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 domingo, 28 de octubre de 2007  
Ella o ella

Por Mauricio Maronna / La Capital
Al fin llegó el día. Se terminaron las especulaciones, las operaciones en forma de encuestas, las incertidumbres y, por suerte, la mediocridad de una campaña demasiado larga, plagada de sombras y casi ninguna luz.

   Hoy es el día de la gente que, al ingresar al cuarto oscuro, se olvidará de los intentos de manipulación y votará con un único termómetro, el de la realidad. Ya no habrá lugar para la misma pregunta que se posa todo el tiempo en las grandes ciudades: “¿Por qué dicen que gana Cristina si yo escucho que nadie la vota?”.

   Desde esta noche, la Argentina quedará dividida políticamente en dos grandes porciones: la integrada por quienes avalen (muchos a regañadientes) lo hecho por Néstor Kirchner desde el 25 de mayo de 2003, y los que ya nada quieren saber con el oficialismo.

   Algo es seguro: la imagen positiva del gobierno nacional se vino a pique en el último año y la candidata lejos está del 60% de intención de voto que se auguraba en marzo de 2007. Si los electores fuerzan una segunda vuelta, la Casa Rosada experimentará una frustración demasiado grande como para que se emparde con un triunfo en noviembre: habrá recibido una lección de la sociedad.

   La explosión de diciembre de 2001 dejó en pie al partido único: el justicialismo. Mutantes, pragmáticos, sin pruritos y sabedores de que el poder es la caja, los intendentes y gobernadores peronistas (con la excepción de Alberto Rodríguez Saá en San Luis) han decidido apoyar sin fisuras a su candidata. No los une el amor político sino el espanto que les produciría quedar lejos de la piñata repleta de obras, subsidios y fondos colectores.



El peso del aparato. Tal vez los ciudadanos de las grandes urbes que se interrogan sobre el origen del voto a Cristina Fernández desconozcan que 20 de los 24 gobernadores la respaldan, al igual que 1.000 de los 1.200 intendentes de todo el país, y la totalidad de los caudillos que están al frente de los municipios del conurbano, históricos aportantes del 40 por ciento de la composición del voto al PJ, ayer duhaldista y menemista, hoy kirchnerista.

   Según Hugo Haime, uno de los encuestadores nacionales con más experiencia en la materia, Cristina ha venido perdiendo el 0,5% de intención de voto por día en la Capital Federal, distrito refractario al estilo soberbio y chirriante de la primera dama. ¿Habrá sucedido lo mismo en Rosario y ciudad de Córdoba?

   La existencia de un único partido consolidado le otorga el primer bonus track a la Casa Rosada, frente a un menú opositor que debió lidiar contra sus propias torpezas y con la sensación de hecho consumado que se transmitió desde los grandes medios cuando Cristina anunció su candidatura. La marea de encuestas y pronósticos instalaron la sensación de que esta parada electoral será apenas un paso de minué para el oficialismo.

   Elisa Carrió ha pegado un notorio respingo en las últimas semanas de la mano de un discurso republicanista. Es, sin dudas, la dirigente más talentosa, dueña del mayor vigor intelectual y de una ética personal que puede resistir los archivos. Su capacidad de seducción en las clases medias, sin embargo, no logra colarse en los sectores de bajos recursos ni en las provincias más pobres.

   Roberto Lavagna es reconocido por haber sacado las castañas del fuego cuando el país se incendiaba, pero adolece de una cualidad que en política es tan necesaria como el agua para sobrevivir: vocación de poder. Su indolencia a lo largo de la campaña hizo que pasara más desapercibido que los delanteros de Newell’s a la hora de la definición.

   Rodríguez Saá será receptor de un porcentaje del voto peronista histórico, pero su excentricidad lo aleja muchas veces del sentido común y, por ende, de la voluntad de los independientes.

   La candidatura de Ricardo López Murphy aparece más como un capricho personal que una imposición de la realidad. Mauricio Macri le ninguneó el apoyo en el 90 por ciento del tramo proselitista, coqueteó con Carrió para acordar un frente y terminó postulándose para dos cargos, a presidente y a diputado nacional. ¿Cómo se compatibiliza esa dualidad con sus denuncias por la falta de pudores del gobierno nacional?



Demasiadas pocas cosas. La oferta opositora se completa con otras candidaturas que recibirán hoy la indiferencia popular y serán funcionales al partido de gobierno.

   La estrategia delineada por Kirchner & Kirchner de cara a los comicios demuestra también la incapacidad de construir algo distinto al justicialismo clásico, como lo pregonó el presidente apenas asumido, y según lo publicitaron varios intelectuales que arrojaron serpentinas dialécticas por el “fin del peronismo”. Era la época en que José Pablo Feinmann comparaba al santacruceño con Sartre; cuando Beatriz Sarlo estaba feliz de participar de las tertulias convocadas desde el poder. También la hora en que el inefable Torcuato Di Tella anunciaba la construcción de un nuevo conglomerado de izquierda que retendría el poder sin el aporte de los aparatos tradicionales.

   No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió. El oficialismo ganará por el peso específico de los barones del conurbano, de los mandatarios provinciales curtidos por el prebendarismo y la dádiva y, fundamentalmente, por la tracción que derramará el ex hipermenemista Daniel Scioli, a quien el presidente y su esposa laceraron desde los primeros meses de gobierno y lo condenaron a “vivir dentro de un placard” (Miguel Bonasso dixit).

   Perspicaz, el presidente advirtió que la carta de triunfo sería la provincia de Buenos Aires y no trepidó en ofrecerle la candidatura a gobernador al otrora motonauta, que está tan lejos del ideario setentista del kirchnerismo duro como Jorge Sobisch de ser presidente.

   La única posibilidad cierta de que Lilita ingrese al ballottage está ligada a un batacazo de Francisco De Narváez y Margarita Stolbizer en el principal distrito del país, quienes deben lidiar contra el aparato político más poderoso de América latina, patentizado en las casi 250 boletas que acompañan a la primera dama, las míticas listas colectoras.

   La apatía popular ante las elecciones no solo tiene su razón de ser en la estrategia mediática del conglomerado encuestológico ni en la caída de los partidos sino también en la ausencia ominosa de nuevas formas de hacer política. Ninguno de los candidatos fue revalidado por internas y ninguna cara nueva asoma en la grilla presidencial. En los 70 se “daba la vida por Perón” y antes por Evita. ¿Por quiénes “darían hoy la vida” los argentinos?

   El futuro gobierno tendrá numerosos asuntos pendientes: la inseguridad que golpea cada vez con más fiereza, los índices inflacionarios que ya han consumido en su totalidad los aumentos de sueldos y la casi nula inversión que llega de los países centrales. El aumento de tarifas de los servicios básicos será realidad más temprano que tarde y, por añadidura, los sindicatos deberán negociar fuertes incrementos salariales.



La rutina democrática. Sin embargo, ni el gris de ausencia ni la falta de expectativas electorales debe hacer pasar por alto la mejor de las noticias: los argentinos han internalizado a la democracia como el único sistema posible hasta convertirlo en una cuestión rutinaria. Tal vez las secuelas del esperpéntico gobierno aliancista que terminó abruptamente en el 2001 expliquen por qué la sociedad, hoy por hoy, no pida demasiado de sus gobernantes.

   Pese a los múltiples defectos y carencias, Néstor Kirchner recuperó el respeto hacia la investidura presidencial, convertida en jirones por Fernando de la Rúa. No es poco para un gobierno que en el resto de las asignaturas sobresale por su mediocridad y falta de ideas.

   “Seamos realistas, pidamos lo posible”, es el leit motiv mayoritario que parece provenir de quienes votan a Cristina, la mujer que es mirada con más dudas que certezas por la mayoría de la sociedad. La misma que, según todas las encuestas, recibirá la banda y el bastón de manos de su propio marido el 10 de diciembre.

   Pero las grandes finales no se explican con anterioridad: se ganan o se pierden. Y hoy es el día.

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