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 domingo, 29 de julio de 2007  
[Pareja]
Nuevas formas de convivencia amorosa

Cualquier observador puede constatar la pronta disolución de muchas parejas de jóvenes y el paso de sus miembros a la formación de otras. Este fenómeno, producto de las condiciones socioculturales actuales, era impensado en otros momentos históricos. Los sociólogos denominan a este reemplazo de una persona por otra “monogamias sucesivas”. Podemos llamarlas también “monogamias seriales”.

En la familia tradicional la pareja basaba su unión en la conservación y transferencia de su linaje y su patrimonio a través de las generaciones; luego en la modernidad se cimentaba en el cariño mutuo y en el cuidado de los hijos. En los tiempos posmodernos ya no son los hijos ni la conservación del patrimonio lo que importa. El amor pasión preside la unión de la pareja y la satisfacción sexual se transforma en un imperativo. El sujeto posmoderno privilegia lo pasional a lo contractual de los modelos anteriores. El individualismo narcisista no admite la sujeción a intereses sociales más generales.

En los tiempos posmodernos el amor pasión que preside la unión de la pareja se convierte en una exigencia recíproca de satisfacción sexual entre los esposos amantes. Esta condición que posibilita el vínculo paradojalmente crea un conflicto difícil de sortear o sobrellevar en la vida de una pareja. El amor pasional tiene el inconveniente de que, a pesar de otorgarle vitalidad y fuerza a la alianza matrimonial, cosa imposible de pensar en otros momentos históricos, constituye un obstáculo insalvable para la permanencia del vínculo porque la pasión suele tener poca vida, y la pérdida de la misma puede provocar el fin de la pareja. Es probable que para algunos una relación basada en la ternura y el bienestar de un vínculo estable sea poco comparado con el goce y el sufrimiento de una relación pasional, estimulándolos a una nueva búsqueda.

En la actualidad las “monogamias seriales” instauran una nueva forma de vincularse que comprende más de una pareja en la vida amorosa de las personas. Esto permite que no se apele a la infidelidad como resultado del desgaste de la pasión, recurso común en la pareja tradicional. La existencia de la “casa grande”, el hogar familiar y la “casa chica” o el hotel donde se escondían los amantes, constituye la prueba de la hipocresía en que se sostenían los vínculos. Ahora las relaciones se sinceran: si cesa la atracción, las personas se separan y reinician la vida amorosa con otra persona.

La posmodernidad produjo una revolución en las relaciones de pareja como no ocurrió en otras épocas históricas. La familia tradicional no ha desaparecido, pero ahora convive con otras formas de vínculo que se han institucionalizado y que se caracterizan por constituir “monogamias seriales”, o sea, el carácter provisorio de las uniones y su reemplazo por otras.

La familia para toda la vida comienza a ser una excepción, y lo que pasa a ser común es la convivencia temporal de él o ella en parejas y familias distintas, o en parejas que no incluyen a la familia, que tienen una vida independiente de la misma. Estas convivencias suelen alternarse con períodos de soledad o de relaciones ocasionales.

Dentro de las modalidades vinculares actuales podemos identificar:

  • La convivencia sin el pasaje por el Registro Civil. Es una relación de pareja que no tiene fuerza para proyectarse en el futuro. Manifiesta la intención de compartir una parte de la historia de ambos mientras dure la atracción.

  • El matrimonio a prueba. Se trata de una relación más comprometida que la anterior. Manifiesta el deseo de los miembros de la pareja de poner a prueba su amor en la convivencia para evitar el riesgo de formalizar un vínculo y que se disuelva prontamente. Esta relación podría legalizarse (o no) si el período de prueba se sortea con éxito.

  • La convivencia parcial, donde cada integrante de la pareja tiene su hábitat independiente y se encuentran algunos días, sobre todo los fines de semana. Generalmente también comparten los viajes y las vacaciones.

    Estas formas de convivencia no tradicionales pueden desembocar en un vínculo matrimonial, más probablemente en aquellos casos en que se han tenido hijos o se proyecta tenerlos.

    El sujeto posmoderno, individualista, narcisista, ha dejado de lado la consideración hacia la familia y sus antiguas prescripciones obligatorias para centrarse en su realización afectiva y en su derecho a tomar decisiones con libertad, tales como el derecho a la separación, al concubinato, a la contraconcepción y a la maternidad fuera del matrimonio, o sea que para él no existe un deseo contrario a los deseos individuales mientras no perjudiquen a terceros.

    El aumento de gente que vive sola refleja una nueva preferencia por la autonomía, pero a la vez expresa una rebeldía contra el compromiso emocional. Hoy las personas no aspiran a entenderse más o menos bien, buscan la satisfacción y la felicidad.

    La gente con frecuencia se separa porque sus expectativas acerca del matrimonio son muy altas y no toleran conformarse con menos de aquello a lo que aspiran. Es un triunfo del narcisismo a costa de la relación de pareja.



    Domingo Caratozzolo

    Psicoanalista

    www.domingocaratozzolo.com.ar


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