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 sábado, 26 de febrero de 2005  
Educación para la paz y los derechos de la infancia
Palabra y memoria, útiles para enseñar

Marcela Isaías / La Capital

Colette Charlet es una educadora francesa. Anima talleres de educación para la paz y es miembro del Grupo Francés de Educación Nueva, una organización que resume en su filosofía de trabajo la experiencia de las hermanas Cossettini, entre otros pensadores. De visita por Rosario, habló de una preocupación común para países tan distantes pero también cercanos como lo son Francia y la Argentina: "La segregación que viven los niños". También advirtió que la palabra es la mejor herramienta que encontró en su misión de defensa de los derechos de la infancia.

Colette sólo interrumpe la charla para mirar qué hace uno que otro joven de la Asociación Chicos, a donde llegó para conocer en profundidad el trabajo de este espacio y reencontrarse con su entrañable amigo Rubén Naranjo.

Es la primera vez que visita la Argentina; sin embargo, habla español y sorprende por lo mucho que conoce de los problemas y preocupaciones locales. Y más aún cuando habla y defiende en detalle la obra de las hermanas Cossettini.

Con Leticia se carteó durante mucho tiempo. Hoy se lamenta de no haberla conocido personalmente -la maestra de Alberdi falleció en diciembre del año pasado-. Recuerda enseguida que en sus cartas Leticia le hablaba "de sus sueños, de su jardín, de su infancia y de la alegría de conversar con alguien que vivía tan lejos. En fin, sus cartas estaban llenas de poesía", dice.

Sin embargo, Colette cree que tiene una misión: difundir la obra pedagógica de Olga y Leticia Cossettini. Por eso sugiere, propone, que se la conserve "para todos". Pero además hace un llamado a los investigadores y los educadores que aún no se apropiaron de esta historia, "donde se resaltaba el valor de la solidaridad y la creatividad a la hora de aprender".

No es casual que la maestra francesa, ahora jubilada, admire la experiencia de la Escuela Serena -desarrollada en Rosario entre 1935 y 1950-. La filosofía que inspiró la misma confluye con la de otros pensadores, también defensores de una convivencia posible. Entre ellos se destaca el maestro polaco Janusz Korczak.

Korczak había fundado asilos judíos y católicos en Varsovia, en la época de la primera posguerra y cuando se gestaba el nazismo en Europa. Consecuente con su defensa de los chicos, Korczak fue asesinado por los nazis en 1942 junto a 200 niños judíos de sus asilos.

La educadora francesa también integra el comité de la Asociación Suiza de Amigos del Doctor Korczak y se preocupa porque el pensamiento de este defensor de los derechos humanos sea conocido entre los maestros.

También confluyen en el trabajo de Colette Charlet el ideal del psiquiatra Stavislas Tomkiwicz, sobre el cual proyectó para los niños y jóvenes de la Asociación Chicos una película. "Me sorprendió cómo sin entender la lengua todos se veían atrapados igual por la vida de Stavislas", comenta Colette al referirse al momento de la proyección.


La narración
El pensador francés tenía un lema de trabajo con los niños que entendía podía ser trasladado a la escuela, las definía con tres A: "Actitud Auténticamente Afectiva". En pocas líneas, esto significaba -explica la maestra y ex alumna de las hermanas Cossettini Amanda Paccotti- "primero abrir los brazos, recibir con amor al niño pero sin perder de vista la actitud de denuncia frente a las injusticias".

Al tiempo que se define como una defensora de la educación para la paz, la maestra francesa que visitó Rosario y participó antes en el Foro Social de Porto Alegre (Brasil), considera que "por ahora la diversidad, el multiculturalismo, siguen siendo un discurso".

En este sentido, advierte que "no hay una intención real de salvar esta diferencias" para ponerlas en un trabajo en común. Por eso en su país de origen trabaja con niños inmigrantes que por su condición social y cultural no siempre son integrados a la comunidad.

"La narración es el instrumento elegido. En los encuentros se narran historias, cuentos que pertenecen a los lugares de origen de los niños", dice la educadora al revelar una forma posible para que las diferencias culturales y sociales en lugar de un obstáculo se conviertan en un vínculo.

Pero las formas que aconseja para usar la palabra no se limitan a la narración. Destaca en ella un profundo sentido democrático posible de desarrollar en experiencias escolares. Cita como ejemplo el Consejo de Niños que implementaba cuando era maestra: "No sólo se trataban los problemas disciplinarios, sino que una vez a la semana se discutían ideas de cómo mejorar la convivencia y la enseñanza, y organizar el trabajo de alumnos y docentes".

La educadora francesa suma al valor de la palabra su preocupación porque la memoria también sea una parte fundamental en el trabajo de enseñar. Y de manera inmediata recuerda nuevamente el impacto que sintió al recorrer la casa de las Cossettini por estos días. Confiesa entonces que eso significa para ella un compromiso con un patrimonio "que es universal". Dice, una vez más, que es preciso difundir esa obra que muestra "prácticas concretas llenas de humanidad y fraternidad".
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La educadora francesa Colette Charlet.

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