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 domingo, 28 de enero de 2007  
La Cátedra
Desarrollo, capitalismo y democracia

Armando Di Filippo

Por primera vez en la historia de América latina parece posible y deseable lograr avances irreversibles e interdependientes en los procesos de democratización y de integración de las sociedades. Hoy sabemos que no basta con elevar la riqueza o el ingreso por habitante para lograr el desarrollo. Además, que el desarrollo no se predica con respecto a lo que los humanos tienen sino respecto de lo que los humanos pueden llegar a ser y a hacer.

Las sociedades contemporáneas de occidente se caracterizan en este siglo XXI por la existencia interdependiente de dos sistemas institucionales el capitalismo y la democracia.

El capitalismo fue el gran creador de fuerzas productivas y riqueza material pero también de las desigualdades y conflictos, explotación, guerras y devastación de la naturaleza.

La democracia fue el mecanismo a través del cual se intentó preservar las capacidades humanas y desarrollar sus potencialidades en base a principios tales como libertad, igualdad y fraternidad. Sólo la democracia parece ser el sistema político y social capaz de interactuar con el capitalismo y ponerle límites en defensa del desarrollo humano.

En ese contrapunto histórico entre capitalismo y democracia, América latina escribió su propia historia, en la que el capitalismo periférico fue tanto el principal obstáculo al avance al proceso de democratización como el creador de las condiciones para el desarrollo de las fuerzas productivas y de la riqueza material.

Hay dos factores históricos de largo plazo que, todavía hoy afectan el desarrollo de América latina tiñendo con rasgos propios la evolución de sus instituciones, tanto las del capitalismo como las de la democracia.

El primero es la instalación y permanencia de instituciones coloniales que operaron durante varios siglos bajo el dominio de los imperios ibéricos y la segunda, atañe a las modalidades de incorporación del progreso técnico proveniente de las revoluciones industriales que modelaron el capitalismo de las naciones industrializadas de occidente e influyeron en la condición periférica de América latina.

Respecto de la herencia colonial los dos factores más perdurables fueron primero la desigualdad social rural derivada de las formas de servidumbre y esclavitud campesina en las haciendas señoriales y las plantaciones tropicales y se tradujeron en un rasgoextensivo a las formas rurales menos comprometidas con esos regímenes como fue el caso de la pampa húmeda argentina.

El segundo factor corresponde a la herencia burocrática centralista de la dominación colonial, que modeló el perfil territorialmente concentrado de nuestro diseño territorial urbano, y dio fuerza a las formas presidencialistas y personalistas apoyadas en modalidades clientelistas y populistas de gobierno propias de los sistemas políticos latinoamericanos tras el proceso de independencia.

El siglo XIX, en su segunda mitad, comenzó a operar el segundo de los factores de largo plazo, que fue señalado por la Escuela Latinoamericana del Desarrollo, el que aún influye como elemento transformador de las instituciones económicas y políticas contemporáneas de América latina. Es de naturaleza dinámica, y expresa un patrón de relacionamiento internacional (así denominado centro-periferia) que fue históricamente cambiante en sus rasgos concretos para cada una de las grandes revoluciones tecnológicas del orden capitalista, pero siempre implicó la principal fuerza transformadora externa del desarrollo latinoamericano.


Mutaciones tecnológicas
Me refiero al progreso técnico generado en los grandes centros del orden internacional y traducido en tres grandes mutaciones tecnológicas: la "revolución industrial británica" de fines del siglo XVIII (máquina de vapor, acero, ferrocarriles, barcos de vapor,), la "revolución industrial nortemericana" de fines del siglo XIX y comienzos del XX (electricidad, petróleo, petroquímica, motor de combustión interna, electrónica, gran industria, taylorismo), y la actual revolución en las tecnologías de la información (informática, telecomunicaciones, telemática, biogenética, exploración sistemática del espacio exterior), con predominio estadounidense.

En esta etapa del capitalismo global los principales jugadores económicos son las corporaciones transnacionales que controlan el progreso técnico originado en las sociedades centrales donde asientan sus casas matrices, e influyen decisivamente en la formulación y aplicación de las reglas que emanan de los organismos multilaterales como el BM, el FMI o la OMC. Estas corporaciones operan e influyen en sus países de origen o haciendo uso de su propio poder económico, no sólo a esta escala global, sino también en el ámbito regional para fijar reglas como el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (Alcan) o el, por ahora frustrado, Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (Alca).

Los estilos y estrategias de desarrollo instalados en toda América latina a partir de los años noventa del siglo XX, son funcionales a las reglas de juego del capitalismo global: caída de las barreras a los movimientos de bienes, servicios y capitales, tanto productivos como financieros; la mayor presencia privada y transnacional en la asignación de los recursos económicos; y sobre todo las reformas reguladoras en campos tan vitales como las inversiones extranjeras, los servicios públicos, la propiedad intelectual, las normas sobre competencia, las compras gubernamentales, las políticas cambiarias y monetarias, la flexibilización de los mercados de trabajo, la administración de fondos de pensiones y jubilaciones, la privatización y desregulación de los servicios de salud, de educación, de transporte público interurbano, la privatización parcial de los mecanismos e instrumentos para la seguridad ciudadana.

Pero además de sondear sobre el destino del excedente reinvertible por parte de las trasnacioanles, un tema clave de naturaleza sociopolítica es la interacción que en nuestras sociedades periféricas se establece entre las reglas de juego del capitalismo y las de la democracia. Es decir de la interacción entre los derechos patrimoniales (de propiedad) de las personas jurídicas que operan como los jugadores económicos más importantes vis a vis los derechos humanos, (civiles, políticos y socioeconómicos) de los ciudadanos que se ven afectados por el impacto del capitalismo global.


Democracia fortalecida
En esta esfera sociopolítica también cabe expresar una tesis central de este trabajo, la de que sólo el fortalecimiento de la democracia política social y económica puede preservar los intereses ciudadanos de una manera que sin anular la enorme capacidad de crear riqueza (expandir la productividad) de las organizaciones e instituciones propias del capitalismo transnacional, logre controlarlas socialmente para la preservación del bien común.

Los factores de la herencia colonial, consolidados en el siglo XIX en el funcionamiento de las formas periféricas del capitalismo y de la democracia, todavía hoy generan un impacto negativo sobre las oportunidades de desarrollo.

Se han generado condiciones económicas que han transferido hacia el nivel global muchos instrumentos de política pública que eran privativos de la capacidad de maniobra de los gobiernos centrales. Esto redujo los grados de soberanía detentados por los estados latinoamericanos.

De hecho existe una coincidencia histórica significativa: a partir de comienzos de los noventa todos los países latinoamericanos no sólo habían aceptado las reglas de juego del capitalismo global, sino que habían retornado a las reglas de juego de la democracia política. Se trata de una democracia inestable, con frecuentes crisis que derrumban gobiernos, pero con mecanismos constitucionales que se auto-reparan sin intromisión de los tradicionales cuartelazos militares.


Preguntas clave
¿Qué grado de perdurabilidad histórica cabría pronosticar para esta nueva oleada de redemocratización que hoy presenciamos en América latina? y ¿qué acciones estratégicas conjuntas podrían ensayar los estados latinoamericanos para tratar de consolidar su flamante cultura democrática?

La integración de las sociedades latinoamericanas no debe confundirse con la integración tanto global como regional de los mercados que existe en la actualidad. Esta última forma de integración opera bajo la lógica del capitalismo global en tanto que la primera sólo es concebible bajo la lógica política de la democracia.

No se trata de eliminar ninguno de los dos componentes de la ecuación capitalismo-democracia, sino de establecer las reglas que permitan el encuadramiento de los derechos de propiedad de las grandes transnacionales, sean éstas latinoamericanas o no, dentro de los marcos reguladores que defienden los derechos ciudadanos propios de los sistemas políticos democráticos.

El tema central de la democracia como contrapeso del capitalismo pasa por el estudio de las condiciones que podrían llevar a su fortalecimiento mediante la educación y la moralidad cívica. La educación para hacer a los ciudadanos desfavorecidos más concientes de sus derechos, y la moralidad cívica para evitar el desinterés por la política que tanto afectó el destino de algunas naciones.

La moraleja es bastante clara, la democracia reconquistada hace quince años en Amèrica Latina (a partir de los años noventa del siglo XX) es un instrumento insustituible para introducir los criterios de equidad en la distribución de las ganancias de productividad que están derivando de la revolución de las tecnologías de la información.
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