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 domingo, 07 de noviembre de 2004  
Cacho de Villa Urquiza
¿Te acordás, hermano?... de Osvaldo Daniel Viscoglio
El ex insai izquierdo de Central, Córdoba y Colón es un personaje del barrio, que sólo llegó a jugar un puñado de partidos en primera

Miguel Pisano / La Capital

"Antes lo único que había era jugar a la pelota", resume Cacho Viscoglio la vida en los barrios de Rosario a mediados del siglo pasado, que eran un sinfín de campitos, canchas y clubes, apenas poblados por casas con fondo y quintas por doquier.

Un Cacho de Villa Urquiza. Osvaldo Daniel Viscoglio nació el 16 de enero del 40 en la cortada Asunción, de Matienzo y La Paz, jugó en Defensores de Villa Urquiza, Triángulo y Evita Estrella de la Mañana, y ahora trabaja en la fellinesca carpintería de Cerrito y Gutenberg, una zona de casitas bajas, verde generoso y la encantadora sinfonía de los sapos en las zanjas. Hijo de Linda, que se le fue a los 42 años, y de Salvador, un motorman de los tranvías 21 y 26 que tenía el berretín de armar equipos de barrio, a Cacho le llueven los ojos hasta sacarse los lentes, con sólo preguntarle por ellos.

"Antes era mejor jugar en los torneos que en primera. Todos los jugadores de primera jugaban en los torneos. Decime qué tipo que jugó en primera en aquella época tiene algo más que un taxi", sorprende Viscoglio.

"Antes hacían picar una pelota, armaban un torneo y enseguida compraban el terreno para fundar un club", sorprende Cacho para explicar la reacción en cadena por la cual Rosario contaba con cientos de canchas y clubes de barrio, algunas de las cuales ocupaban manzanas enteras.

Cacho comenzó a jugar a los 13 años de insai izquierdo en Evita Estrella de la Mañana -como se llamaba Morning Star en el afiebrado país del peronismo del 45, en una pintura bien de época-, cuando tenía la cancha en Iriondo y Pellegrini, frente a las de Racing, de Cafferata y de Gardel, pero como se lesionó hasta atajó, con tal de poder seguir jugando: "Salí un cortar una pelota y me desgarré, así que fui al arco y hasta aprendí a patear con la zurda".

A los 14 años Cacho llegó a jugar en Central, en las épocas del Gitano Juárez, aunque en realidad finalmente se cansó de alternar en reserva con Marcelo Pagani. "Un día llego a mi casa y debajo del plato del morfi había una carta, que me había puesto mi vieja. Era una citación de Central para ir a jugar. Voy a practicar a la cuarta, donde éramos un montón como en la colimba. De 11 había un montón, de arquero también, así que levanté la mano para jugar de 10. Mi carrera fue cortita: cuarta, cuarta especial, quinta, primera volante y reserva, hasta que se murió mi vieja y se fue todo al carajo", simplifica Cachito.

"Yo jugaba de 9 ó de 10, pero en Central estaban el Gitano Juárez de 9 y el Loco Castro de 10. Con Pagani jugábamos un partido cada uno porque antes no era como ahora que te cambian tres o cuatro jugadores. Vos ibas de suplente por si al titular le pasaba algo a la noche, si no no jugabas. El único que se cambiaba era el arquero", monologa Viscoglio, que alcanzó a jugar en aquel equipo que formaba con Bertoldi; Ducca y el Negro Cardozo; Alvarez, Minni y el Haroldo Larrosa; Viscoglio, el Ronco Cozza, el Gitano Juárez, el Loco Castro y Chiquito Giménez.

En el 58 Central no tenía wing derecho, puesto en el que improvisaban al Flaco Fontana. Entonces el delegado Juan Piotto le ofreció a Viscoglio jugar en ese puesto desconocido. "Jugué un partido contra Atlanta en Buenos Aires y me lo mandaron a marcarme a Betinotti, que me rompió todo. Andaba mal por mi vieja, que estaba muriéndose. Te canto la justa: yo jugaba en reserva y llegaba cuando todos estaban cambiados. Se me murió mi vieja y se me vino el mundo abajo. Quería que viva toda la vida", vuelve Cacho a su peor día.

En el 60 fue un año a préstamo a Central Córdoba, en aquel equipo en el jugaban Palmintieri; Novillo, Petti, Rivoiro, Chan y Federico. Después le tocó la colimba y se fue a jugar a Colón con el Pato Pastoriza, donde jugaban Chacón de arquero; los hermanos Tao; Héctor Zelada, un wing izquierdo de Boca; y Berros de 9. "El Pato me llevaba los Chesterfield a Santo Tomé, donde había que caminar como cinco kilómetros porque el colectivo no entraba. El era de Refinería. Pato le decían por el hermano y al Omar lo conocía de los torneos", recuerda a su compañero de aventuras.

Personaje del barrio y del fútbol por donde se lo mire, Cacho es el típico jugador de potrero que apenas jugó un puñado de partidos en primera. "Te canto la justa: me gustaba jugar a la pelota como loco, pero no le daba bola porque menos la falopa y los burros, me enganchaba en todas. Y Dios te da una vez. Después no te da más". l
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Cacho Viscoglio en la carpintería de Cerrito y Gutenberg, cerca del club Defensores.

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