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 domingo, 21 de octubre de 2007  
Fin de la maternidad
Reinventar el sentido de la existencia

La delicada tarea de dejar de ser madres resulta una difícil empresa de la función materna que consiste en reconocer y habilitar las potencialidades de los hijos entregándoles la certificación de que ellos y ellas pueden y podrán hacer las cosas que necesitan.

Es cierto que la maternidad se expresa y es asumida por las mujeres como un trascendente y maravilloso atributo femenino y en tanto sus proyecciones impregnan y organizan largos períodos de la vida, el rol materno adquiere una relevancia que suele definir a la mujer durante gran parte de la existencia. Sin embargo, es preciso darse cuenta y estar atentas a que el devenir humano femenino no se agota en tal función porque ello sería reducir las capacidades individuales y sociales, así como las potencialidades de expresión y acción.

A las mujeres les enseñan a prepararse para el embarazo y luego para el parto, la lactancia, la crianza y la educación de los hijos, pero no suelen recibir ayuda acerca de la responsabilidad de respetar el espacio personal que les pertenece como personas autónomas e independientes, espacio que va aumentando con la edad. Parecería que nunca va a llegar el tiempo apropiado para entregarles la credencial que los habilita a fin de que realicen sus propios vuelos. Parecería que fuera necesario que siempre estemos allí, cuidando, protegiendo o simplemente esperándolos con la heladera bien provista.

Esta tarea que no concluye, que se repite con matices diferentes e incluso llega a constituirse en eje de la vida de una mujer, puede transformarse en un grave inconveniente para la saludable evolución de los hijos pero también para la propia trayectoria como personas. Se trata de un desempeño que además de fatigar no permite registrar posibilidades diferentes en la relación con los hijos y no deja lugar a expresiones de solidaridad y gestión por parte de los jóvenes, ya que recorta oportunidades para mostrar lo que son y lo que pueden.

No se trata de restringir las expresiones del afecto y adhesión maternales, sino de moverse del papel de guía al rol de acompañante para permitir que los hijos ocupen lugares de acción en el ámbito privado tanto como en el público.

Se trata de promover que puedan fortalecer sus alas en un necesario y útil despliegue vital en todos los campos de la construcción humana.

Se trata de confiar en sus fuerzas para sostener los deseos personales y convertirlos en realizaciones. De creer en la eficacia del ejemplo transmitido con la vivencia de una cultura de valores, esfuerzo y trabajo.

Si el tiempo de “atención maternal” a los hijos/as ya jóvenes adultos se prolonga demasiado se altera el horizonte de vuelo y el necesario trabajo para realizar aprendizajes aun a través de rutas equivocadas. La sobreprotección puede borrar los necesarios límites entre madres e hijos/as e invadir el terreno que ellas/os necesitan para desarrollarse y perfilar sus propias identidades.

Muchas mujeres a cierta altura de la vida toman conciencia de que su tiempo dedicado a la maternidad ya se ha cumplido y reclaman tiempos para otras manifestaciones personales o para el descanso. Es así que algunas de ellas, más que deprimirse por un nido vacío en ocasiones se lamentan del nido demasiado lleno a causa del complejo entrecruzamiento de diferentes variables de la sociedad.

Tal vez reflexionar sobre el tema ayude a las mujeres a dejar de ser madres para alentar el espacio necesario a fin de que los hijos/as y el fluir de la vida hagan lo suyo. También para observar y disfrutar el trabajo realizado, contemplando los recorridos que ellos/as vayan dibujando con logros, fracasos, alegrías y tristezas que les pertenecerán e integrarán el caudal de su propia experiencia.

Por parte de la mujer, reinventar y crear sentido alrededor de distintos ejes de interés y trabajo o recreación, abrirá caminos impensados para conectarnos con nosotras mismas, con los otros y con los hijas/os.



Cristina Cáceres Hanzich

www.comunicacioncapacitacion.com


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