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 sábado, 10 de marzo de 2007  
candi
Café del Bajo
-Sigamos con el tema de ayer. El profesor de Filosofía Pablo Marini, cuyo hijo murió en un accidente, expresa que Cristo está diciendo con relación al dolor y a la muerte que "el dolor no tiene la última palabra, lo he transformado de tal manera que vuestro dolor es esa escalera para la felicidad".

- El dolor salva, prepara para la otra vida en tanto y en cuanto se trate del dolor que proviene del orden natural en el marco del plan establecido por Dios. El dolor que proviene como consecuencia del acto voluntario del hombre condena en este nivel existencial y debe ser evitado o erradicado. Especialmente debe poner énfasis en esta tarea de erradicación el dolorido. El dolor ajeno al plan de Dios aflige al ser humano y entristece al orden divino. Jesús mismo condenó el dolor provocado por el hombre e instó a que no se cometieran actos hirientes. Naturalmente, siendo Dios puro amor, pura misericordia siempre le da un sentido al dolor, lo hace servible y de esa manera rescata al dolorido. No interviene en los actos de los hombres por la presencia del libre albedrío por él concedido, pero actúa en los efectos de esos actos. La vida no tendría sentido si Dios no interviniera en esos momentos para rescatar al afligido. Si Dios no justificara la pena injusta que sufre una persona a manos de otro hombre, pues no sería un Dios de amor. Sin embargo, Dios no se complace por ese carácter del dolor que se debe a la insensatez ajena a su plan.

-El profesor dice que algunas personas, en esos momentos inmediatos a la muerte de su hijo le decían: "¡Qué desgracia!". Y él pensó : "Toda desgracia le sucede a alguien. Alguien es desgraciado, no algo. Incluso en el campo tenemos un verbo para esto. Decimos que alguien se desgració. Y cuando me decían "¡qué desgracia!", había algo dentro mío que decía: "¡No, no es así! ¿De qué me está hablando, de que soy un desgraciado, de que mi familia es desgraciada, de que Pablito era un desgraciado?". Y la pregunta se me vino una y otra vez: ¿era Pablito un desgraciado? El hombre moderno, el hombre "natural" habría contestado sin dudar: ¡sí, por supuesto!, ¿o querés negar lo evidente? ¿No lo ves, ¿no ves que tenía toda una vida por delante? ". Para nosotros que miramos la existencia desde nuestra pequeña y estrecha "ventanita" temporal parecería que lo único que tendríamos que hacer es darle la razón a estas personas tan "lógicas". Pero los católicos sabemos que para Dios no hay "vida por delante" ni "vida por atrás". No hay tiempo, sino un eterno presente". Añade más adelante: "Para Dios cada uno tiene un propósito. El dogma católico de la providencia de Dios es fundamental para entender esto. Pablito ya había cumplido acá todo lo que tenía que hacer. Dejemos que los incrédulos y ateos dibujen en sus rostros sonrisas irónicas y cínicas. Dejemos que nos tachen de "místicos". No importa. De esos ya dijo Nuestro Señor: "No se dejarán persuadir, ni aún cuando alguno resucite de entre los muertos" (Lc 16, 31). Mañana una conclusión final sobre mal y dolor.

Candi II

-Sigamos con el tema de ayer. El profesor de Filosofía Pablo Marini, cuyo hijo murió en un accidente, expresa que Cristo está diciendo con relación al dolor y a la muerte que "el dolor no tiene la última palabra, lo he transformado de tal manera que vuestro dolor es esa escalera para la felicidad".

- El dolor salva, prepara para la otra vida en tanto y en cuanto se trate del dolor que proviene del orden natural en el marco del plan establecido por Dios. El dolor que proviene como consecuencia del acto voluntario del hombre condena en este nivel existencial y debe ser evitado o erradicado. Especialmente debe poner énfasis en esta tarea de erradicación el dolorido. El dolor ajeno al plan de Dios aflige al ser humano y entristece al orden divino. Jesús mismo condenó el dolor provocado por el hombre e instó a que no se cometieran actos hirientes. Naturalmente, siendo Dios puro amor, pura misericordia siempre le da un sentido al dolor, lo hace servible y de esa manera rescata al dolorido. No interviene en los actos de los hombres por la presencia del libre albedrío por él concedido, pero actúa en los efectos de esos actos. La vida no tendría sentido si Dios no interviniera en esos momentos para rescatar al afligido. Si Dios no justificara la pena injusta que sufre una persona a manos de otro hombre, pues no sería un Dios de amor. Sin embargo, Dios no se complace por ese carácter del dolor que se debe a la insensatez ajena a su plan.

-El profesor dice que algunas personas, en esos momentos inmediatos a la muerte de su hijo le decían: "¡Qué desgracia!". Y él pensó : "Toda desgracia le sucede a alguien. Alguien es desgraciado, no algo. Incluso en el campo tenemos un verbo para esto. Decimos que alguien se desgració. Y cuando me decían "¡qué desgracia!", había algo dentro mío que decía: "¡No, no es así! ¿De qué me está hablando, de que soy un desgraciado, de que mi familia es desgraciada, de que Pablito era un desgraciado?". Y la pregunta se me vino una y otra vez: ¿era Pablito un desgraciado? El hombre moderno, el hombre "natural" habría contestado sin dudar: ¡sí, por supuesto!, ¿o querés negar lo evidente? ¿No lo ves, ¿no ves que tenía toda una vida por delante? ". Para nosotros que miramos la existencia desde nuestra pequeña y estrecha "ventanita" temporal parecería que lo único que tendríamos que hacer es darle la razón a estas personas tan "lógicas". Pero los católicos sabemos que para Dios no hay "vida por delante" ni "vida por atrás". No hay tiempo, sino un eterno presente". Añade más adelante: "Para Dios cada uno tiene un propósito. El dogma católico de la providencia de Dios es fundamental para entender esto. Pablito ya había cumplido acá todo lo que tenía que hacer. Dejemos que los incrédulos y ateos dibujen en sus rostros sonrisas irónicas y cínicas. Dejemos que nos tachen de "místicos". No importa. De esos ya dijo Nuestro Señor: "No se dejarán persuadir, ni aún cuando alguno resucite de entre los muertos" (Lc 16, 31). Mañana una conclusión final sobre mal y dolor.

Candi II



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