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domingo,
28 de
enero de
2007 |
Segregación
en Rosario
El escritor inglés Terry Eaglaton sostiene que: “No hay nada ridículo en afirmar que algunas personas son inferiores a otras, ya que obviamente es cierto. En ciertos sentidos, algunas personas son de verdad inferiores a otras: tienen menos sentido del humor, son más propensas a la envidia y más lentas en una carrera de cien metros. Puede ser falso y pernicioso generalizar estas desigualdades particulares en relación con las razas o con clases enteras de personas, pero podemos entender bien la lógica por la que se afirman cosas semejantes”. Jóvenes rugbiers que destrozan locales y amenazan a su dueña cobardemente, paredes pintadas en la ciudad de Buenos Aires, un presidente de oriente que usa los medios para poner en tela de juicio el Holocausto. En fin, lamentables sucesos de segregación racial que estamos vivenciando, aquí y ahora. Como se podrá apreciar, no utilizo la palabra discriminación por considerarla una operación mental demasiado exigente -inteligente-, y por ende, generosa, para aquel grupo de personas. A su vez, tampoco considero una casualidad -más bien una suerte de triste metáfora o lógica consecuencia- que las edades de esos jóvenes coincidan con la política desarrollada e implementada en nuestro país en los años 90, donde la vedette de turno, fue el champán, los viajes al exterior y la compra en cuotas de electrodomésticos. Debería reconocer, en cambio, que sí hubo un proyecto democratizador en todas las clases sociales, fundamentalmente, destinado a los niños y jóvenes: el vaciamiento ideológico y la ausencia de sueños, de educación, que hoy, entre todos, seguimos “pagando”: Ya sea a través de las acciones de estos tristes rugbiers con dinero o de los otros jóvenes pobres que asaltan en los puentes, como distintas caras de una misma moneda. Los políticos están contentos con el superávit fiscal, sin embargo el déficit educativo de toda esa generación continúa y continuará, haciendo estragos en nuestra vida social, al menos que entre todos podamos reflexionar críticamente acerca del futuro y del rol asumido por la educación, la justicia, la política y el de nuestro propio accionar como comunidad, en todos aquellos años. En su libro, Barenboim hace referencia a los alemanes, judíos y la música. Allí, señala que “ciertos asuntos exigen la generosidad del olvido, y otros demandan la sinceridad del recuerdo”. Ojalá que estos hechos tan lamentables no se cristalicen en algún anecdotario de club y sirvan para interrogarnos acerca del modelo de país que ofrecemos a nuestros niños y jóvenes, como así también subrayar que el dinero, la cultura, educación y la ética, no siempre van de la mano.
José Tranier, DNI 25.017.409
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