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 domingo, 16 de septiembre de 2007  
La peatonal Córdoba, lejos de una postal turística
Obras, abandono y la desidia de los transeúntes la llenan de escombros, pozos y basura

Silvia Carafa / La Capital

A pesar de haber nacido para ser la reina de las veredas rosarinas, la peatonal Córdoba hoy es un muestrario de suciedad, abandono, roturas y remiendos, no menos que otras tantas deterioradas calzadas de la ciudad. Sus siete cuadras dan cuenta de una estética más que alejada de la pretendida postal turística del corazón de la ciudad. Baldosas destrozadas o ausentes, montículos de tierra o escombros, y más de un rastro de trabajos o de obras. A este panorama, los transeúntes suman las sobras del trajinar diario. Por ahora, los planes para remozarla aún están en tiempo futuro y hay más de una explicación sobre las causas del deterioro.

   La Capital recorrió la peatonal en varias oportunidades para dar cuenta tanto del estado como de las reacciones de la gente que la transita. “Esto es un desastre y ponga que si uno no ve el pozo se puede quebrar”, dijo una señora mayor que se detuvo frente al vacío rectangular que dejó una baldosa. Los más ágiles estiran el paso y eluden, otros murmuran por lo bajo cuando sienten que pisaron un barro rojizo y la mayoría pasan por alto los escollos a marcha apurada. De noche, la poca iluminación potencia los trazos gruesos de las desprolijidades al tiempo que ensombrece el lugar.

   A partir de Laprida, cada una de las esquinas de la peatonal exhibe remiendos de cemento alisado por falta del piso original. Pero no es lo único que desentona. A ambos lados, en los frentes de los inmuebles, las tomas de agua lucen desnudas y en ausencia de las pequeñas baldosas, suele haber tierra, agua detenida o escombros. También llama la atención la frecuencia de baldosas y rejillas rotas, los escombros con que se rellenan los baches y la suciedad que gana cada una de las aberturas.

   De las siete cuadras, las que van desde el 800 al 1100 son las más afectadas. A partir de allí los manchones desprolijos decrecen, bien porque fueron cubiertos en fecha reciente, o porque las obras que se realizaron en el lugar ya concluyeron y recién al llegar a Corrientes se puede ver en las esquinas el piso del color original. En medio del trayecto hay varias vallas de protección de obras, algunas con bandejas de agua y basura, maderas cruzadas, tapas de luz sueltas y decenas de figuras geométricas formadas por la ausencia de las baldosas.

   Lejos del famoso qué sé yo de las callecitas del tango, la peatonal parece lamentar las escoriaciones como una piel lastimada. Una y otra vez los martillos neumáticos la abren y el cemento la cierra para arreglar o expandir los ductos que recorren sus áreas intestinas. En lo que va de 2007 ya hubo dos obras nuevas y 17 de emergencia. Claro que algunos también ven el vaso medio lleno y consideran que el aspecto ajado y deslucido que hoy tiene la peatonal es un mal necesario, un paso ineludible para encarar las mejoras.

   “Son sólo ocho meses de trabajo contra los doscientos años que pueda durar la nueva cañería”, sostuvieron portavoces de la empresa Aguas Santafesinas, que está a cargo de la renovación de los ductos maestros de Córdoba entre Corrientes y Laprida, una de las obras de infraestructura más prolongadas del lugar.

   En la actualidad cualquier tipo de intervención sobre la peatonal, por parte de un frentista o empresas, está normada por la ordenanza Nº 8.120, que subsumió varias de las reglamentaciones anteriores. “Antes de extender el permiso deben presentar la boleta de compra de las baldosas a reponer, ya que se hacen por encargo en no menos de 90 días”, explicó Edgardo Delmonti, director de Apertura de la Vía Pública. A juzgar por lo que se ve esto no siempre se cumple. Menos mal que los turistas eligen mirar hacia arriba buscando detalles de molduras y huellas del siglo XIX.
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La peatonal más extensa de la ciudad está llena de obstáculos para los transeúnes.

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