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 domingo, 27 de febrero de 2005  
El habla no es del todo necesaria para el papado

Jutta Lauterbach

Roma. - Apenas despertó de la anestesia, el Papa Juan Pablo II bromeó ya al parecer. "¿Qué habéis hecho conmigo?", escribió en un papel el Sumo Pontífice, de 84 años, según informaciones de de la prensa romana, y mostró la nota a los médicos. Y es que, una de las consecuencias de la traqueotomía que hicieron para que pudiese respirar es que el "gran comunicador" de momento no puede hablar.

Cuánto durará la situación es algo que nadie sabe con certeza. "¿Qué ocurrirá si Karol Wojtyla se queda mudo?", preguntan comentaristas romanos. Sería un caso único en la historia de la Iglesia Católica, de eso están seguros. "Tenemos que esperar a ver cómo se desarrolla la situación en lo que se refiere al habla", dice un hombre perteneciente a las altas esferas vaticanas que quiere quedar en el anonimato. "Pero el habla no es absolutamente necesaria para ejercer el papado. El sólo nos tiene que transmitir sus deseos: con gestos, signos, afirmaciones o negaciones". O por escrito. "Sin duda existe el peligro de que ya no pueda volver a hablar bien", dice el religioso.

Enfermedades y achaques de la edad ya los padecieron papas anteriores. Así, León XII (1978-1903) tuvo que ser llevado en brazos de una sala a otra a la edad de 92 años, según escribe Marco Politi. De Pío XI (1922-1939) se cuenta que a una edad avanzada perdía ya la memoria. De esta forma, dio al parecer órdenes y posteriormente reprendió a quienes las cumplieron porque no se acordaba. Pío XII (1939-1958), por su parte, parece que al final de sus días se aisló del mundo y sólo acordó decisiones con sus hombres de confianza más estrechos.

Tampoco Juan Pablo II pudo el año pasado estudiar un número de informes vaticanos tan grande como antaño, escribe Politi. Pero el Papa tiene estrechos colaboradores en los que confía: los cardenales Angelo Sonda, Joseph Ratzinger, Giovanni Battista Re y Camillo Ruini.

Los cardenales, versados en el derecho canónico, están de acuerdo, según se dice: "También un Papa forzado a la mudez tiene todo el derecho a gobernar. Expondrá sus decisiones con movimientos de cabeza o por escrito y escribirá sus pensamientos en un cuaderno".

Así lo hizo ya el cardenal Andrea Ferrari, quien condujo la diócesis de Milán, la más grande del mundo, hasta 1921. En la última fase de su vida ya no podía hablar, pero daba órdenes por escrito e hizo soberanamente su tarea, según señaló el experto en temas vaticanos Marco Tosatti en el diario La Stampa.

Pese al sufrimiento, una posible renuncia del Papa no es un tema del que se hable. "La nueva estadía en el hospital ha intranquilizado visiblemente a todos", dice el cardenal Walter Kasper, "pero también en este caso hay que contar con su tenacidad". En una segunda nota, el Sumo Pontífice escribió: "Soy para siempre «totus tuus» (todo tuyo)", el lema de su pontificado. (DPA)
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