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domingo,
28 de
enero de
2007 |
Proteger los símbolos de la ciudad
En medio del vértigo informativo una noticia conmovió días atrás a los rosarinos: el cierre de uno de los cafés más tradicionales de la urbe, La Buena Medida.
La esquina de Rioja y Buenos Aires fue, por largos años, refugio de muchos. Como se interrogaba un pie de foto aparecido en la tapa de La Capital, ¿quién no pasó alguna vez por allí? Y sin dudas, la bohemia y también la gente de trabajo, los intelectuales, los estudiantes y los militantes hicieron de “La Buena” —tal cual cariñosamente solía llamársela— un enclave crucial. Un centro emisor de sentido en medio del paisaje indiferenciado e impersonal que suele ser, para la posmodernidad, sinónimo del progreso.
Pero el tiempo pasa y los cambios son inevitables. Sin embargo, la inexorabilidad de tales modificaciones no implica que no deba respetarse cierto espíritu. La preservación de los símbolos es tarea clave si se aspira a mantener con vida el encanto que a toda metrópolis le proporciona tener personalidad propia.
Ejemplos, en Rosario, no abundan. En el pasado la piqueta se llevó consigo, implacablemente, ámbitos cargados de historia, significado y belleza. Pero el paso del tiempo ha incrementado la tendencia conservacionista. Lo sucedido con el remozado bar El Cairo —y que merecería extenderse al excepcional cine del mismo nombre— es un ejemplo adecuado de que se puede, y se debe, reciclar.
Ojalá que La Buena Medida reabra pronto, adaptada al presente pero con el mismo espíritu sencillo y abierto que la convirtió en icono de los rosarinos.
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