Año CXXXVII Nº 49639
Política
La Ciudad
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Policiales
Cartas de lectores
Mundo digital



suplementos
Ovación
Escenario
Economía
Señales
Mujer
Turismo


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 21/10
Mujer 21/10
Economía 21/10
Señales 21/10
Educación 20/10
Página Solidaria 17/10
Estilo 06/10

contacto
servicios
Institucional




 domingo, 28 de octubre de 2007  
Brasil > Mato Grosso do Sul
El latido de la selva
Pantanal y Bonito son lugares ideales para conocer la naturaleza salvaje en su máxima expresión

Karina Primo

Después de realizar una visita a las entrañables cataratas del Iguazú, pasando hacia Foz y disponiendo de aproximadamente 10 días, podemos recorrer el camino costero del río Paraguay para adentrarnos en uno de los estados brasileños especialmente privilegiados por la naturaleza: Mato Grosso do Sul.

En él se encuentran las dos terceras partes de Pantanal, uno de los humedales más importantes de América, donde la naturaleza se despliega generosa y salvajemente preservada. Sólo las partes más elevadas de Pantanal son inmunes a las inundaciones. En una de ellas, próxima a Miranda, se puede visitar la Fazenda San Francisco que se dedica a las actividades agropecuarias y ecoturísticas.

Allí todo es pintoresco. Desde los colores intensos de las casas de los peones hasta el son del “berrante”, instrumento de viento hecho con astas y usado por los “gaúchos pantaneiros” en los arreos de cebúes. También se llama a los visitantes con tan particular sonido a la hora de partir hacia el safari fotográfico en las equipadas camionetas que transitan por arrozales inundados con canales artificiales. Otra forma de movilizarse para hacer avistajes en los pantanos es en “chalanas”, típicas embarcaciones que recorren el río Miranda.

La riqueza faunística con mas de 350 especies de aves comienza a mostrarse cuando pasa por encima de nuestras cabezas una inmensa bandada de multicolores araras (papagayos) como invitándonos a contemplar las maravillosas relaciones del ecosistema.

El escenario comienza a tomar vida y movimiento: el blanco reluciente de los tuiuiús (cigüeñas) y garzas moras con las alas desplegadas sobre el campo, numerosas familias de carpinchos nadando y cortejándose, grandes ejemplares de ñandú corriendo con sus charabones por detrás, yacarés al acecho de las pirañas, anacondas que reptan serenamente por el pastizal y los ciervos que se recuestan sobre las aguadas. Halcones, teros y cafecinhos revolotean de lomo en lomo sobre estos animales.

Los “cupines”, altos hormigueros que se levantan en todas las direcciones, son construidos por termitas alvinas, luego ocupados por hormigas negras sirviendo también como refugio de lechuzas y boas. Finalmente se convierten en el plato principal de los osos hormigueros.

Hay que destacar el proyecto “Gadonça” que se lleva a cabo en la estancia para estudiar el comportamiento entre el ganado, yaguaretés y pumas ayudando a la conservación de estos magníficos animales mediante un constante monitoreo. Para terminar el safari, nada mejor que un refrescante baño en la piscina con agua natural, degustar un sabroso almuerzo de campo a base de verduras, carne asada, dulces y quesillos caseros, y después una merecia siesta en el redário, confortable y fresco espacio donde se cuelgan las hamacas una al lado de la otra para darle descanso al cuerpo.



Bonito

El recorrido de Pantanal se conecta con la sierra de Bodoquena (formaciones calcáreas de 400 a 600 metros de altura) donde el “cerrado” (monte) se fusiona entre espectaculares cavernas, cerros chatos, ríos cristalinos y generosas cascadas. La principal ciudad de esta región es Bonito.

Antiguamente estas tierras eran prácticamente desconocidas y fueron habitadas por diferentes tribus, entre ellos los Terena, Kadiwéus y Guaycurúes, luego se las conocieron con el nombre de “Hacienda Bonita”, y hace un poco mas de 50 años se levantó en ellas una agraciada ciudad que hoy tiene 25.000 habitantes.

Bonito es un lugar bendecido por sus tesoros naturales. En un radio de 20 a 50 kilómetros se pueden realizar más de 35 paseos que se hacen acompañados por guías locales, y es sin dudas un santuario del ecoturismo brasilero.

La gruta del Lago Azul impacta. Cuando bajamos a su interior van apareciendo formaciones que inspiran respeto y parecen custodiar las límpidas y profundas aguas del fondo. Los antiguos pobladores ya lo consideraban un lugar sagrado porque la belleza y el clima de recogimiento que se percibe en este sitio es sublime.

Lo mismo sucede con la gruta San Miguel. Para llegar a su entrada hay que recorrer senderos aéreos con puentes colgantes dispuestos entre las copas de los árboles, donde se ven tucanes, macacos y papagayos.

Navegar por el Formoso, es una muy divertida propuesta: bajar por los saltos del río en gomones y nadar en las cascadas de la Isla Do Padre es realmente inolvidable.

Y no nos podemos ir de Bonito sin dejar de vivir una maravillosa experiencia en el río Sucuri que nace en la Fazenda San Geraldo. Luego de equiparse con snorkel, neoprene y chaleco en el casco de la estancia, se llega hasta un muelle para sumergirse en una de las aguas mas transparentes del mundo. Unicamente frente a ellas se puede comprender el bien puesto nombre de “Caribe Fluvial” por la increíble visibilidad, temperatura y coloración de los peces y plantas acuáticas.

Solamente hay que dejarse llevar por la corriente a lo largo de dos kilómetros, escuchar los sonidos de la selva, deslizarse entre coloridos cardúmenes que acompañan en todo el recorrido, y agradecer a la vida por permitirnos estar en ese lugar maravilloso.

Para terminar un día en Bonito lo mejor es estar con su gente y compartir vivencias. Todos se conocen, la mayoría trabaja concientemente en emprendimientos ecoturísticos. Al atardecer las veredas tienen vida propia, lugareños y turistas toman cerveza, conversan sin apuros. Los mayores se sientan a ver como juegan los niños cerca de la plaza principal que tiene como protagonistas a dos enormes peces coronando la fuente.

Cada detalle del pueblo se identifica con el nombre de Bonito, desde los murales de arte popular hasta las originales cabinas telefónicas con forma de animales.

Los pintorescos barcitos de madera, los olores a comida que se mezclan con el sahumerio de los artesanatos y la música que suena de fondo contagia para bailar un típico vamerao. Absolutamente todo embriaga, despierta emociones, moviliza vivencias que una vez más nos invitan a aprender, conservar y disfrutar del delicado ambiente que nos rodea.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Cabalgatas entre juncos y riachos.

Notas Relacionadas
Datos útiles



  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados