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domingo,
21 de
octubre de
2007 |
Cuando la lectura deja huellas
Marcela Isaías / La Capital
“La lectura nos hace libres”. La leyenda se leía en un gran cartel colgado en la sala principal de la escuela. Muy cerca se reunían otras frases alusivas a los textos y en cada aula había una invitación diferente a meterse de lleno en las historias que se prometen con apenas dar vuelta la tapa de una de las obras. Pero quizá lo más importante de la jornada, que tenía como excusa ser parte de un maratón de lectura, era la alegría con que se vivía cada palabra.
Guillermina, una de las maestras que coordinaba la actividad, no paraba de lagrimear cada vez que uno de los chicos se animaba a pronunciar en voz alta una poesía o interrogaba con voz firme a los invitados.
Ese día la lectura, los libros, las historias portadoras de nuevas miradas hacia el mundo tuvieron un lugar de privilegio en la Escuela Nº 6371 Joaquina Villarino de Soage, de Zavalla. Nadie faltó a la invitación: los padres, una escritora, el presidente comunal, el cura párroco, representantes de la policía y hasta de los bomberos. Y nadie se quedó sin tomar un libro.
La escuela pública parece salida de una historia fantástica. Está rodeada por un bello parque y sobran los espacios para jugar. Pero aseguran que les faltan libros. Las maestras le reiteran a cada uno que se les acerca la necesidad de contar con una biblioteca escolar.
¿Cómo hacer para que los chicos lean? Es la pregunta que desvela a más de un adulto. Poner a los libros en un lugar destacado, de importancia, valorado, como eligió hacer la escuela de Zavalla, es un camino posible. También reclamar por más espacios y mayor acceso a la literatura.
El escritor Carlos Silveyra hablaba en una charla mantenida con docentes y bibliotecarias sobre “las marcas de las primeras lecturas”, aquellas que provienen de la oralidad pero también de cómo llegan los libros a manos de los chicos y de las escenas de lectura. Dice además que “todas las palabras tienen dos caras, una que es verdadera o falsa y la otra que es bella o no. Una cara que le habla a la cabeza y la otra al corazón”. Eso es lo que hicieron las maestras de Zavalla: les hablaron a las cabezas de sus alumnos con los libros y al corazón regalándoles una fiesta que seguro dejará marcas profundas en sus caminos de lectores.
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