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 domingo, 10 de octubre de 2004

Lecturas. Memorias del ex director del ICI de Buenos Aires
Cuaderno de un viaje accidentado

Leonel Giacometto

Para quien no está al tanto de los avatares culturales nacionales (porteños, más precisamente), el nombre de José Tono Martínez (Guatemala, 1959) pasa tan desapercibido como el de muchos otros que, de alguna forma u otra, en vida o dejando su herencia escrita en arrugados papeles que se descubrirán (con suerte) en un futuro, no intentan "ser" aquello que alguna vez escribió y cantó Sergio Pángaro: "Aprende a decir la verdad como si fueran mentiras. Siguiendo esta conducta nadie podrá distinguir tu falsedad."

Nacido en Guatemala, de padre vasco (exiliado) y madre panameña, José Tono Martínez dirigió en la ciudad de Buenos Aires y por cuatro años el Instituto de Cooperación Internacional (ICI), organismo dependiente del Estado Español, hasta que fue destituido en 2001 a raíz de presiones conservadoras (argentinas y españolas) en su contra que se suscitaron tras una muestra del artista plástico León Ferrari en las dependencias del Centro Cultural que tenía a su cargo. "Yo ignoraba que dos años después una exposición dedicada al artista argentino León Ferrari fuera a suponerme un interdicto por parte de la administración española representada por el señor Miguel Angel Cortés y el señor Rafael Rodríguez-Ponga, de los que se dice que representan al Opus Dei el primero, y a los Legionarios de Cristo, el segundo", escribió en uno de los capítulos de "La venganza del gallego", libro que presentó recientemente en el mismo lugar donde fue destituído.

En un mundo perfecto o en un mundo, aunque sea, más tolerante; sin sectores reaccionarios que se rasgaran las vestiduras por iconografías irónicas de santos condenados al Infierno, Tono Martínez no hubiera sido destituído y tal vez hoy, ya finalizada su gestión en la ciudad porteña, publicaría el mismo libro pero quizás con otro título y uno que otro artículo menos. Por lo demás, el tenor de una supuesta publicación sería el mismo. Es que, más que una venganza o un ajuste de cuentas, "La venganza del gallego" es un cuaderno de viaje a partir de la mirada inteligente y curiosa de una persona que, en su vida y en los devenires de ésta, tuvo y tiene tanto cosmopolitismo y "mezcla" como la Argentina.

Tono Martínez, más allá de su destitución, observa y reescribe su mirada sobre Argentina, tierra a la cual arribó plagado de prevenciones, preconceptos y mitos: "Debo decir ahora que llegaba a Buenos Aires prevenido contra el argentino. Falsamente prevenido, pero prevenido. Incluso en los servicios centrales de la administración española que me delegaba a este país me habían prevenido acerca de la doblez y de la petulancia del argentino. (...) Yo ya había vivido en distintos sitios y yo mismo procedo de distintos sitios. En eso, casi soy argentino, en el sentido de que nunca he tenido del todo claro mi sentimiento de pertenencia, de procedencia. Además, he comprobado que este tipo de generalidades que se dicen de países y de gentes esconden casi siempre las mezquindades propias, la tópica ignorancia en la que preservamos la seguridad de nuestro mundo, de nuestro terruño".

Aunque en varias ocasiones en el libro aparece el término "ensayo de interpretación", con "La venganza del gallego", su autor no intentó comprender -y seamos sinceros- lo que todos sabemos que no tiene explicación (por qué Argentina trata tan mal a los argentinos; por qué detrás de la "argentinidad" está la verguenza; por qué nunca estamos seguros si avanzamos o retrocedemos; etcétera), sino que, desde una especie de "simbiosis porteña adquirida", evocó con una "emoción sincera" a toda una lista de personas y personajes que desfilaron ante (durante y entre) su estadía y gestión pública en el país. En su cuaderno de notas, agradece con una melancolía de extranjero sorprendido el hecho de haber aprehendido con exactitud lo que implica "la amistad" y "la charla compartida", en lo que, al parecer, los argentinos somos especialistas mundiales.

Pero también, corrosivo y sarcástico por momentos, intuitivo y desconcertado por otros, y quizás con la autoexigencia de "conocerlo todo" acerca la cultura argentina (aunque por momentos confunda "argentina" con "porteña"), Tono Martínez disecciona e intenta reflexionar sobre nuestro país. "El argentino, salvo excepciones, mientras ejerce de argentino, siempre fracasa", menciona sobre el comienzo de "La venganza del gallego" y argumenta, como ya lo había dicho otro español, que la "argentinidad" se forjó en los barcos. Es por eso que, quizás previendo que nadie lo haría por el momento, Tono Martínez rescata, cita y rinde homenaje a un escritor netamente argentino: Marco Denevi (Buenos Aires, 1923/1998).

Resulta, entonces, una de las sorpresas más interesantes del libro cuando su autor considera a Denevi uno de los escritores más grandes y "propios" de nuestro país. Sorpresa para algunos y desazón para otros ya que, justamente, para muchos "popes" de las letras argentinas el nombre, la figura y la obra de Marco Denevi, lisa y llanamente, no existe. Sin embargo -y Tono Martínez los cita más de una vez- Denevi escribió, entre otros, "Manuel de Historia" (1985) y La República de Trapalanda (1989), libros que, cuando dejemos de buscar quién sabe qué en los políticos y en la tele y se nos ocurra, aunque sea con pereza, hurgar viejas estanterías, entenderemos cuán profundo es el término "desencanto".

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Una de las obras de León Ferrari que provocó intentos de censura.

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