|
domingo,
17 de
junio de
2007 |
[Primera persona]
Guillermo Arriaga: "Mi referencia es la vida"
El escritor y guionista de "Amores perros" y "Babel", entre otras películas, sostiene que los planes nunca funcionan en el arte. Su método es "dejarse flotar"
Rodolfo Montes / La Capital
Guillermo Arriaga nació y se crió en el Distrito Federal de México. Dice que sus mejores conocimientos se los dio la calle, la vida cotidiana. Escritor y guionista, adquirió relevancia mundial con “Amores perros”, “21 gramos” y “Babel”, películas de impecable factura de las que fue el guionista, y en cuya realización participó activamente. Estuvo de paso por Buenos Aires para presentar cuatro de sus libros, novelas, recientemente editados por Grupo Editorial Norma: “El búfalo de la noche”, “Un dulce olor a muerte”, “Escuadrón guillotina” y “Retorno 201”.
En conversación con Señales, Arriaga habló de su proceso creativo y la relación con el cine: “Mis películas, como mis libros, pertenecen a un solo corpus de obra, tienen una vinculación muy íntima, con los mismos temas, las mismas preocupaciones éticas y estéticas, y los mismos intereses vitales”, definió el escritor mexicano, con voz y movimientos pausados.
Arriaga siente que en su trabajo lo guía una misión: “El arte tiene que emocionar, conmover. Lo traté de hacer en las películas y también con mis libros”. En “Retorno 201”, por caso, trata de hacerlo a través de cuentos “que hablan de la calle donde crecí” y “de las contradicciones de los seres humanos, que incluyen las mejores historias”.
“El búfalo de la noche” plantea una historia de amor y muerte en torno a un triángulo amoroso cuyo eje está en un adolescente muy sensible, que decide acabar con su vida. Con ese acto desencadena la desesperación de su ex novia Tania y de Manuel, su mejor amigo. Conflictos que retornan en “Un dulce olor a muerte” a partir del hallazgo del cadáver de una adolescente en un pueblo y del trastorno que ese suceso provoca en el lugar y en la persona que lo descubre.
En cambio, “Escuadrón Guillotina” surgió como un ajuste de cuentas más personal. Arriaga dice que lo escribió como una venganza a sus profesores en la Maestría en Historia. “En 1991 ingresé a la Maestría con la esperanza de estudiar Historia —cuenta—, pero resulta que se la pasaban hablando de metodología de la historia, hermenéutica y teoría de la historia. Algo bastante horrible. Entonces mi propuesta de tesis jamás fue aprobada. Así surgió la historia de la guillotina en la revolución mexicana, algo que nunca ocurrió. Aunque está escrito de manera tan rigurosa que hubo muchos maestros que comenzaron a dudar acerca de si existió o no existió la guillotina en la revolución mexicana. Una idea muy loca”.
—¿Tu modo de narración se puede clasificar?
—Cada historia tiene un modo distinto de ser contado. No todo puede contarse con la misma fórmula. La idea es ir brincando de un lado al otro en el relato, naturalmente vamos escogiendo un modo orgánico de contar una historia y no necesariamente de un modo lineal. A mis películas trato de imbuirles un espíritu literario, de hecho entiendo que son literatura porque tienen el mismo tratamiento, el mismo cuidado que un texto literario.
—¿Cómo fue que te atrapó la pasión por escribir?
—Fue por el deseo de contar historias. Cuando quiero explicar un concepto, una idea, cuento historia, me resulta más fácil.
—¿Existe alguna fórmula para escritores que permitan inventar más y mejores historias?
—Yo le llamo dejarse flotar, sin demasiada racionalización de las cosas, descubriendo poco a poco. Los planes, los métodos, los diagramas no funcionan.
—¿Las historias buenas se revelan desde un principio, o bien pueden adquirir envergadura en su desarrollo final?
—Entiendo que una historia es interesante cuando sostiene una terquedad curiosa en tu cabeza. Y pasan los años, y la historia en vez de esfumarse, crece y crece. Tanto “El dulce olor a muerte”, como “Escuadrón guillotina” y “El búfalo de la noche” ocuparon persistentemente muchos años mi cabeza hasta que pude sacarlas.
—Una virtud del escritor, entonces, es la paciencia.
—No diría la paciencia. En todo caso, es reconocer que el proceso inconsciente es tan valioso como el consciente. Y no angustiarse, porque el cerebro nunca deja de escribir. Elabora y reelabora, hasta que resuelve y te la manda y ahí podés concretar la historia.
—¿Cómo ha sido tu relación con los directores de tus películas?
—Siempre tuve la suerte de trabajar con directores con los que me entiendo muy bien, como con Jorge Hernández en la actualidad. Normalmente me he encontrado con directores que tienen gustos y preocupaciones vitales cercanas a las mías.
—De todos modos, suele darse que las películas, una vez concluidas, quedan algo o bastante lejanas de los libros originales.
—En mi caso, siempre me sentí conforme con las películas, nunca fue traicionado el espíritu de lo escrito. Por supuesto, antes de emprender el trabajo con un director, investigo cuál es su gusto, cuál es su posición frente al mundo. Antes de trabajar con alguien, debes hablar largo de la vida y luego recién del plan de trabajo.
—¿Cómo llegaste al cine?
—Fue porque comenzaron a interesarse por los derechos cinematográficos de mis novelas. A los productores les parecía muy fácil de adaptarlas, pero sucede que son tan literarias que es sumamente difícil adaptarlas. Llevarlas a la pantalla tiene una dificultad intrínseca. A principio me buscaron sólo para comprar los derechos, pero luego me involucré en las adaptaciones, en los guiones. Al cabo, no fue nueva la tarea, yo ya había escrito para televisión y para radio. Y también teatro, con lo que ya tenía un cierto sentido de la dramaturgia y de la imagen.
—¿Tenés autores como referentes?
—Mi referencia fundamental es la vida, y justamente de la vida quiero recuperar el modo cotidiano con que contamos las historias. En cuanto a referencias literarias puedo decirte William Faulkner, Shakespeare y Juan Rulfo entre varios otros.
—En “El búfalo de la noche” trabajás la idea del triángulo amoroso. ¿Lo encontrás valioso, desde la perspectiva literaria?
—Siempre me obsesionó la parte animal que tenemos los seres humanos. El triángulo amoroso dispara la cuestión de la territorialidad, la pelea por la hembra. Una pugna primaria. Por lo demás, el amor se torna subversivo cuando transgrede los límites de la cercanía familiar. Hermanos, amigos, me gusta llevar los personajes al extremo. Acercarlos a ciertos abismos, aunque sean destructivos.
enviar nota por e-mail
|
|
Fotos
|
|
Una oscura insistencia. Para Guillermo Ariaga las historias más interesantes son las que sostienen una "terquedad curiosa".
|
|
|