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 domingo, 17 de junio de 2007  
El socialismo juega a todo o nada

Hermes Binner tomó nota de que el máximo interrogante para las elecciones del 2 de septiembre flota en la ciudad de Santa Fe, enclave burocrático del Estado y, como tal, conservador a la hora de aceptar mansamente un cambio de signo político. En ese contexto debe leerse la decisión de comprar una vivienda en la capital y “quedarse a vivir” allí si es que las urnas lo proclaman gobernador.

   “No nos puede pasar lo de 2003”, repiten al lado del candidato socialista, que ha elegido en las últimas semanas el territorio del brigadier López como base de operaciones. Ahí Binner comprobó lo bien que cae entre los hombres y mujeres de prensa, al punto de que el festejo por el Día del Periodista tuvo asistencia más que perfecta. El operativo seducción también incluyó la promesa de no trasladar la capital a Rosario, poniéndole fin a una ola de rumores que comenzaba a erizar la piel de los empleados públicos y de cierta burocracia anclada en los bulevares capitalinos.

   El nuevo sistema electoral le cae de perillas al gran elector de la oposición, que se permitió presentar el programa de gobierno y hacer anuncios que ganaron las tapas de los diarios, mientras el peronismo transita por los laberínticos senderos de la interna.

   El mal paso con que inició su carrera política la ex fiscal Griselda Tessio, utilizando una estrategia dialéctica errada para una provincia refractaria a los discursos agresivos, altisonantes e ideologizados, hizo montar en cólera a no pocos dirigentes socialistas. “No nos suma ni un voto, pero no podemos permitir que nos reste chances y les deje las réplicas servidas a los peronistas”, se sinceró un alto dirigente del PS, horrorizado por los dichos de la mujer, acusando a “un periodista” de haberla sacado de contexto en su referencia a “las armas” y “la poesía”.

Celeste y blanco. Frente a eso, Binner eligió el camino de la moderación respecto al tono de campaña e internalizó que el blanco de sus críticas deberá estar focalizado en el gobierno provincial y no en un abanico de adversarios que lleven a que el gigante dormido, al fin, se despierte. Conoce al dedillo que por nada del mundo deberá enfrentarse a Néstor Kirchner y, en ese marco, decidió mantenerse lejos de cualquier cámara que lo mostrara con Jorge Telerman durante la campaña porteña o acercarse a Elisa Carrió en ocasión de su última visita a Rosario.

   El actual diputado nacional socialista goza (y se beneficia) con el derrumbe de los partidos políticos nacionales. En otras circunstancias resultaría un jeroglífico desentrañar por qué Roberto Lavagna, acérrimo opositor a Kirchner y aliado de la UCR, asevera a los cuatro vientos que “si viviera en Santa Fe votaría por Binner”. Palabras más, palabras menos, lo propio dice Ricardo López Murphy, casi seguro candidato presidencial de PRO.

   “Mire, yo sé que si pierde el peronismo en Santa Fe, Kirchner tardará cinco minutos en sacarse una foto con él; pero lo concreto es que una victoria de Binner será nacionalizada, paralelamente, como una derrota del gobierno. Y nos sirve para octubre”, dijo a este diario un ex presidente de la Nación, con pragmatismo típicamente justicialista. Unos y otros, sin embargo, recuerdan el apotegma que indica que Santa Fe es la provincia “en la que los encuestadores siempre dicen que gana la oposición pero finalmente se impone el PJ”.

   Lavagna invirtió los roles y, durante casi una hora, preguntó y repreguntó a su interlocutor cómo estaban las encuestas, qué pasaba con Carlos Reutemann y cómo jugará el voto del interior santafesino. Si gana, Binner tiene en claro que deberá aprovechar al máximo sus primeros meses en el gobierno. “Los peronistas se van a despellejar echándose culpas por la derrota... Nosotros tenemos que tener en claro que con solamente 10 diputados propios, y el Senado en contra, debemos utilizar el tiempo con la máxima eficacia”, anticipa un binnerista paladar negro mientras muestra una batería de encuestas, todas favorables al candidato del Frente Progresista.

   Cuando habla de que no hay que “pensar un país en blanco y negro, pero sí en celeste y blanco” (una forma de no abrir frentes de tormenta), Binner le pone un paraguas a todas las bendiciones que llegan desde la centroderecha. Una frase que intenta ser desnudada como una nadería por Bielsa y Rossi, pero que emociona a Mariano Grondona: “Al fin encontré al líder que estaba buscando”.

   El mar calmo por el que transita el postulante a la Casa Gris (hasta que el peronismo se defina por Rossi o Bielsa) contrastó en los últimos días con la sorpresiva agitación que se vivió en el Palacio de los Leones. Miguel Lifschitz, pese a su perfil moderado y pluralista, se convirtió en un encantador de serpientes que, al fin, operó a fondo en las internas de los partidos aliados. Carlos Comi (Coalición Cívica-ARI) y Jorge Boasso (UCR) sufrieron en carne propia la decisión del oficialismo municipal de ir por todo.

   El ex titular de la Oficina del Consumidor y actual concejal deberá pelear el 1º de julio con la estructura socialista para poder colar un candidato a edil en la lista final del Frente Progresista, una tarea titánica que hizo bajar al indómito Boasso, quien ahora apoya la nómina de Comi. Frente a la ola de acusaciones de “hegemonismo” y “traición” dirigidas a Lifschitz, éste, otra vez, mostró los dientes: convocó para la foto a los partidos aliados, generando nuevas fugas.

   Sorpresivamente, Néstor Trigueros (originario primer precandidato a concejal de Boasso) se hizo presente junto al jefe municipal y lo propio sucedió con Armando Barck, número 4 en la boleta de Comi. Todos borocotizados.

   Nadie sabe si estos cimbronazos, poco habituales en el estilo Lifschitz, producirán un efecto boomerang a la hora del voto en la interna o reforzarán el aplastante triunfo que preanuncian en los pasillos de la Municipalidad. La respuesta varía según quiénes sean los consultados. “Este tipo, que se la pasaba criticando la cooptación kirchnerista, se desnudó como un gran empomador. Pero a los rosarinos no les gustan los intentos hegemónicos”, repiquetean los empomados. En la vereda socialista se gratifican: “Miguel les marcó la cancha y los invitó a que demuestren cuántos votos tienen”. La respuesta, invariablemente, llegará el 1º de julio. Por estos parámetros transita el PS, que siente cercana la posibilidad de ser gobierno ya no solamente en Rosario sino también de sentar sus quilates en la Casa Gris.

   En el peronismo, mientras tanto, buscan testear cuál será el juego del presidente Kirchner. Por eso, varios dirigentes territoriales de peso están pensando en aprovechar la llegada del jefe del Estado a La Picasa, el 5 de julio, para organizar en el departamento General López un acto partidario en el que la foto lo involucre con el candidato elegido en las urnas. “Será una buena oportunidad para saber a qué atenernos”, comentó a La Capital el organizador de la movida, aún de resultado incierto.

   El futuro político inmediato del santacruceño dependerá de la diferencia que Mauricio Macri le saque a Daniel Filmus en el ballottage porteño. Una derrota abrumadora del opaco ministro de Educación podría provocar renuncias en el gabinete y cambios de estrategia respecto a la fórmula presidencial. Aunque no se atrevan a decirlo públicamente muchos peronistas-kirchneristas esperan que una nueva paliza del golden boy haga cambiar de idea al primer mandatario sobre el radical Julio Cobos como candidato a vicepresidente. “No se imagina la cantidad de compañeros que, aun estando en el gobierno, van a ver a (Eduardo) Duhalde para comentar lo mal que se sienten con esta transversalidad trucha. Nadie se anima a hacerlo público pero es así”, blanqueó un respetadísimo diputado que estuvo al frente del Ejecutivo nacional durante las últimas horas del trágico 2001.

   La segunda vuelta porteña tendrá un efecto capital para el futuro del país y, como correlato, para el presente del peronismo. Sus derivaciones también se harán sentir con fuerza en el justicialismo santafesino.
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Agustín Rossi, Rafael Bielsa y Hermes Binner.


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