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domingo,
28 de
enero de
2007 |
El cazador oculto
"El riesgo de
ser un fan de
la televisión"
Ricardo Luque / La Capital
"Todo puede suceder", es la premisa con la que Indiana Jones encara las aventuras que, inspiradas en las novelas por entregas que alimentaron sus fantasías infantiles, crearon George Lucas y Steven Spielberg en los tempranos 80. MTV todavía no había licuado el cerebro de los adolescentes ni Charly se había vendido a Fiorucci, había izquierda y derecha y, en las mesas de El Cairo, se soñaba con vivir en democracia y más, pero con tanto "servilleta" dando vueltas lo mejor era hablar bajo, andar por la vereda del sol y ponerse apodos. Nombres de guerra, como les gustaba decir a los más viejos, que se hacían los sabelotodos y, en realidad, no hacían más que vivir de recuerdos ajenos y esperar un golpe de suerte. Para los otros, los que no estaban quebrados, todo podía suceder. Porque en la vida nadie tiene el futuro asegurado. Como en los folletines, y eso es lo que los hace irresistibles. Y ahí está "Lost" para probarlo. Desde que se estrenó, la serie, que narra las peripecias de los sobrevivientes de un accidente aéreo, lidera las mediciones de audiencia de la noche del domingo. Su éxito no es extraño, en Estados Unidos, donde se está emitiendo la tercera temporada, se convirtió en un programa de culto. Como "Twin Peaks", el experimento televisivo de David Lynch que a comienzos de los 90 mantuvo en vilo al país con un solo interrogante: ¿quién mató a Laura Palmer? Y con la misma receta: crear suspenso sumando semana a semana nuevos misterios. Pero, en la pequeña pantalla, donde el único termómetro del negocio es el rating, esta es un arma de doble filo. Porque ni bien la fiebre baja un par de líneas, y los ejecutivos de los canales empiezan a ponerse nerviosos, el remedio es siempre el mismo: el programa se levanta. Este año pasó con "Invasion", la serie de ciencia ficción inspirada en "Los usurpadores de cuerpos", que desapareció de la pantalla sin que se supiera qué pasó con los alienígenas ni con la Tierra. Por eso, para no correr riesgos, lo mejor es no olvidar que en la televisión todo lo bueno se termina. Como en la vida misma.
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