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 domingo, 07 de noviembre de 2004  
Panorama político
Simpatía por el demonio

Mauricio Maronna / La Capital

La buena estrella no abandona a Néstor Kirchner, quien, el miércoles, respiró aliviado tras la contundente victoria de George W. Bush. Lo mismo le sucedió el domingo pasado cuando Tabaré Vázquez rompió el más que centenario invicto de blancos y colorados.

La simpatía por el demonio del progresismo (Bush) y la alegría por el triunfo del frenteamplista uruguayo define un rasgo clave en el modo real de ejercer el poder por parte del santacruceño: pragmatismo con pocas fisuras.

Aunque el presidente y sus ministros acordaron no mostrar en público el mínimo rasgo de euforia ante el triunfo del republicano, ya se reprodujo en esta columna (el 26 de septiembre de 2004) el pensamiento íntimo de los habitantes de Balcarce 50: "¿Usted tiene una idea de los favores que nos hizo Bush? En una reunión en la embajada norteamericana un diplomático me preguntó si prefería a Bush o a John Kerry. Le dije que a Bush".

La revelación del operador presidencial en un hotel de calle San Lorenzo fue acompañada por datos y gestos que el reelegido mandatario le dispensó a la administración Kirchner. Ese mismo día (con un concejal justicialista como testigo del diálogo), el funcionario nacional deslizó lo que hoy está en boca de todos: "Una gigantesca inversión china nos permitirá cerrar deudas y generar puestos de trabajo". Frente a la mirada incrédula del interlocutor, el informante solamente pidió que el tiempo opere en calidad de juez. Las internas entre el Partido Republicano y el FMI favorecieron la relación Kirchner-Bush.

El presidente del país más poderoso le dijo al santacruceño tras la reunión en el Salón Oval: "Vaya contra la burocracia del FMI". Ciertos voceros del pensamiento imaginario del santacruceño no trepidaron en maximizar el consejo al sostener que, además, le había endulzado los oídos diciéndole que "era el conquistador del Fondo". A esta altura, la cuestión no debería sorprender a nadie. La Casa Blanca considera "un buen amigo" al jefe del Estado argentino, que también opera como una red de contención frente a ciertos desvaríos de otros líderes de la región. Una cosa es la gestualidad para entusiasmar a determinadas capillas progresistas y otra la real politik.

¿O acaso el "antiimperialista" Hugo Chávez dejó algún día sin enviar barriles de petróleo a Estados Unidos? Los que se descocan tratando de entender los porqués de la avalancha de votos a Bush (al fin, el hombre que puso al mundo en peligro) deberían observar una y otra vez el excepcional filme "Nixon", de Oliver Stone, un catálogo de reglas no escritas sobre la relación entre la política y el ciudadano medio estadounidense. "Siempre debes tener presente que la gente aquí vota por miedo, no por amor", le hace decir el cineasta norteamericano a Anthony Hopkins, quien encarnó el papel del presidente destronado por el caso Watergate. El vendaval de votos ratificatorios hacia Bush no es una buena noticia para quienes desean un mundo previsible, normal y con sentido común.

Pero, como sostiene Dick Morris en el libro "El nuevo príncipe" (una actualización del pensamiento de Maquiavelo), para determinados gobernantes es mucho mejor ser temido que resultar amado. Y Bush no tiene rivales, tiene enemigos. Estados Unidos posee una agenda que se bifurca con las prioridades de los países emergentes. Si fuera del país del Norte Michael Moore es un ícono de las buenas conciencias, para la flor y nata del votante republicano se trata de un "extravagante con pretensiones de tercermundista". Y los parangones pueden extenderse hasta el infinito.

El clímax político de la región, como punto más alto o culminación de un proceso, tuvo otro sabor con el triunfo de Tabaré Vázquez. Las elecciones en Uruguay deberían haber dejado lecciones para la clase dirigente argentina. La naturalidad del proceso que derivó en la rápida confirmación de la victoria del Frente Amplio (con ausencia de acusaciones, insultos o chicanas destinadas a embarrar el festejo de la coalición) y los discursos conciliadores de los sectores en pugna hicieron que, en comparación con Argentina, el país vecino se pareciese a Suiza.

Mientras se consumaba su tercera postulación a la Presidencia, y hasta horas antes del test electoral, Tabaré Vázquez no pugnó por seguir el curso de la política: el médico Tabaré siguió atendiendo en el Hospital de Clínicas y en su consultorio particular, además de dictar clases en la Universidad de la República. A varios políticos locales se les escuchó decir mientras ejercían el poder que, una vez cumplido el mandato, "volverían a sus tareas de médico", abogado o titular de alguna inmobiliaria. Son los mismos a los que ahora se ve en campaña permanente, pugnando por algún cargo de diputado o senador nacional, sin que nadie sepa de dónde reciben el sustento, quiénes los financian o cómo logran determinados estándares de vida.

Mientras la mirada política nativa priorizó por una vez la agenda internacional, en Santa Fe opositores y oficialistas preparan sus blasones para un 2005 que hará foco en las elecciones del último domingo de octubre.

El justicialismo busca la forma de poner toda su estrategia bajo el eslogan: "Hay que plebiscitar al presidente", cuestión expuesta con toda crudeza por el mismísimo gobernador Jorge Obeid. Más allá del sureño, los peronistas santafesinos no tendrán en sus boletas a su gran elector, Carlos Reutemann.

Por eso, lucubran "cómo hacerlo jugar" en una competencia en la que se dirimen, fundamentalmente, bancas a diputado nacional. "El Lole tiene que salir a cuidar los 800 mil votos que logró en las últimas elecciones. No puede olvidarse de eso si es que quiere volver a ser gobernador en el 2007", acicatean los obeidistas tratando de sacar al senador de su refugio. El gran anhelo peronista es tener a Kirchner y a Reutemann haciendo campaña por las listas oficialistas, una opción que, por ahora, permanece en la nebulosa.

En la vereda de enfrente, y paso a paso, se confirman las presunciones: la oposición va por más. Tras haber impuesto en las marquesinas la derogación de la ley de lemas (que más pronto que tarde debería concretarse), el intendente rosarino, Migue Lifschitz, sacudió a la provincia cuando, desde La Capital, declaró que debería eliminarse la bicameralidad.

"¿Se acuerdan lo que les dije en el mismo momento en que Obeid mandó su proyecto de derogación del sistema de lemas? Bueno, ahí lo tienen", murmura entre sonrisas un ex gobernador. "Después de instalar la caída del actual sistema (los socialistas), van a venir por la autonomía, la reforma constitucional y la unicameralidad", fue el pronóstico que había formulado.

La Casa Rosada, sin embargo, no dejará de seguir mirando con debilidad a Hermes Binner: en el reutemismo creen que la fugaz (y llamativa) presencia en Rosario (el miércoles pasado) del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, no está ajena a esa teoría. "Observen el contexto y pregúntense: ¿a qué vino y con quién?".

En el PS, por primera vez, la interna amaga con salir del anonimato. Desde uno de los sectores ya hablan "del binnerismo" como línea interna, en lo que aparece como un capítulo novedoso (al menos en el off the record) desde aquella mítica interna en la que Binner le disputó (y ganó) la interna a Héctor Cavallero. "Lo corrijo: desde que el Partido Socialista Popular le ganó la interna a Cavallero", puntualiza un referente de la agrupación. Una reunión en Esperanza entre el ex intendente y la cúpula de la UCR provincial (pretendidamente secreta) despertó las alarmas.

El 2005 se acerca tan inexorablemente como las especulaciones y las operaciones de toda calaña.
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