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 viernes, 26 de noviembre de 2004  
Sobre consumidores y consumistas

Aníbal Faccendini (*)

En el largo recorrido que ha realizado el hombre para ser considerado sujeto de derecho, se efectuaron muchas luchas, controversias y disputas; llegando por fin a que el cuerpo del hombre sea respetado moral y jurídicamente como persona. Así, la voluntad, la autonomía, la soberanía sobre sí y la libertad, entre otras muchas cuestiones, irían consolidando al hombre como ciudadano y comunitario, para lo cual también resultó necesario "expropiarle" el derecho a la dignidad al poder, para distribuirlo entre el pueblo.

Es este camino, construido por la trascendencia de la razón emancipadora, el que permite que los tejidos y los huesos de la geografía del cuerpo se divorcien perpetuamente de ser considerados cosas, renaciendo entonces, la persona con toda su potencia y creatividad.

En nuestro país se concedió normativamente al trabajador dignidad, potencia y estima con las primeras leyes sociales del siglo pasado, como también con las Constituciones nacionales de 1949, 1957 y actualmente con la Constitución de 1994, estableciéndose espacios de libertad social para su desarrollo personal. Todo ello serviría teóricamente -y aun con sus debilidades- para ir instituyendo un trabajador con acceso al consumo, esto es un consumidor, no un consumista. La diferencia entre consumidor y consumista, es sustantiva: el consumidor existe más allá del objeto que consume, trasciende a la marca que porta y a los bienes que posea. Su persona no es absorbida y dominada por el objeto a comprar, ni tampoco su ser está condicionado por lo que consume, porque prima la movilización de la razón, por lo cual el producto no es el eje de la vida de la persona.

Para el consumista, sucede todo lo contrario: el objeto a consumir domina al hombre, éste se cosifica en el objeto, que lo fagocita; el sujeto es el objeto. En el fenómeno del consumismo, ya no se es por sí, sino por lo que se consume y por la portación de las marcas comerciales que exhibe cada uno en su cuerpo y en su diseño social. Aquí, el consumo es para ser, no para satisfacer necesidades, el objeto le provee el ser. Por ende el consumismo, al encontrar la realización personal en el objeto que devora o que lo devora, genera una competencia superlativa entre los hombres para obtener la cosa, esto hace que los seres humanos asuman una actitud despectiva hacia el prójimo y de deserción de la comunidad a la que pertenecen.

Todo esto deviene en la naturalización y sustentación de la injusticia social. La inequidad le garantiza al consumista que muy pocos accedan al producto, pues el que tenga el objeto es, y para ello va a confrontar, masacrando todo vínculo social y de pertenencia. El consumismo, por su naturaleza, también es discriminador y generador de exclusión social, pues está destinado para muy pocos, está vinculado con el alma del poder económico. El consumista busca el distingo social por tenencia de mercaderías o por la fagocitación de productos y servicios, entonces, para que se sostenga la asimetría, tiene que haber excluidos que jamás accedan, si no la fuente de distinción se diluye.

Este fenómeno denota una lógica social expresada en la pérdida de la persona para sí y para los otros y dejando a millones de argentinos con graves problemas económicos fuera de la sociedad, con el desarraigo interno que ello significa. Esta actitud expulsiva es consagrada e impulsada por el Estado en connivencia con los factores del poder económico.

La ruptura cultural y social del consumismo se logra mediante la justicia social, que entre muchas medidas se materializa con la distribución del ingreso vía aumentos salariales, de jubilaciones, de pensiones y con políticas fiscales progresistas. Con ello se logrará que millones de conciudadanos recuperen la dignidad despojada, con trabajo respetable y salarios justos.

Tenemos que abrir la panacea del consumismo para pocos, para que corra el agua para muchos. El hombre debe dejar de ser objeto y mapa de su cuerpo, el sujeto debe dominar al objeto, y para ello se requiere que el Estado y la comunidad nacional impulsen la justicia social: sólo así se demolerá el muro del consumismo para que nazcan los consumidores populares de nuestra nación.

(*) Abogado, mediador y presidente de la Asamblea por los Derechos Sociales (aDS)
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