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domingo,
28 de
octubre de
2007 |
Romper con el individualismo
Las elecciones nacionales que se celebran hoy son un nuevo y valioso paso en el camino que la Argentina comenzó a recorrer el 30 de octubre de 1983. La recuperada democracia es el símbolo de un país que decidió de una vez y para siempre apartarse de la nefasta impronta de los autoritarismos, con el ineludible objetivo de recuperar la grandeza perdida. Sin embargo, el paso del tiempo trajo aparejadas no sólo la crucial consolidación de las instituciones de la República y la definitiva extinción del fantasma del golpe de Estado, sino el crecimiento del desinterés político en vastos sectores de la población. El síntoma es preocupante y en estos comicios se ha visto reflejado en la negativa de numerosos ciudadanos a ser presidentes de mesa.
Si bien en las llamadas naciones desarrolladas la abulia electoral se erige como preciso sinónimo de la solidez de la democracia, la buena salud del sistema se relaciona de modo directo con la conciencia cívica de la población. Más allá de las ofertas en juego y los candidatos en pugna, el valor de la renovación de autoridades por medio de elecciones libres debe ser recordado de modo constante y transmitido con fervor, sobre todo a los más jóvenes.
Los argumentos que se escuchan a la hora de justificar lo injustificable –no cumplir con un fundamental deber cívico– se vinculan ineludiblemente con el individualismo. Y aunque no resulte grato decirlo, corresponde recordar que no es justamente sobre esa base que se logrará construir una sociedad más justa y un país que esté a la altura de lo que su gente puede dar.
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