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 domingo, 14 de octubre de 2007  
Eliminatorias Sudáfrica 2010
Román: el hombre por sobre el sistema
La precisión de Riquelme alcanzó para sepultar el dispositivo táctico que ideó Marcelo Bielsa

Gustavo Conti / Ovación (enviado especial)

Las verdades en el fútbol se rebaten continuamente. Son permeables a las circunstancias y son sus mismos protagonistas los que las ponen de cabeza. Que lo diga sino Juan Román Riquelme, el paria, el nómade sin lugar en su club (Villarreal) que desenmarañó un debut difícil. El que venía sin competencia. Que lo diga sino Marcelo Bielsa, que moldeó a los suyos a la medida de un esquema predeterminado hace mucho tiempo y le fue bien hasta que una individualidad destruyó su castillo colectivo. Ni más ni menos, eso fue el inicio victorioso de Argentina en el camino a Sudáfrica 2010. El triunfo del hombre por sobre el sistema.

   Lo había achatado, tenía la pelota y, sin presión argentina, Chile trataba de volcar en la cancha lo aprendido en el corto tiempo con su revolucionario entrenador, como un estudiante con la hoja en la mano a la hora del examen. Como en otros tiempos, pero con la camiseta cambiada, aún sabiendo que las riquezas técnicas son incomparables, Bielsa volvió a hacer culto de aquello de “morir en la suya”. Y paró un 3-3-1-3, que su equipo probó por primera vez en forma oficial.

   Del otro lado, una sociedad de talentosos más o menos ubicados donde más les gusta, que quizás nunca se puso nerviosa porque confiaba en que en algún momento, cuando el sistema rival proveyera un flanco, sería capaz de aprovecharlo. Tan simple como eso.

   Hasta que eso no ocurrió, fue Chile el que tuvo la única chance. Y el bueno de Basile, el último romántico de una generación de entrenadores en extinción, tampoco parecía inmutarse en el banco. Canyengue, criticado por un supuesto desapego a los trabajos tácticos, su equipo volvió a corroborar esas sospechas, aunque ayer le haya alcanzado y sobrado.

   Entonces, los huecos por izquierda fueron perdiendo su importancia al son de la pegada de un solo hombre. La escasa propensión a recuperar la pelota de los volantes se fue disimulando ante el alivio que el pie derecho del 10 le proporcionaba. La gente aplaudía a Zanetti porque ganaba en velocidad, sin percatarse que aparecía por cualquier lado, una muestra de desorden táctico que no debe confundirse con sorpresa.

   Y cuando un equipo no luce amalgamado en torno a una idea, nada más puede esperarse que sus hombres puedan desarrollar las propias, las que no emergen a partir del juego asociado sino del talento natural, que Riquelme tiene de sobra, por más que no lo crea el ingeniero Pellegrini o Europa no lo haya captado. En esta realidad sudamericana, él hace la diferencia.

   Hace poco en la Copa Libertadores, que se cargó solito al hombro, ayer con dos tiros libres magistrales. Después, sólo chiches propios de jugadores que saben y que por eso pueden juntarse para levantar un aplauso. Y en igual sintonía vacilaciones defensivas que son fáciles de emerger en esa realidad. Poco más.

   Basile hizo lo de costumbre: juntar a todos los de “buen pie” que había en plaza y dejarlos hacer. Pero, a las pruebas hay que remitirse, su gran mérito fue darle la máxima confianza a un jugador que no juega ni entrena como corresponde, pero que se potencia cuando lo miman y lo hacen el principal referente. Con eso bastó.

   En este contexto entonces que se vislumbra a perpetuidad en este proceso, el paso por las eliminatorias les deparará más partidos como estos porque, excepto Brasil, no hay rival que iguale esa riqueza argentina. El problema será a igualdad de condiciones, cuando se necesite una contención táctica que la potencie y que ayer a Chile no le alcanzó por carecer de la primera. Problema que, se intuye, a Basile no le hizo ni le hará el Coco. Al menos, mientras los hombres sigan por encima de cualquier sistema.
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