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domingo,
04 de
noviembre de
2007 |
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Charlas en el Café del Bajo
—¡¿Cómo no indignarse y no protestar?! Según funcionarios de Unicef, al menos 3.000 chicos, con nueve años de edad promedio, son portadores del virus del Sida en nuestro país. Pero a ese dramático cuadro se suma otro no menos trágico: estos chicos son brutalmente discriminados por muchas personas y por el mismo Estado. La primera discriminación comienza cuando se le oculta al niño la enfermedad que padece, a los efectos de que no lo informe a sus amigos de juego o compañeros de escuela y estos prosigan con la cadena discriminatoria.
—¡A qué estado de situación hemos arribado!
—Por otra parte, la industria farmacéutica parece no ocuparse en elaborar medicamentos específicos para los chicos que padecen esta enfermedad y, como ya es historia en este país, el Estado, o los gobernantes, brillan por su ausencia a la hora de poner las cosas en su lugar. Claro, es probable que sea un poco más costoso fabricar un medicamento con gusto a chocolate para los chicos. El valor vida, en toda su dimensión, a nadie le importa o, para ser más justos, no a todos. Los gobernantes están más ocupados distribuyendo condones, en el acto de la campaña electoral o macaneando en una tribuna, pero lejos de defender la vida en todas sus formas. Lo repito: “La vida en todas sus formas”, porque si alguien sufre injustamente, ese sufrimiento se debe a una causa atentatoria contra la más sublime forma de vida, inalienable derecho de toda persona: la existencia con paz interior. Se atenta contra la vida de un niño cuando este padece una enfermedad y el Estado no se hace cargo de suministrarle todo aquello que le es necesario para sortearla o mantenerla controlada. La mayoría de los casos de sida en los niños se producen por la trasferencia del virus de madre a hijo durante la lactancia. Y esto ocurre porque en ocasiones ni la propia madre sabe que es portadora del virus. No se hacen los estudios pertinentes ¿Puede creerse? Sí, hay que creerlo, porque estamos en un país en donde se habla mucho, pero se hace bien poco. Los médicos recién logran detectar el virus a los cuatro o cinco años de vida del chico y generalmente porque llegan al hospital con alguna neumonía o cuadro que es consecuencia de la presencia del perjudicial agente patógeno. Y desde luego, quienes más sufren son aquellos de recursos escasos: los más pobres que por orden de jueces, en ocasiones y cuando no tienen familia, son apilados en un depósito (léase “instituto”). ¡¿Qué diabólica forma de “cuidado”?!
—Y debo decir, estimado Candi, al hablar de laboratorios que, en efecto, a muchos lo único que les importa es la recaudación monetaria. Así, alguien que padece de una arritmia cardíaca (que generalmente se presenta en las personas de la tercera edad) debe pagar hasta 160 pesos por la caja de droga propafenona, precio que al pobre jubilado le acelera la arritmia hasta el infarto. ¿Y el Estado? Ausente. Como está ausente en tantas otras cosas. Nosotros, los ciudadanos, también estamos a veces ausentes, despreocupados, resignados y aceptamos el pantano como prado floreciente. Esto también hay que decirlo.
Candi II
[email protected]) |
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¿Cree que David Nalbandian puede convertirse en el tenista número uno del planeta?
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"Nadie quiere una inflación desmedida, pero no no olvidemos que cuando no había inflación había pérdida de puestos de trabajo, salarios congelados y endeudamiento del país"
Hugo Moyano
Secretario general de la CGT
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