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domingo,
17 de
junio de
2007 |
Educación: valoración del error
Cuando las propuestas docentes provocan en los alumnos desequilibrios entre lo que ya saben y lo que exige el nuevo desafío, los niños, adolescentes o jóvenes buscarán diversas formas de afrontarlos siempre que no se les impongan formas estereotipadas basadas en la memoria, propios de un espacio que no da cabida a la autonomía. Cuando se apela a operaciones de pensamiento, el alumno pondrá en juego sus conocimientos y saberes para hallar nuevos procedimientos, representaciones y relaciones. Intentará otras formas de comunicación y probará diferentes “soluciones”. También, probablemente cometerá errores.
Estos intentos requieren del acompañamiento del docente mediante señalamientos e intervenciones adecuados que no dañen la autoestima, ni favorezcan la iatrogenia. El docente propiciará —mientras se abordan los aspectos convencionales—, un clima de respeto y confianza en las posibilidades de cada uno. Lamentablemente, poco se habla en las reuniones de padres sobre el posicionamiento que la institución adopta frente al tratamiento de los diferentes tipos de errores que se pueden cometer en estos intentos individuales o grupales.
Los nuevos logros fruto de reflexiones y comprobaciones generalmente dan lugar a errores “muy valiosos” para el ojo de buen cubero. Errores que evidencian reflexión; conocimientos, creencias o supuestos que están fuertemente instalados y ligados a una trama más amplia de conceptos que se repiten en un período de tiempo —independientes de las explicaciones por parte de familiares o de docentes—y que conforman sus hipótesis. Estas producciones son los errores significativos. Y no debemos asustarnos ante ellos. Menos aún implementar algún tipo de castigo.
Los errores significativos muestran el grado de dominio que tiene el alumno frente a nuevas situaciones de vida y ante las diversas propuestas de enseñanza del ámbito escolar. Estos visos de coherencia desde una lógica diferente a la del adulto, permiten al docente que las escucha preparar un abanico de propuestas, y ahondar en una constelación de canales que acrecientan las posibilidades de aprendizajes a la diversidad cultural que pueblan las aulas.
Ante tales muestras de construcción reflexiva es erróneo y contraproducente considerarlas faltas, déficit o insuficiencias. Los docentes mediante confrontaciones, contraofertas, diálogos, nuevas propuestas, comparaciones, señalamientos y tolerantes mediaciones entre el sujeto de aprendizaje y el objeto de conocimiento permiten que se re-trabajen los nuevos conceptos —o procedimientos— desde las hipótesis personales, favoreciendo el goce ante el aprendizaje sin avergonzarse o sentirse impedidos.
Diferenciar los tipos de errores no es fácil. Para ello es indispensable tener en cuenta los aspectos visibles de los procesos de elaboración en cada alumno o grupo, la persistencia de las hipótesis y el contexto en que perduran. Sólo ante situaciones de inmovilidad y persistencia extrema conviene consultar a profesionales para atender el reclamo que de esta manera hace alguien “que sufre”, “que necesita ser mirado”, “que está pidiendo auxilio”.
Algunos ejemplos de pequeños que no muestran los mismos conocimientos son, por ejemplo, decir “andé” por anduve; “escribido” por escrito, y otros. Si el docente intenta una apropiación reflexiva de los conocimientos y de los aspectos procedimentales es ineludible atender y valorar estos típicos errores. ¡Pero quién dijo que es fácil!
Debemos tener siempre presente que ante los errores significativos —a veces graciosos, algunos increíbles y otros por demás sorprendentes— no vale todo. Los límites y las convenciones son tan necesarios como el respeto por las posibilidades y el esfuerzo que ponen en el proceso de construcción.
Ante estos particulares errores cabe señalar que la mirada afectuosa e interesada de los padres y sus respetuosos comentarios pueden prevenir inhibiciones y bloqueos. Pero también pueden colaborar desde actos de descalificación con fracasos escolares que además pueden extenderse a otros momentos de la vida.
Ada Serio
[email protected]
Psicopedagoga clínica
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