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 domingo, 21 de octubre de 2007  
[detrás de la noticia] - El caso von Wernich
La liturgia de la hipocresía
El periodista Hernán Brienza, autor de un libro sobre el cura represor, analiza la reciente sentencia al sacerdote y cómo impactó en la sociedad argentina.

Aquel día de abril de 2003, chequeó el número de teléfono al que debía llamar. La ansiedad recorría su cuerpo, la llamada era clave. Tras el “buenas tardes” de rigor, escuchó una voz particular, esa que con total impunidad y en el nombre de Dios solía pasearse por centros clandestinos de detención en Buenos Aires. “¿Usted es el sacerdote argentino Christian Von Wernich?”, se animó el periodista. “Sí, soy yo. ¿Quién es?”.

Así descubrió Hernán Brienza al religioso que por entonces se hacía llamar Christian González y estaba al frente de un templo en el balneario El Quisco, de Chile. Esa llamada cortó su “exilio pastoral”. Luego de ser sometido a juicio oral y público, Von Wernich fue sentenciado el pasado 9 de octubre a reclusión perpetua por su participación en 7 asesinatos, 31 casos de tortura y 41 privaciones ilegales de la libertad, durante la última dictadura militar.

Brienza no logró entrevistarlo aquella vez y tampoco después, mientras escribía el libro “Maldito tú eres”. Von Wernich se negó siempre. Y él quiere oírlo, quiere escuchar de su boca las explicaciones de por qué, escondido tras una sotana, blandió la esperanza delante de los que habían sido chupados por la patota de Camps, a sabiendas de que sólo le interesaba obtener información y, peor aún, de que los detenidos “desaparecerían”.



Sin explicación

Por eso Brienza siguió el juicio día tras día. Insiste en escuchar la voz del cura. Y si bien se mostró conforme con la sentencia, lamentó que el religioso no explicara por qué hizo lo que hizo.

“El juicio fue muy interesante por dos cosas —señaló el periodista y escritor en diálogo con Señales— . Primero, porque se pudieron hacer públicas y masivas las complicidades y la conducta de Von Wernich durante la última dictadura militar, y segundo porque se perdió una gran oportunidad de que Von Wernich dijera por qué hizo lo que hizo, por qué fue parte de ese engranaje represivo”.

Brienza está convencido que “hubiese sido interesante que Von Wernich explicara por qué un hombre de fe se pasea por los campos de concentración siendo parte de ese engranaje de tormentos. Ese es el discurso que los argentinos todavía no escuchamos, el discurso de por qué un represor hace lo que hace, por qué un hombre tortura, por qué un hombre mata. Y ese discurso es necesario para comprender los resortes de la violencia”.

En abril de 2003, Brienza trabajaba en la revista TXT. Desde ese lugar fue que comenzó su investigación en torno a la figura del sacerdote represor. Una vez que logró hallarlo en Chile, Constanza Brunet, de la editorial Marea, le planteó la posibilidad de escribir un libro sobre el cura. Así, surgió “Maldito tú eres”, para el cual el periodista se adentró en narrar la historia de este personaje ahora sentenciado a reclusión perpetua.

—¿Por qué Von Wernich?

—Porque de alguna manera representa el cruce entre las fuerzas represivas y la Iglesia, y además es el paradigma de la complicidad de la Iglesia con la dictadura. La Iglesia participaba de dos maneras, a través de la Presidencia Conferencia Episcopal, apoyando a la dictadura con los documentos políticos o con la omisión de los casos de tortura, y a través de las capillanías militares. Hay más capellanes involucrados o al menos vistos en centros clandestinos de detención, pero muchos de ellos ya fallecieron, y en ese sentido Von Wernich es como el caso más paradigmático.

—¿Cómo te llegó el dato de que estaba en El Quisco?

—Me lo dio un sacerdote de la Iglesia Católica.

—¿Lo obtuviste casualmente?

—No, fue dado a propósito. Ahí se ve eso de la división ideológica de la Iglesia, como en los 70 que estaba dividida en tres sectores: uno progresista, uno moderado y otro más conservador. Obviamente, el dato me lo dio alguien del sector progresista.

—¿Qué opinás de las explicaciones dadas por la Iglesia durante el juicio y después de la sentencia?

—Yo pensé que el documento iba a ser un poco más comprometido, fue muy liviano, muy sinuoso, volvió a hablar del odio y del rencor. Me parece que el odio y el rencor, si es que existen, están alimentados por la impunidad. Y además, si es que existen, reitero, se transforman en pedido de Justicia, nunca de venganza. Es interesante tomar conciencia de que los familiares de las víctimas no exigieron otra cosa que los juicios, algo que los represores nunca les brindaron a sus familiares. Cuando se pide Justicia me parece que no hay posibilidad de pensar en términos de venganza, odio o rencor. Además, creer que el familiar de una víctima no puede sentir odio y rencor hacia el victimario es un pedido hipócrita. Me parece que es una frase cargada de hipocresía. La obligación de la Iglesia es, en todo caso, dar la información que tienen sobre cuál fue su complicidad y su participación. Y también las Fuerzas Armadas. Ese es el discurso que falta, justamente que digan la verdad y que se hagan cargo de lo que hicieron.

—¿Y la sociedad civil?

—Días atrás hubo un editorial de la La Nación en la que pidió que se cortaran las investigaciones, donde advirtió que seguir con la responsabilidad civil es instigar y continuar con las heridas abiertas. Eso también es un acto de hipocresía por parte de una sociedad que nunca se hace responsable de las cosas que hace. Porque también parte de la sociedad fue cómplice por omisión o por participación, en distintos grados. Los argentinos nos debemos una autocrítica seria de lo que pasó en los 70, y me parece que la teoría de los dos demonios impidió esa autocrítica.

—¿Creés que eso ocurrirá?

—Tengo la sospecha de que nunca la sociedad argentina lo va a hacer, porque de hecho no lo hace, y el discurso oficial de la sociedad civil, si es posible definirlo, es que nadie sabía nada de lo que pasaba. Yo creo que la hipocresía es uno de los grandes males de la argentina, y la idea del desaparecido habla mucho de la condición hipócrita de la sociedad, es mejor que no se vean, es mejor que no estén, que desaparezcan. Cuando la Junta Militar le pide permiso a la Iglesia para llevar adelante la represión, una de las cosas que le dice la Iglesia es: “Si ustedes lo hacen públicamente, nosotros tenemos que salir a criticarlos”. No le está pidiendo que no lo hagan, que no cometan los crímenes de lesa humanidad, exigiendo que no haya una represión brutal, sino que lo hagan en silencio, que no se note. Somos una sociedad hipócrita, ahí es donde hay que trabajar, si es que se puede trabajar colectivamente el tema.

L. S.
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A la cárcel. Von Wernich fue sentenciado a reclusión perpetua, tras un juicio oral y público-

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