Año CXXXVII Nº 49485
La Ciudad
Política
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Policiales
Cartas de lectores
Mundo digital



suplementos
Economía
Escenario
Ovación
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 20/05
Mujer 20/05
Economía 20/05
Señales 20/05
Educación 19/05
Estilo 19/05
Salud 16/05
Página Solidaria 16/05

contacto

servicios
Institucional


 domingo, 27 de mayo de 2007  
La vida detrás de las rejas

“Estando en cana tuve que pelear para hacerme un lugar”, dice Carlos Toledo, cuya historia expone la fragilidad de un sistema en el que la frontera entre la presunción de inocencia o la sospecha de culpabilidad en muy frágil. “Cuando me llevaron a la subcomisaría 18ª (destinada exclusivamente a los imputados por delitos sexuales) no quería saber nada con entrar en el penal. Y cuando entré, se me vino un preso grandote como una puerta y ahí pensé: «Acá me rompen todo». Pero me dijo: «Quedate tranquilo porque esto es un garrón». Porque ellos, ahí adentro, ya sabían cómo venía la mano. No sé cómo, pero ellos saben todo. En esa zafé, pero después tuve que pelear por las zapatillas o por la ropa. Cuando salí, ya me había hecho amigo de todos”, rememoró Toledo.

   Cuando Toledo llegó a la sub 18ª, el 8 de septiembre, en esa dependencia estaban alojados 37 detenidos en un espacio físico para 6. “Era un descontrol. Muchas veces había que hacerle pedir puerta al que llegaba para que se lo llevaran a otro lado, porque no había lugar para nada”, explicó. “Estando en cana te cambia todo. El día es la noche. Nos acostábamos a dormir cuando empezaba a amanecer, así se te hace más corto el encierro. Y los domingos dormíamos todo el día. Los domingos son terribles, entonces dormíamos hasta el lunes a la noche y el martes ya teníamos la visita”, recordó Toledo.

   “Te levantabas a las 6 o 7 de la tarde y empezabas a cocinar por ranchada (por grupos). Por ahí había que esperar que terminara un grupo y te tocaba comer a las 4 o 5 de la mañana. Otra cosa era que había un solo baño para todos. Un quilombo bárbaro”, recordó Toledo. “Además ahí no entra nunca el sol y la ropa siempre estaba húmeda. Un desastre”, comentó.


enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Notas Relacionadas
Acusado de violar a su hija, liberado por falta de mérito



  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados