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domingo,
17 de
junio de
2007 |
Viajeros del Tiempo
Rosario 1905/1910
Guillermo Zinni / La Capital
Las damas de la realeza se aburguesan. Cuando lady Auckland, por especulaciones desgraciadas, vio evaporarse su fortuna valuada en 500 mil francos de renta, no vaciló en establecerse como vendedora de muebles y tapices. Nadie criticó tan valiente resolución y hasta la misma reina la protege. Hoy día, casi no hay tienda en Londres que no pertenezca a alguna mujer titulada de la realeza. Otro caso es el de miss Sybill Hillard, la que al saber que se iba a quedar sin recursos aprendió el arte elegante de la “manecure” y en pocos años estableció una tienda que se convirtió en “rendez-vous” de toda la nobleza. Allí se encuentran esencias finas, las novedades de París, y hasta la reina se surte allí de pastas y de cremas. También todas las vendedoras de ese almacén son niñas de buena sociedad que han sufrido contrastes de fortuna. Pero no sólo hay señoras que trabajan por necesidad: también hay otras que lo hacen por placer, mujeres de la aristocracia que se lanzan a grandes empresas industriales o comerciales cansadas de la inacción de sus vidas mundanas. Así, la condesa de Essex estableció un almacén de modas y de ropa blanca que ella misma dirige y a la que añadió una lavandería que tomó vuelo bajo el nombre de “Model french laundry”. Adivinad quién ha inventado y hecho patentar con el número 205.794 un aparato para calentar los platos: la condesa de Lonvay, princesa Estefanía de Austria, y ella misma explota su invento. Como vemos, el lado positivo de la existencia es aprovechado por las damas de la realeza. ¿Acaso serán así todas las mujeres del porvenir? ¿Deberemos alabarlas o quejarnos?
Imprescindible. Se ofrece joven con buena letra para escritorio. Dirigirse por carta a H. G. Balcarce 942.
Sirvienta para ricos. Se ofrece una muchacha de 14 años para matrimonio solo; es inútil que se presente persona pobre. Ocurrir Santiago 966, depto. 2.
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