ovacionado. En "Donde van" había cantado "el tesoro más preciado guardaré". Y no quedaron dudas que quedó dentro suyo.
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Torres, junto al guitarrista Luis Cardozo, a pura emoción en Central.




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