Año CXXXVII Nº 49534
La Ciudad
Política
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Economía
Escenario
Señales
Mujer
Turismo


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 08/07
Mujer 08/07
Economía 08/07
Señales 08/07
Educación 07/07
Estilo 07/07
Salud 27/06
Página Solidaria 27/06

contacto

servicios
Institucional



 domingo, 15 de julio de 2007  
Playrooms: los reductos que convocan a los amantes del fútbol

Andres Abramowski / La Capital

Messi, con la camiseta del Barcelona, elude a un par de defensores del Manchester United y la clava en el ángulo con su característica precisión matemática. Emociona ver el gol, aun a través del televisor de 34 pulgadas, y en medio del festejo Tomás suelta el joystick y se abraza con la única persona de carne y hueso que participa del partido: su rival, Estéfano. Tienen 17 años, las vacaciones de invierno recién empiezan y el local en el que juegan sólo se han ocupado cuatro máquinas, aunque nadie más acusa recibo de la reciente maravilla de Lionel.

   Los playrooms —”salas de juego”— son locales profundos, con poca iluminación cuando no oscuros, rellenos con televisores gigantes en pareja con enormes sillones unidos por la Play Station 2, una consola de videogames que permite jugar a ser piloto de Fórmula 1, asesino psicótico o un pibe que hace carrera en la familia Corleone. Pero en estos salones hay un solo juego: el Winning Eleven (WE), una especie de fútbol televisado interactivo.

   En Rosario estos locales intentaron proliferar hace poco más de un año, pero al parecer —no es fácil establecer la cantidad— el mercado no dio para más que una veintena en el centro y macrocentro. Si bien siguen la línea evolutiva de los viejos locales de “fichines” o “flippers”, se tiende a emparentarlos con los ciber. Las primeras salas del ramo se instalaron hace tres años, convenientemente cerca de escuelas, tal vez a partir de experiencias veraniegas. “En Mar del Plata, íbamos con mis amigos a un lugar así después de la playa”, recuerda Luciano, uno de los pioneros del rubro, que hace casi tres años instaló “Orsai” en Mendoza y Moreno, donde tiene 9 máquinas.



Tentador. El WE es el nombre con el cual se popularizó el Pro Evolution Soccer, el videojuego de fútbol más exitoso de los últimos años. Desarrollado por la firma japonesa Konami a partir de 2001, los entendidos lo definen como un simulador de gran calidad y jugabilidad, superior a los demás desde el principio. Sin embargo, no tuvo mucha demanda hasta que comenzó a obtener licencias de ligas y jugadores de fútbol. Así, “Naldorinho” pudo finalmente ser Ronaldinho, y “Batutista” se convirtió en Batistuta. Entonces ya no parecen haber diferencias entre el fútbol y la emulación, y ahí residen la magia y la fiebre en torno al juego.

   En rigor, el WE no parece estar basado tanto en el fútbol como en el fútbol por TV, y el joystick no reemplaza a los pies sino al control remoto. Entre uno y ocho jugadores escogen equipos reales, tanto a nivel selecciones como ligas europeas y el torneo argentino. “Sos director técnico y jugador al mismo tiempo, porque decidís a quiénes ponés en el equipo y después los manejás”, se entusiasma Estéfano, y agrega que también se puede elegir el estadio, el horario del partido y hasta el clima. En síntesis, se puede ser Ronaldinho, Messi, Blatter y hasta San Pedro por 2 pesos la hora. Y, en virtud del realismo de los gráficos, ni siquiera requiere mucha imaginación.



Como en el mundo real. En los playrooms rige una oscuridad casi de burdel, porque la luz molesta al reflejarse en la pantalla. No hay otro sonido que un murmullo tribunero en los televisores, sordos gritos de gol cada tanto y exclamaciones aisladas de los clientes, sobre todo de los más adolescentes. ¿Pero quiénes son los jugadores? En el WE hay de dos clases: los que manejan el joystick y los que están en la pantalla. Y todos son protagonistas, tal como en el fútbol real, donde a veces los partidos sólo se juegan en las tribunas.

   Rodrigo, Luciano y Patricio tienen 22 años y son estudiantes. Como tantos, prefieren los equipos de las ligas europeas. “Los jugadores tienen más velocidad y habilidad, como pasa en la realidad”, justifica Luciano y Patricio, sin sacar los ojos de la pantalla, define: “Es perfecto: los equipos argentinos juegan como acá y los europeos tienen todos futbolistas de selección. Eso se nota a la hora de jugar, con el mismo joystick tenés jugadores diferentes”.

   Pero claro, como en el mundo real, todos los diferentes tienen la camiseta del Barcelona. Y ahora casi todos los clientes preguntan cuándo llega la versión del juego en la que el francés Thierry Henry también aparecerá vistiendo esa casaca, luego de haber sido transferido —en el mundo real— del Arsenal inglés al club catalán.



Game over. “Una vez entraron dos hombres de traje y les dije que acá no tenemos computadoras para navegar en la web. Los tipos me dijeron que ya sabían, pero que ellos venían a jugar”. Iván es uno de los dueños de Tifosi (“hinchas” en italiano) y tiene dos locales en Catamarca al 1400 y Entre Ríos al 1300. Sus clientes tienen “de 12 a 50 años” y varían según la hora: de 10 a 14 —salvo en vacaciones— se llena de escolares y a partir de las 19 comienza el horario pico con los mayores de 20. “Nos quedamos hasta que se va el último, a veces hasta las 6 de la mañana”, dice el comerciante, coincidiendo con otros colegas en que los adultos son los que más horas se pasan ante la pantalla.

   En su mayoría, son fanáticos del fútbol. “Cuando juega Argentina esto está vacío pero a los diez minutos empiezan a llegar”, resume el dueño de Orsai, y explica que la mayoría opta por reproducir el partido del día. En ese sentido, para esta noche debería haber muchos fanáticos jugando a su propia versión de Argentina-Brasil.

   Ninguno de los entrevistados dice estar enviciado por el WE y todos coinciden en la pregunta del millón: el fútbol de verdad les gusta más, sobre todo a la hora de jugar, “pero es más difícil juntar la gente y encontrar canchas”. Es lógico: la ciudad se va amurallando, los edificios reemplazan a las plazas y la individualidad reemplaza lo colectivo. Y aunque los potreros siguen estando en la Argentina, el fútbol moderno —esa mezcla de deporte con negocio y de nacionalismo con simulacro— está cada vez más en Europa. Patear es lindo, pero ¿quién concibe una vida sin el control remoto?
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Notas Relacionadas
El placer de jugar sin molestar ni ser molestado

Las nuevas y oscuras plazas que disfrutan los jóvenes del siglo XXI




  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados