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 domingo, 28 de octubre de 2007  
La Guerra Civil aún enfrenta y traumatiza a España
Encendido debate sobre el proyecto de ley de memoria histórica del socialismo

Paul Haven / AP

Málaga, España. — Juliana Sánchez pasa su mano temblorosa por sobre los esqueletos en la tierra seca bajo sus pies, con los ojos húmedos y la voz trémula. Uno de esos restos de huesos —quizás uno con jirones de zapatos de cuero todavía adherido a los pies, o acaso un cráneo con un orificio de bala— pertenece al padre que perdió hace 70 años, fusilado por un escuadrón leal al general Francisco Franco en la devastadora Guerra Civil Española de 1936-1939. “Este podría ser él. O éste, o éste. La verdad es que todos son mi padre. Yo lo siento así”, dice la mujer mientras señala un esqueleto semienterrado, con las piernas encogidas en posición fetal.

Política y pasión. Para Sánchez y para decenas de miles de personas como ella, una nueva ley de memoria histórica que probablemente será aprobada el miércoles por la Cámara baja española podría facilitar el hallazgo de los restos de las víctimas del franquismo, y permitir finalmente que sus nombres queden oficialmente limpios de culpa y cargo.

El proyecto todavía debe ser aprobado por el Senado —lo que se considera una mera formalidad— y ser publicado por la Gaceta Oficial para convertirse en ley.

Pero el proyecto de ley ha suscitado un encendido debate en el que la oposición conservadora dice que España accedió a enterrar los fantasmas del pasado —en todo sentido— cuando se embarcó en una transición vacilante a la democracia tras la muerte de Franco en 1975, y que el proyecto podría desgarrar la sociedad española.

Para el jefe de gobierno socialista José Luis Rodríguez Zapatero —cuyo abuelo fue ejecutado por franquistas—, la ley es un jalón de su primer período, y con la ayuda de varios partidos menores en el Parlamento su aprobación parece casi asegurada.

Dispondrá que los gobiernos locales financien los esfuerzos por desenterrar las tumbas colectivas y los conmina a hacer más transparentes sus archivos de la época para facilitar las búsquedas. También condenará formalmente por primera vez el golpe de Franco y la dictadura de casi 40 años que le sucedió, además de ordenar la remoción de todos los símbolos fascistas de la nación. La ley declarará “ilegítimos” los veredictos de los juicios sumarios de tiempos de guerra, despejando el camino para que los inculpados busquen su revocación.

Aunque todos los protagonistas cometieron atrocidades durante una guerra que costó aproximadamente medio millón de vidas —y la ley de memoria histórica hace referencia a todos los muertos—, se trata mayormente de las víctimas de Franco, que todavía yacen en tumbas sin nombre, algunas de ellas con miles de cadáveres. Se cree que el número de cadáveres en tumbas colectivas en España asciende a decenas de miles.

Las familias del victorioso bando nacionalista de Franco que perdieron parientes en la guerra recibieron tratamiento preferencial, un estipendio y el entierro adecuado de sus seres queridos.

Fragmentación. El conflicto, en que los alemanes respaldaron al conservador Franco y los soviéticos apoyaron a los republicanos izquierdistas, fue considerado preámbulo de la Segunda Guerra Mundial. Tan traumática resultó la guerra que aún hoy los españoles se resisten a debatirla. Aunque el país ha sido una democracia durante tres décadas, recién en los últimos años algunos grupos independientes han buscado tumbas sin identificación como la que vino a ver Juliana.

El antecesor de Rodríguez Zapatero, José María Aznar, dice que al gobierno no le corresponde “remover tumbas” y acusa al Partido Socialista Obrero Español (Psoe) de aquel de estar “obsesionado con la revancha”. Angel Acebes, el número dos en el Partido Popular de Aznar, dice que “Zapatero quiere dividir y enfrentar a los españoles..., rememorar lo peor de nuestra historia, que es la Guerra Civil, y olvidar lo mejor, que han sido la transición y los pactos de la concordia entre españoles”.

Nuevos beatos. La Iglesia Católica, que generalmente apoyó a Franco durante la guerra, también se ha hecho oír. Francisco Pérez, el arzobispo de Pamplona, consideró que el proyecto era innecesario porque “no se puede cambiar la historia” e instó a las víctimas a “buscar cauces donde se olvide”.

Hoy, el Vaticano beatifica a unos 500 religiosos muertos por las fuerzas republicanas. La Iglesia dice que es una mera coincidencia que sea dos días antes de la votación en España.

Juliana Sánchez se enoja visiblemente cuando le dicen que hay que dejar la Guerra Civil en el pasado. Se niega a olvidar lo que le ocurrió a su padre. Pasó más de medio siglo buscando su cadáver hasta que en 2003 halló un registro con su nombre por medio de la organización de Espinosa Jiménez. Desde que los arqueólogos empezaron a excavar la tumba de Málaga hace un año, la mujer de 77 años ha ido hasta allí todas las semanas con su viejo automóvil desde su hogar en Madrid, un viaje ida y vuelta de 1.125 kilómetros.

En base a la fecha de la ejecución, Sánchez sabe aproximadamente en qué serie de tumbas pudo haber sido enterrado su padre. Dice que siente como si lo hubiera hallado, aunque puede que nunca sea identificado.

Vicente Sánchez era un dirigente menor del Partido Socialista en el pueblo de Rute cuando estalló la guerra. Huyó a las montañas y pudo llegar a Málaga, donde se estableció como barbero. Después que la ciudad cayó en manos de los nacionalistas en febrero de 1937, fue detectado y denunciado por dos derechistas de su pueblo natal.

Fue arrestado y sentenciado a muerte en un juicio sumario. Tres días después fue fusilado ante los muros del cementerio. Durante años, todo lo que le quedó a su hija fue una carta que su padre le escribió desde la prisión, en que instaba a su hermano a cuidar de su esposa e hijos. “En cuanto a mi esposa de mi vida”, escribió, “que no me olvide ya que su cariño lo llevo secuestrado en mi corazón... Es tan buena y tan bendita que mis últimos suspiros les arrancaré de mi arma solo para ella”.
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Un grupo de familiares de víctimas del franquismo inspecciona restos óseos.



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