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domingo,
17 de
diciembre de
2006 |
Reflexiones
¡Feliz voto 2007!
Carlos Duclos
La acción de sufragar, de elegir quien regirá los destinos de una sociedad es, sin dudas, una de las más importantes en el mecanismo del régimen democrático. Si se es justo en el análisis se determinará que la responsabilidad del buen o mal destino de una sociedad, en cuanto depende de la acción del Estado, en realidad es a veces compartida por gobernantes y gobernados. Es cierto que en muchas ocasiones el pueblo ha sido engañado, sutilmente estafado. Es cierto que bajo formas delicadas de propaganda y persuasión se ha orientado la voluntad del ciudadano hacia horizontes que si no le fueron o le son perjudiciales tampoco le son convenientes (aunque en la vida de los pueblos a la larga lo que es neutro termina siendo dañino). Pero no es menos cierto que con mucha frecuencia la sociedad no hizo demasiado por no dejarse engañar. Los ejemplos sobran en el orden nacional, provincial y municipal.
¿A quién se votará en Santa Fe el año que ya está cerca? ¿Qué parámetros tiene y tendrá en cuenta el votante para hacerlo? Un simple análisis de algunos comentarios permiten sostener que no siempre el ciudadano tiene demasiado clara la cuestión y se verá por qué. Hace pocos días varias expresiones de dirigentes y analistas políticos llamaron la atención. Estos operadores han comenzado a escuchar frases tales como: "Si no va Reutemann, lo voto a Binner". ¿No es una verdadera incongruencia? El basamento filosófico del justicialismo tiene diferencias con el del socialismo y sin entrar a considerar cual es mejor (no corresponde) sí es menester reflexionar lo siguiente: ¿en base a qué fundamento sólido, principio o convencimiento se sostiene: "si no va Reutemann lo voto a Binner?". Por de pronto dígase que Binner, ni ninguno de los candidatos, tiene un plan de gobierno o si lo tienen no se conoce en detalle. De manera tal que si se hiciera una primera conclusión sería esta: muchos ciudadanos votan la imagen, la conducta del candidato. ¿Alcanza ello para gobernar una nación, una provincia, una ciudad? Ello sin considerar que la imagen muchas veces (casi siempre en Argentina) es modelada por factores ajenos a la función, a la acción de gobierno, a lo efectivamente realizado para el crecimiento de la sociedad y el bienestar de la persona.
Los que cultivan y los que cosechan
Como bien decía un agudo observador político recientemente: "En Estados Unidos, por ejemplo, Reagan aró la tierra y sembró y Clinton efectuó la cosecha". En criollo podría decirse que uno cebó el mate para que otros afortunados lo tomaran. Si se observa la realidad de Rosario no se pueden obviar ciertas cuestiones: Usandizaga en su momento, y Cavallero después, planificaron obras que fueron inauguradas por Hermes Binner. Y es más: Rosario le debe a gobiernos nacionales y provinciales muchísimo del crecimiento que se advierte. Baste recordar, entre otras cosas, el calado del río que permitió la instalación de muchos puertos privados y el consiguiente movimiento productivo, laboral y social; el puente Rosario-Victoria y leyes que permitieron transferir terrenos de la Nación a la ciudad para la construcción de toda la infraestructura que hoy la hermosea. En este sentido, no puede dejar de mencionarse la llamada ley Rubeo.
Antes de proseguir con la cuestión, y a propósito de obras, no puede dejar de recordarse tampoco que la actual gestión provincial ha realizado numerosas obras en todo el territorio de la provincia de Santa Fe y especialmente en el sur. Cuando se habla de obras, no sólo se circunscribe la acción a la conocida como obra pública, en donde sin dudas el Ministerio a cargo de Alberto Hammerly ha tenido un protagonismo singular, destacado incluso por el propio Obeid públicamente. Cuando se habla aquí de obra se refiere a toda una acción de gobierno que va desde el prudente manejo de las finanzas hasta la realización de un encuentro cultural. Poco se dice, por ejemplo, de los fondos destinados por la Lotería de Santa Fe para salud, educación, promoción social y cultura o de las tratativas del gobierno para fomentar la exportación santafesina. No puede negarse, sería injusto, lo realizado por el actual gobierno provincial en diversos aspectos. Si en algo ha fallado históricamente el justicialismo, hay que decirlo, es en la comunicación social y el marketing político y ha sido largamente aventajado por otras corrientes políticas. Sin ánimo de endulzarle las orejas a funcionarios, a quienes poco conoce quien esto escribe, no hay dudas de que el actual secretario de Comunicación o Información Pública de la provincia, Raúl Glavinich, ha hecho un trabajo interesante y efectivo, algo pocas veces visto en la historia del peronismo santafesino. Y es una pena, porque los gobiernos provinciales hicieron mucho más de lo que se sabe. Cuando en el orden nacional todavía no se soñaba con el Consejo de la Magistratura, por ejemplo, un gobierno santafesino lo puso en práctica y terminó con la designación de los jueces a dedo o puestos por un estudio jurídico.
¿Qué y por qué se vota?
La pregunta entonces vuelve a realizarse: ¿qué parámetros tiene en cuenta el votante a la hora de sufragar? ¿Cómo puede decirse que si no va Reutemann se elige a Binner? En opinión de quien esto escribe mucho tiene que ver el "modelaje" de la imagen que se ha hecho a través del tiempo mediante exquisitas y plausibles formas de propaganda. Sí, plausibles, porque no está mal que se intente, mediante el marketing político, poner en ventaja a un dirigente con respecto a otro. Es más, no puede decirse que Binner no sea un hombre honrado. No puede manifestarse que mientras fue intendente lo suyo haya sido nada más que propaganda. Sin lugar a dudas hizo cosas y las hizo bien. ¿Se ha equivocado? Seguramente. ¿Quién no? Pero tampoco puede negarse lo hecho y lo que sigue haciendo el justicialismo que, es cierto, carga con el lastre de la incomunicación del pasado y de la ineptitud de algunos dirigentes y ediles rosarinos que no han sabido (o no han querido vaya a saberse por qué) poner las cosas en claro. Por ejemplo, y siempre exceptuando las calificaciones o lo que es peor o mejor: ¿será lo mismo Binner, Bielsa, Perotti o Rossi en materia de planes educativos? ¿Dará lo mismo para la educación privada que Binner o Perotti sean gobernadores? Sigamos en tren de preguntas con el área judicial: ¿será la mismo la impronta de Binner que la de un jurista como Bielsa? ¿Será lo mismo un juez que confunde garantía con abolición y permite libertades sin ton ni son? ¿Será lo mismo la política en materia policial en manos de Binner que de Rossi? ¿Dará lo mismo el desarrollo industrial programado por Binner o por Bielsa? Y por último la gran pregunta que no debería hacerse, pero que, como lamentablemente estamos en Argentina debe formularse: ¿será lo mismo la relación de Binner con el gobierno nacional que la que podría tener un gobernador justicialista?
Una última conclusión
Lo cierto es que cuando se afirma que si Reutemann no es candidato el voto será para Binner, se deja traslucir una suerte de improvisación. Y la cuestión no pasa porque Binner sea mejor o peor que Reutemann, o viceversa; o que Binner sea mejor o peor que alguno de los candidatos justicialistas, no. El hecho importante es que son distintos los proyectos políticos. Entonces: ¿qué se vota? ¿Por qué se vota? ¿Tan fácilmente el electorado puede pendular de una posición a otra? La verdad es que sí y sino obsérvese como de una posición socialdemócrata elegida por mayoría (Alfonsín) el electorado se fue a un liberalismo rotundo (Menem), pasó a una derecha un tanto más moderada y más tarde a un progresismo peronista. Tal vez, y en alguna medida, por tal incoherencia el país no ha avanzado y tal vez por eso no toda la responsabilidad de las sucesivas y críticas circunstancias sociales argentinas la tengan los gobernantes. Es probable que encandilado por la imagen algunos ciudadanos elijan el frente sin conocer el fondo. Y por supuesto, se sabe de la incoherente política de Estado que caracterizó en general a la Nación. Hoy una posición, mañana otra según el gobierno de turno. Ingredientes magníficos para no tener rumbo.
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