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 domingo, 04 de noviembre de 2007  
Un país anormal

Daniel Leñini / La Capital

Un principio elemental de la República indica que la democracia se rige y le dan vida los partidos políticos. Sin embargo, ¿existen los partidos en la Argentina? El PJ, como tal, no se presentó a las elecciones el domingo. La UCR tampoco figuró en las boletas. Ni siquiera lo hizo el ARI ya que su líder, Elisa Carrió, corrió con la etiqueta de la Coalición Cívica. ¿A qué partido pertenece el tercero, Roberto Lavagna?

Sin embargo, si al ciudadano promedio se le pregunta si hay democracia en el país responderá más o menos convencido que sí. Y apuntará que el domingo pasado ganó el peronismo, que la UCR otra vez perdió y sólo triunfó en Córdoba y que el socialismo volvió a cantar victoria en Rosario.

¿Que puede querer decir esto? Que las palancas institucionales han mutado, que existe un conflicto entre los horizontes normativos y la realidad y que el ciudadano está habituado a que le planteen salida por los laterales. Porque vive en un país donde eso ocurre todos los días.

Aparte, la tradición de construir instituciones sólidas no se ha incorporado a las conciencias como un sentimiento valioso.

En este marco, la posición de outsider explicitada por Lilita al decir que nunca más será candidata a presidenta, tampoco legisladora y que ni siquiera militará en un partido (sino “en una organización de hombres y mujeres por la paz”) no puede preocupar más que a los analistas: “¡Qué barbaridad, no encuadrarse en las estructuras para seguir construyendo!”.

Esto es sánscrito para la calle. La gente mira para otro lado y sólo si se le pregunta sabrá decir: “Pero faltan cuatro años. Aparte, ella es política, siempre acaban haciendo lo contrario”.

Es verdad. Por qué alarmarse.


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