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 miércoles, 18 de febrero de 2004

Sistema educativo en estado de alerta

El sistema educativo formal es insalubre y debiera declararse en estado de alerta por sus resultados. La dificultad que presentan los pocos jóvenes que intentan ingresar en la Universidad, abrió un debate que culpabiliza a los educandos y no al sistema con que los estamos formando. Por asistir a la víctima, o sea al adolescente que todavía cree que vale la pena seguir alguna "carrera", debo discrepar con el ministro de Educación cuando plantea que la salida es "exigir más en las aulas" en sintonía con los que plantean tomar más exámenes (¿para disminuir culpas?). Todos los días receto betabloqueadores para auxiliarlos en el trance de exámenes arbitrarios, donde ni se tiene claro qué se mide o pretende, pero se logra el peor de los estados: el des-entusiasmo. Desde la ley federal de educación, nuestro sistema es más insalubre e injusto que los anteriores y no capacita para acceder al mundo adulto. Según el concepto de salud catalán: "La manera de vivir libre, responsable y feliz", y la definición de discapacidad para los "primitivos" yorubas: "La pérdida de los vínculos familiares y la incapacidad de ganarse la vida". No es cierto que no aprenden, desgraciadamente cambiaron de "maestros" y contenidos, que los afilian al mercado de consumo. Los alfabetizadores ideológicos operan desde las pantallas, y marcan sus aspiraciones: ser modelos, flacos de cuerpo y cerebro, tatuados con cuerpos cada vez más lastimados, noctámbulos, etcétera. Por otro lado, están hartos de escuchar que los profesionales ganan menos que nadie y tienen el riesgo permanente de ser juzgados y "des-cartados". Si se realiza una encuesta, se ilustrará que en la actualidad ya es excepcional que un hijo elija la carrera de sus padres. Respecto al esfuerzo, lo hacen permanentemente, jugando a la guerra frente a sus computadoras (hasta varios días sin comer ni dormir), o pasando la noche en vela, bailando aturdidos y borrachos, no embriagados de ideas y entusiasmos, como refieren los investigadores, que asisten de madrugada a sus laboratorios preñados de reflexiones. Cuando los adultos se despojan de hipocresías, los escucho decir:- no conviene que los jóvenes se reciban de nada, serían competencia y necesitarían la desocupación de los lugares de trabajos, tan lábiles, en esta sociedad donde nadie se puede "jubilar", porque ni eso "vale" en la retromodernidad.

Mirta Guelman de Javkin

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