Año CXXXVII Nº 49632
La Ciudad
Política
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Economía
Escenario
Señales
Mujer
Turismo


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 14/10
Mujer 14/10
Economía 14/10
Señales 14/10
Educación 13/10
Estilo 06/10
Página Solidaria 19/09

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 21 de octubre de 2007  
[Lecturas]
Historias escritas en el exilio de la lengua materna
Libros Desde la Gente publica "Vivir en otra lengua", una antología de literatura latinoamericana escrita en Europa. La compiladora analiza una circunstancia que define a la literatura

Esther Andradi

Vivir en otra lengua, se ha dicho, es la experiencia de la literatura moderna. Acaso por eso, “Transatlántico”, la primera novela que el polaco Witold Gombrowicz escribe en su exilio argentino, establece un pacto extremo con la lengua perdida, se explica Piglia. Gombrowicz se quedó en la Argentina porque no tenía un lugar adónde ir. La guerra estalló un día después de su arribo a Buenos Aires y lo que había comenzado como un viaje de placer se convirtió en exilio. El regreso al país de origen no se produjo nunca, ni para el escritor ni para sus libros, censurados en Polonia. Recién 24 años después, en 1963, partió a Berlín con una beca, y de ahí a Francia, donde en 1969 murió. La relación de Gombrowicz con el castellano argentino, con el país que lo acogió, con ese mundo que le era extraño, marcó su literatura aunque nunca dejó de escribir en su lengua materna. El mismo camino de Gombrowicz, a la inversa, ha sido recorrrido —y lo sigue siendo— por muchos escritores de Iberoamérica que por diversas razones llegaron a Europa y, cuando esas razones dejaron de ser determinantes, se quedaron.

¿Cómo viven estos escritores fuera de su lengua? ¿Cuál es la tradición que se necesita para formular la evocación, una definición, la poesía? ¿Se escribe con la lengua materna? ¿O con el lenguaje adquirido con los años, traspasando fronteras?

“Ser polaco, ser francés, ser argentino... aparte del idioma, ¿en qué otro sentido se le puede pedir semejante autodefinición a un escritor?” escribe Juan José Saer. Aparte del idioma, acentúa. él, que vivió casi cuarenta años en París, sabía de qué hablaba.

Que gran parte de la llamada literatura latinoamericana se ha escrito en Europa, no es nuevo. Los grandes del boom escribieron sus novelas en Barcelona o París, pertenecen al jet set del mundo editorial internacional, son las estrellas de congresos internacionales, y los ecos de su escritura siguen rebalsando los programas de universidades europeas. También la narradora colombiana Helena Araújo vive en Lausana desde hace décadas, la escritora chilena Ana Vásquez Bronfman se afincó en París donde se refugió de la dictadura pinochetista y el poeta peruano Jorge Eduardo Eielson hizo de Roma su residencia definitiva, en todos los sentidos. La gran mayoría de los autores y autoras de diversos países latinoamericanos radicados en una lengua diferente a la que escriben, viven entre dos aguas, buscando el reconocimiento en el país de origen, destinatario de sus ficciones. Vivimos en París, como escribía Darío, pero París no nos conoce.

No tuve que buscarlos porque están en todas partes; antes bien fue difícil limitar una muestra de esta literatura, consultar los dilemas a la hora de divulgar lo que se escribe —para quién se escribe, dónde se publican los textos, la vida en otra lengua—, y al fin seleccioné una docena de autores y autoras de esta literatura hispanoamericana que se hace en París, Londres, Lausana, Roma, Uppsala, Berlín... Excluí a España, porque si bien es cierto que la lengua que se habla ahí tiene otros matices, se trata de un extrañamiento dentro del mismo idioma. Y aunque antologué solamente narrativa, poetas como el peruano Américo Ferrari, la uruguaya Martha Canfield o el venezolano Enrique Moya —por citar solo tres— residen en Ginebra, Florencia y Viena respectivamente. Y hasta en Bélgica, el país donde las malas lenguas dicen que cuando un escritor local es reconocido, emigra a París, pues siempre es posible encontrar un poeta colombiano.

El resultado es esta antología, una aproximación a la literatura en español que escriben quienes viven en otra lengua. Más allá de las circunstancias que motivaron el extrañamiento, permanecen en el país que los acogió y tienen en común la continuidad de la escritura en la lengua materna, ejercicio que suelen combinar en parte con la lengua aprendida. El idioma original se percibe entonces como aquellas casas edificadas en las riberas del río, construidas sobre pilotes, por cualquier cosa. Y aunque reciben el lujo de la ribera y gozan de su humedad, sus alimañas y sus beneficios, se defienden de la corriente, afirmadas en las preposiciones entre y desde y hasta, ahí donde estén.

La escritura es el ancla con la que tejen el vínculo con el país lejano, una suerte de istmo en el mar de otro idioma.Sumergidos en la vida en otra lengua, arrasadas la jerga, el habla cotidiana, el sonido de lo insustancial, las interjecciones, y, en fin, todo aquello que es el sedimento de lo literario, estos escritores y escritoras cultivan la lengua original con la persistencia de la grama, que cuanto más se la arranca, con más fuerza crece. Matas salvajes de un territorio indomable. Siempre se vuelve al primer amor, como dice el tango.


enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Notas Relacionadas
Los doce elegidos


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados