Año CXXXVII Nº 48536
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
La Región
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Turismo
Mujer
Economía
Escenario
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Salud 06/10
Autos 06/10
Turismo 03/10
Mujer 03/10
Economía 03/10
Señales 03/10


contacto

servicios

Institucional

 domingo, 10 de octubre de 2004

El cazador oculto
Las caras de la alegría rosarina

Ricardo Luque / La Capital

Las monedas tienen dos caras. Igual que la alegría de los rosarinos. Porque, aunque usted no lo crea, la ciudad festejó el Día de la Virgen por partida doble. Primero les tocó, como siempre, a los ricos y famosos que celebraron la apertura del portal de una nueva catedral del consumo. La reunión, pura nostalgia de los años de gloria del menemismo, tuvo pizza y champán, pero también sushi y sorteos y modelitos de tapa de revista, políticos que no se fueron ni nunca se irán y ejecutivos de dientes afilados y celulares con chip interesados más por el precio que por el valor de las cosas (o las chicas). A años luz de allí, en la tan europea bajada Sargento Cabral, hubo otra celebración. Muy diferente. Fue al día siguiente, bajo la luz de la luna y al abrigo de la vieja aduana y los almacenes Rosenthal. Se inauguró la Fuente de las Utopías, una creación de Carlos Righetti que la locura de Dante Taparelli rescató del olvido en el que había caído en la Sociedad Rural. Hasta ahí llegaron en procesión pagana los hombres y mujeres de buena fe que todavía creen que los sueños pueden hacerse realidad. Hasta ahí llegó Graciela Mozzoni, vestida con una falda amplia y tiznada de bordó y una remera tan escotada que hubiera hecho olvidar a Clemente de la Mulatona. También Daniel Canabal, que con camisa y pantalones blancos y saco azul marino con botones dorados parecía un capitán de barco al que se le había volado la gorra. Tampoco faltó a la cita la eterna Mariela Spirandelli, que bajó caminando por Urquiza y se ubicó lejos del sector para invitados VIP, y no porque no fuera VIP, sino porque no había tenido tiempo de arreglarse y, con jeans, campera para lluvia y el pelo recogido, no estaba para flashes. Lo mismo hizo Mariana Buchín, sí, la hija del legendario Mirko, quien se refugió a un costado de una enorme columna de sonido, pero por motivos bien diferentes. Sin su tapado de paño rojo pasión, ese que la hace lucir como la Cuccinotta en "El cartero", se siente desnuda. Y le da un poquito de pudor. Algo que ella, la clásica Nora Nicótera, jamás sintió ni sentirá. Si no, hubiera sido más discreta al fugarse en compañía de un galán de impecable traje oscuro y aspecto de gourmet justo antes de que comenzara el concierto.

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

cartelera
  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados