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 domingo, 28 de octubre de 2007  
Se resquebraja la base de poder de Ahmadineyad en Irán
La renuncia del negociador nuclear Lariyani es la última de una serie de defecciones clave

Farshid Motahari / DPA

Teherán. — Hasta el momento se suponía que eran los medios extranjeros y los políticos occidentales los que le hacían la “guerra psicológica” a Irán, emitiendo propaganda adversa. Tal era al menos la opinión del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad. Pero ahora el presidente critica también a la prensa iraní y a algunos de sus antiguos partidarios en el Parlamento por adoptar la misma estrategia.

¿Otra renuncia? La agencia de noticias Mehr, hasta hace poco cercana al primer mandatario iraní, citó a dos miembros del comité de política exterior del Parlamento que afirmaron que, tras la dimisión del jefe negociador para asuntos nucleares, Ali Lariyani, también había presentado su renuncia el ministro de Relaciones Exteriores, Manuchehr Mottaki.

La noticia fue desmentida de inmediato y categóricamente por Ahmadineyad, quien no remarcó que se esta ba ante una “guerra psicológica en contra de su gobierno”. Vale recordar, sin embargo, que en un principio la dimisión de Lariyani también había sido fuertemente desmentida. “Al final no quedará nadie”, comenta Mohammed Hashemi, crítico de Ahmadineyad y hermano del ex presidente Akbar Hashemi Rafsanyani, conocido opositor interno al presidente.

Lariyani, al abandonar sus funciones, fue vivamente alabado por la mayoría parlamentaria, que pertenece al partido Abadgaran, el mayor apoyo de Ahmadineyad durante las elecciones presidenciales de 2005. “Este gesto debe entenderse más bien como una protesta en contra de Ahmadineyad que como una oda a Lariyani”, afirmó un ex diputado de las filas reformistas.

Críticas supremas. Hubo incluso un gesto que fue más relevante que las declaraciones del Parlamento: la crítica emitida por las oficinas del Guía Supremo, el ayatolá Ali Jamenei, quien, de acuerdo a lo establecido por la Constitución, tiene la última palabra en materia política. “Esto no debería haber sucedido en una fase tan delicada como la actual”, fueron las declaraciones de Ali Akbar Velayati, asesor de política exterior de Jamenei, refiriéndose a la situación en la que se encuentra el país por el conflicto nuclear.

“Velayati debe saber de qué habla, ya que actuó como ministro de Relaciones Exteriores durante 16 años (1981-1997)”, señaló un diplomático occidental en Teherán. Si bien los observadores no consideran probable que surjan conflictos entre Jamenei y Ahmadineyad, las declaraciones de Velayati dejan en claro que tampoco impera la armonía entre ambos.

Lariyani es el séptimo miembro de jerarquía del gobierno que no desea continuar trabajando con Ahmadineyad. Ya antes de él, al no implementar el presidente iraní las reformas económicas que había prometido en su campaña, habían dimitido, entre otros, el ministro del Petróleo, el jefe del Banco Central y el coordinador del presupuesto. “La dimisión de Lariyani, un habilidoso diplomático, representa una pérdida significativa. Era una figura estratégica que hubiera podido salvar a este país del aislamiento en el que se ve sumergido a raíz del conflicto nuclear”, dijo un analista político en Teherán.

Hora de la verdad. A fines de este año persa, en marzo de 2008, tendrán lugar elecciones parlamentarias. La victoria de la coalición de la oposición, liderada por los ex presidentes Mohammed Jatami y Akbar Hashemi Rafsanyani, debilitaría notoriamente a Ahmadineyad.

Es por eso que algunos observadores opinan que los conservadores del Parlamento van distanciándose cada vez más del presidente, por temor a que pronto se dé un cambio en el poder.

“Tergiversar los hechos y afirmar que los problemas pendientes ya han sido solucionados es una estrategia que no puede sostenerse a largo plazo”, afirmó el ex presidente Jatami, otrora líder de los estudiantes reformistas de Teherán.


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El extremismo de Ahmadineyad le está restando apoyos.



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