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 domingo, 10 de octubre de 2004

Racismo y "retardo mental"

"No aprenden rápido. Cuesta que les entre en la cabeza. Hay que ir uno por uno, con una paciencia enorme. Es que tienen bajo cociente intelectual. Inclusive, hay unos que son retrasados mentales".

Así me decía una maestra castellano-hablante y con siete años de experiencia docente en una escuela rural indígena, con total convicción y soltura, rodeada de sus pequeños alumnos y alumnas de segundo grado. Me quedé luego conversando con esos niños, hojeando sus cuadernos, pidiéndoles que me escribieran sus nombres en el mío, observándoles moverse, jugar, copiar de la pizarra, reír, coquetear conmigo.

Ninguno me pareció anormal ni mucho menos retardado. Los encontré vivarachos, conversadores, juguetones, como buenos niños. Sólo un profundo racismo, una incomprensión y un desprecio radicales por el mundo cultural de estos niños indígenas, puede ver retardo donde no lo hay, y explicar todos los problemas de aprendizaje como una cuestión de "bajo cociente intelectual".

El argumento del retardo mental y la tontería es bastante común cuando aflora el tema de la educación de los pobres y, particularmente, de los indígenas. Me tocó ya reconocer ampliamente este fenómeno durante la Campaña Nacional de Alfabetización (Ecuador). Con facilidad muchos jóvenes alfabetizadores calificaban de "retardado" a su alfabetizando que no avanzaba al ritmo esperado, ritmo marcado por estudiantes urbanos, ritmo de la vehemencia propia de la juventud.

Lo escuché y discutí mil veces al visitar Círculos de Alfabetización o en reuniones y encuentros de alfabetizadores. Conocí, entrevisté y ví aprender con avidez y entusiasmo a "retardados" de quienes aprendí mucho: hombres y mujeres sencillos y tesoneros, enfrentados por primera vez o después de muchos años a un proceso de aprendizaje sistemático, poniendo en ello todo su empeño y voluntad.

Típicamente, las dudas sobre el cociente intelectual se aplican a aquel que aprende lento, que no aprende como el maestro quiere, que no aprende lo que el maestro quiere, que no aprende cuando el maestro quiere. "Retardado" es, a falta de otra explicación mejor, el que se aburre en clase, no entiende el texto, se resiste a la escuela.

"Retardado" es el diferente, el que no se comporta o piensa como uno, el que se aferra a una raza y una cultura subordinadas que no se comprenden ni se respetan; el que habla otra lengua, el que no le entiende a uno a pesar de hablar uno la lengua oficial, la buena, la escolar.

"Retardado" se diagnostica al ojo al que tiene algo raro, lo que puede incluir algún problema real de aprendizaje -dislexia, dislalia, discalculia, etcétera- que sería fácilmente identificable y tratable si no se tuviera a mano el membrete cómodo y prepotente del "bajo cociente intelectual".

Si nos atuviéramos a la ligereza y la audacia con que muchos se aventuran a diagnosticar "bajo cociente intelectual" y "retardo mental" a partir del ámbito escolar, podríamos fácilmente llegar a la conclusión de que el nuestro es un país patológico, de laboratorio; que nuestros campos y pueblos, nuestros barrios marginales, nuestras escuelas fiscales, nuestro sistema escolar, no son sino una inmensa red de educación especial. Afortunadamente, no es así.

Rosa María Torres, educadora ecuatoriana

Artículo de Aula Adentro Instituto Fronesis/Unicef

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