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 domingo, 29 de julio de 2007  
Ricardo Lagos: “La globalización vino para quedarse”
El ex presidente chileno explicó cómo su país se integra exitosamente a la economía mundial

Pablo Díaz de Brito / La Capital

Ricardo Lagos, el ex presidente de Chile, es un socialista que cuadra poco y nada con el estereotipo del hombre de izquierda latinoamericano. Lo volvió a demostrar esta semana durante una visita a Rosario, donde vino a dar una conferencia y brindar su prestigioso apoyo a Hermes Binner. En un hotel céntrico, y luego de recibir los elogios del candidato a gobernador, Lagos brindó una conferencia de prensa que fue una buena muestra del pensamiento de quien es el estadista de mayor calibre que ha dado América latina en los últimos años. El chileno exhibió una agilidad mental y un modo de posicionarse y posicionar a su país en la escena internacional que no abundan en la Argentina de la era K.

   Ante todo, destacó el alto nivel de apertura comercial que ha logrado Chile bajo gobiernos socialistas: acaba de firmar un tratado de libre comercio (TLC) con Japón, bajo la presidencia de Michelle Bachelet, mientras él había hecho lo mismo con la Unión Europea y, para estupor de la izquierda de la región, con Estados Unidos. “Por efecto de la suma de tratados de libre comecio, hoy Chile tiene un arancel externo promedio de 2,5%” destacó con orgullo, ante un auditorio que tal vez haya sentido cierto escozor frente a esa defensa del libre comercio y el abierto pragmatismo ante el hecho consumado de la globalización que demostró Lagos.



Bienes públicos.  El chileno, sin embargo, también dejó muy claro que es socialista: “El Estado debe ser el proveedor de bienes públicos que no resultan rentables para el mercado”, afirmó, y dio el ejemplo de cómo se llevó agua potable a campesinos chilenos a un costo de 3.000 dólares por familia.

   En el plano conceptual, “nuestra diferencia con el mundo neoliberal es que entiende que la sociedad se hace a imagen y semejanza del mercado, reproduciendo las desigualdades propias del mercado, y nosotros, a través de políticas públicas que deciden los ciudadanos. Esa es nuestra línea divisoria, nítida y clara. Lo que no quiere decir que no puede haber un sector privado para proveer bienes públicos. Uno puede plantearse garantizar educación para todos durante 12 años, lo que no implica que no pueda haber educación privada, que todo deba ser dado por el Estado”, ejemplificó.

   La Capital le recordó la afirmación de Tony Blair sobre que “hoy la línea divisoria ya no es más entre izquierda y derecha, sino entre aperturismo y proteccionismo” y le preguntó si compartía este criterio, dada la apertura de la economía chilena que acababa de ensalzar. Lagos diferenció entonces entre economías grandes y chicas, como es el caso de Chile, más proclives a la apertura.

    “Hay intereses diferentes, pero no me caben dudas de que a la larga vamos a tener un mundo más global e integrado. La globalización está aquí para quedarse”, afirmó, en tono categórico. “Proteccionismo o no proteccionismo, a largo plazo va a haber mayor libre cambio. Cuánto tiempo tarde cada país en adaptarse, se verá”.



Mercosur decepcionante. En relación al Mercosur, Lagos recordó que, “los países más grandes tienen que aportar más. Un proceso integrador tiene que dar cuenta de las asimetrías entre los países. Creo que en el Mercosur nos ha faltado esto. Una visión equitativa en el Mercosur obligaría a entender las realidades distintas de cada país, lo que también nos obliga a tener grados de coincidencia en políticas económicas. Avanzar en un acuerdo de integración requiere voluntad política y tenenos demasiada retórica y poca voluntad política”. Quedó claro, nuevamente, que Chile sigue lejos de ser un entusiasta del Mercosur, con su alto arancel externo común, y que no siente ningún interés por el “Mercosur socialista”, que exige el nuevo socio pleno del club, la Venezuela de Hugo Chávez.

   Sobre el espinoso asunto de la venta de gas argentino a Chile, el ex mandatario explicó que “los contratos firmados con Argentina sumaban 23 millones de BTU (unidades térmicas británicas). De esos 23 millones, que de acuerdo a los contratos Argentina debe exportar al Chile central, porque no me refiero al norte (otros 5 millones) ni el extremo austral, de esa cifra, en el último tiempo han estado llegando 2, 3 o 4 millones”, enumeró sin que sonara a acusación. Ahora, “el límite es un millón y medio de BTU, que es lo que se requiere en los hogares de Santiago. Las necesidades de Argentina, del Gran Buenos Aires, son del orden de 80 millones de BTU. Supongamos que ante la crisis acá dicen «voy a necesitar ese millón de BTU». Tampoco eso va a resolver el problema, cuando estamos hablando de 80-85 millones de BTU”.



Adiós al gas argentino. Pese a este cuadro, Lagos reiteró: “Como ya dije cuando era presidente, no debemos gasificar nuestras relaciones”. Y agregó que “el haber hecho integración entre Argentina y Chile a base de gas fue bueno: para Argentina, porque exportó, y para Chile, porque le permitió tener un producto relativamente barato. Pero hoy tenemos una matriz energética distinta”. Se cierra así un período iniciado en los años 90, que, como recordó Lagos, se vio entonces como de integración. Y que, aunque él se cuidó de decirlo, terminará bastante mal, con Argentina incumpliendo contratos por enormes volúmenes. Chile tiene un potencial hidroeléctrico en el sur del orden de los 4.000 megawatts, y la presidenta Bachelet ha creado una comisión especial para estudiar la energía nuclear, recordó Lagos.


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Lagos estuvo esta semana en Rosario.



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